38- Nuevo Reflejo

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Despierto, pero mantengo mis ojos cerrados perezosamente, cansado de todo, sin ánimos de ver. No se escucha ningún sonido a mi alrededor, lo cual me relaja aún más. Estoy solo.

Lo primero que logro divisar cuando finalmente me dispongo a despertar del todo, es una tenue luz suave entre mis párpados débiles. Una luz que comienza a esclarecerse a medida que dejo al descubierto mis ojos desorientados. El techo encima de mi cabeza se me hace monótono, así que giro lentamente mi rostro hacia un costado, ubicándome finalmente.

Me sorprendo al notar que las cosas a mi alrededor poseen mucha más claridad y nitidez. Yo las veo con más claridad y nitidez. Los contornos son preciosos y definidos. Puedo ver detalles a mis alrededores que antes no recuerdo haber percibido, como las pequeñas partículas de fino polvo que flotan en el aire frente a mí. Mi brazo se estira un poco, y con mi mano intento rozar esas bellas y diminutas cositas frente a mis ojos rejuvenecidos. Brillan gracias a la luz artificial que hay en la habitación... pero aún así me parecen absolutamente fascinantes y bonitas.

Desvío mis ojos, y observo los alrededores con más atención; estoy en la habitación de Miguel.

Parpadeo, y me muevo en la cama con pesadez, pero cuando lo hago, siento algo molesto en mi espalda.

-No puede ser...- susurro sin voz, dirigiendo una de mis temblorosas manos hasta la zona que siento tan invadida. Y así... mis dedos no tardan en rozar una superficie suave y cosquillosa.- No... no puede ser. Fue un sueño. Estoy seguro de que fue un sueño nada más.- murmuro con los ojos abiertos de par en par. ¿Fue real? Todo eso... el parque de William... la mujer; el ángel blanco... su explicación, todo... todo, ¿fue real?

Acelerado, muevo mis piernas y apoyo mis pies en el suelo, parándome y mareándome inmediatamente.

Un momento. Mis piernas. Las observo sorprendido. ¡Puedo moverlas! Hacía tanto que estaba postrado en esa cama sin poder moverme que había olvidado lo que se sentía mover los dedos de mis pies libremente.

Río, emocionado por la sensación de plenitud que me recorre el cuerpo repentinamente. Me siento bien. Siento unas ganas inexplicables de correr con mis pies descalzos por toda la mansión. La respiración se me acelera. Vuelvo a reír, y las cosas detrás de mi espalda se agitan con brusquedad. La risa se me corta de golpe, asustado por esa extraña reacción. En el sueño era más fácil controlarlas.

El corazón comienza a golpearme fuertemente el pecho, como si me estuviera avisando del obvio cambio en mi cuerpo y no pudiera acostumbrarse a este. Pero no sólo lo siento en mi cuerpo. Me siento distinto. Todo yo.

Una repentina debilidad inesperada hace a mis piernas temblar, y termino cayendo al suelo de costado, golpeando brutalmente todo mi brazo izquierdo contra el frío suelo. Aquello no me lo esperaba. Emito un quejido ahogado, sin entender qué fue eso, y me retuerzo, intentando ponerme de pie otra vez. Se siente extraño. Mi cuerpo parece no seguir mis órdenes del todo, como si se rehusara a darle el mandato total a mi cerebro. Las cosas extrañas en mi espalda comienzan a agitarse otra vez, parece que quieren ayudarme a que me ponga de pie. Pero sólo logran golpear el suelo una y otra vez descoordinadamente.

El corazón me comienza a palpitar con más fuerza, más rápido, más desesperado, mucho más asustado. Pero a pesar de eso, me siento fuerte, y ya no tengo sueño. Ese sueño y esa pesadez que me acompañó los últimos meses, ahora ha abandonado mi cuerpo por completo.

Intento calmarme, y comienzo a ver con mis ojos renovados los detalles que están a mi alcance. Me detengo a observar los oscuros y los claros del suelo, las sombras marcadas, cada partícula de suciedad...

Se ve tan precioso que siento ganas de tomarle una fotografía al suelo, por más estúpido que suene. Es la primera vez que veo belleza en la suciedad. Me calmo del todo, y rozo con mis dedos aquellas partículas que descansan serenamente bajo mi cuerpo. Inspiro profundamente por la nariz el aire lleno de perfumes, y quedo maravillado por la cantidad de olores que percibo sin siquiera quererlo. Es tan fresco... tan dulce y agradable. Vuelvo a respirar y sonrío cerrando mis ojos, sin poder entender lo que me estaba pasando. Es como si mis sentidos se hubieses agudizado. Siento que toda mi vida he estado ciego. Al fin, ahora mis pupilas están totalmente despejadas.

El Brillo de la Oscuridad (Rubelangel)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora