Bajo el sol mañanero que emanaba mi ventana pude ver la hermosa calle en la que pasaba horas jugando y montando bicicleta toda mi niñez. De tan solo pensarlo me da un recuerdo nostálgico, las horas que pasaba jugando con Aarón eran eternas durante mi niñez, y estaba segura que jamás las olvidaría.
Trataba de disfrutar cada segundo que pasaba, recordando todo lo que hice en esta ciudad, y aunque mi vida fue buena durante un tiempo, yo siempre esperé algo más, como si mi verdadero destino estuviera en otro lugar. No era fácil dejar todos mis recuerdos en Portland, pero algo me decía que en Seattle todo esto iba a mejorar.
Como era de esperarse las horas pasaron hasta el momento en el que mi hermano y yo teníamos que irnos para llegar a tiempo a Seattle e instalarnos en nuestras nuevas habitaciones en la universidad. Mis padres, que aunque se mantenían callados con una sonrisa observando como guardábamos nuestras maletas en el auto de Aarón, aquellas miradas delataban tristeza al ver esa escena y no sabía que decirles, jamás fui buena para decir cosas alentadoras, así que solo opte por abrazarlos con fuerza antes de entrar al auto, iba a echarlos de menos.
—Ya es hora —Afirma mi hermano cerrando la puerta del conductor y prendiendo el motor de su auto de inmediato.
—Lo sé— Contesto. Y entonces observo como el auto empieza a moverse dejando atrás a nuestros padres que abrazados alzaban sus manos en forma de despedida.
Me recuesto sobre mi asiento y dejo escapar un suspiro. Sabía que no había vuelta atrás, estaba alejándome de lo que más quería por mi nueva vida.
Unos cuantos kilómetros me separaban de mi nueva vida y no podía evitar sentir un revuelo de emociones, mi corazón latía con fuerza casi anhelando respirar el aire de Seattle, queriendo sentir que de verdad tengo algún sentido en mi vida.
El sonido de mi teléfono avisando que tengo un mensaje nuevo me quita de mi ensañamiento; reviso mi bolsillo trasero y cuando lo encuentro abro y reviso el nuevo mensaje con curiosidad. Tengo que cerrar los ojos un segundo para procesar lo que acabo de ver.
Alex:
— "Vive, escucha, disfruta. Pero nunca olvides de dónde vienes, chica de Portland. Pronto nos veremos"
Aunque parece ridículo su mensaje, significa tantas cosas para mí que me obliga a apagar el teléfono.
Esa frase fue lo que yo le escribí cuando se fue a Inglaterra por el trabajo de su padre cuando nosotros aún estábamos juntos, recuerdo que lo escribí en un intento por decirle que pensara en mi cuanto esté allí, pero él casi todo el tiempo lo malinterpretaba. En verdad no se le daba muy bien eso de las metáforas.
Alex lo es todo para mí hasta ahora, aunque yo demuestre lo contrario. Dentro de mi sabía que era una tontería seguir amando a una persona que no te valoró como debía. Me sentía estúpida pero no podía evitarlo, no podía simplemente borrar los recuerdos de mi primer amor. En algún momento de mi vida pensé que si él me pidiera que renuncie a mis sueños de ir a Seattle por quedarme a su lado, entonces lo haría sin pensarlo, pero Alex no podría ser capaz de eso, él ya no me ama y probablemente nunca más lo haga.
— ¿Qué pasa? — Mi hermano me mira de soslayo, parece percibir que algo en mi era diferente.
—Nada, solo estoy feliz de irme de aquí —Le contesto sabiendo que en cierta parte era verdad.
(...)
Las calles, los edificios, la personas, todo aquello era diferente, era especial. Mi hermano y yo no parábamos de señalar cada cosa que nos parecía extravagante en la ciudad. Algo que parecía inalcanzable hace algunos años ahora está delante de mí.
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Jackson Foster Es Un Mentiroso ©
Novela JuvenilNo intenta huir, ni mucho menos correr, solo busca. Me busca. Debajo de aquellos ojos grises yace el sufrimiento que procura esconder bajo una forzada sonrisa. Sus labios susurran mentiras dulces que ocultan verdades amargas. No intenta escapar de...