Las siguientes clases fueron igual de aburridas que las anteriores, aunque no podía quejarme, ninguna clase coincidía con alguien que pudiera conocer y eso en parte agradecía enormemente, ya que así evitaba cualquier tipo de conversación que pudiera causarme más problemas de los que ya tengo.
Finalmente, cuando tocó el timbre de la hora final tuve la oportunidad de salir de clase antes de que la profesora Collins pudiera si quiera despedirse. No tenía intención de pasar un minuto más ahí intentando aprender unas fórmulas que cada vez eran más difíciles.
Caminé por los pasillos que había memorizado para no perderme, hasta llegar finalmente a mi habitación, saco mi llave de mi bolsillo y abro la puerta rápidamente. Lo primero que percibo es él olor rancio de la madera de mi escritorio donde reposaban mis libros de estudio, alrededor aún seguían algunas cuantas cajas que contenían mis cosas y que aún me rehusaba a ordenar totalmente en mi habitación, ya que por alguna razón no encontraba el lugar perfecto para colocarlos.
Suelto un leve suspiro cerrando la puerta, me acerco a la ventana y abro ligeramente la persiana para mirar el campus, algunos estudiantes seguían caminando adentrándose a sus habitaciones y otros simplemente se recostaban sobre el pasto y disfrutaban del paisaje que Seattle les ofrecía. Normalmente en Portland el clima casi siempre era húmedo y era difícil disfrutar del atardecer, pero aquí y ahora es diferente. El clima era realmente agradable y podía apreciar él atardecer con mis propios ojos. La imagen del sol escondiéndose para darle pase al anochecer era algo único que no podía expresar con palabras.
Una sensación de melancolía me atraviesa el alma y me obligo a bajar la mirada y concentrarme en el mar de estudiantes que atraviesan en ese momento el campus. Mis ojos se posan sobre alguien en específico que se encuentra de espaldas, con la cabeza fija hacia donde yo estaba mirando hace un momento. Parpadeo un par de veces e intento ver su rostro, pero este parece hipnotizado y apenas se mueve. Su espalda está ligeramente relajada y el color de su cabello oscuro que es tan peculiar me recuerda a alguien.
¿Jackson?
Me acerco un poco más a la ventana y entrecierro los ojos, pero mi intento es lamentable al intentar ver su rostro. Debo verme como una loca acosadora que se asoma a la ventana de eso modo; sin embargo, tengo la sensación de que aquel chico podría ser Jackson, aunque él no parece ser del tipo que gastaría unos minutos de su preciada vida para ver el atardecer.
"¿Es que acaso no puedes dejar de pensar en él?" Me repito en mi cabeza.
Resoplo y apoyo mi cabeza contra él vidrio, en este preciso momento quiero golpearme por pensar más de lo debido en Jackson.
Para mi suerte él sonido de mi teléfono resuena en la habitación y hace que pierda el hilo de mis pensamientos, me obligo a apartarme de la ventana y buscar en mis bolsillos mi teléfono, finalmente cuando lo encuentro, veo en la pantalla él nombre de Sharon. Sin pensarlo demasiado contesto la llamada.
— ¿Has acabado tus clases ya? — Es lo primero que oigo al contestar.
— Si, regresé a mi habitación para dejar algunas cosas — Le digo mientras me aparto por completo de la ventana. — ¿Qué hay de ti?
—Acabo de salir — Contesta con simplicidad, luego agrega con más entusiasmo: — Así que, no lo has olvidado, ¿verdad?
— No —Me río levemente al pensar que de hecho si lo había olvidado. Tenía que estar en su habitación después de clases para pasar el rato. — Iré justo para allá en unos minutos.
— Genial — Puedo sentir como su dulce sonrisa de mi amiga se expande. —Entonces te veo aquí.
— Vale.
ESTÁS LEYENDO
Jackson Foster Es Un Mentiroso ©
Dla nastolatkówNo intenta huir, ni mucho menos correr, solo busca. Me busca. Debajo de aquellos ojos grises yace el sufrimiento que procura esconder bajo una forzada sonrisa. Sus labios susurran mentiras dulces que ocultan verdades amargas. No intenta escapar de...