Capítulo 1 "Despertares"

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Amanecer en lugares desconocidos era la tónica de mis madrugadas.
Desconcertada, me levanté de la cama, tomé mi ropa y salí silenciosamente. Mientras bajaba por las escaleras del edificio intenté recordar cómo había llegado hasta ahí la noche anterior, quizás eso me daría una pista para encontrar mi auto. Como no lo hizo, decidí llamar a un taxi. Mis indicaciones fueron vagas, solo conseguí el nombre de la calle y el color del edificio.

La fiesta debió ser bastante buena, mi vestido estaba manchado con algún fluido corporal del que no quiero hablar y mi mente, aún un tanto estropeada, intentaba unir las ideas para hilar una historia. Miré el reloj, eran las cinco y tanto de la mañana, subí al taxi y le pedí al conductor que me llevara hasta mi casa.


El chofer era increíblemente sociable, "que suerte la mía" pensé. Lo único que quería era un vaso de agua y descansar, pero el peculiar hombrecito tenía la radio encendida y planes de conversar. Una de las canciones que oí (1) trajo a mi mente cientos de voces, caras, risas, olores y un sin fin de imágenes invadiendo mi mente por completo, como en un video clip, creándome un dolor más moral que físico. Por lo que, supuse, la canción debió estar relacionada con mi apagada de tele.

-¿Podría bajar un poco la radio? -Supliqué al chofer.

-¿Se siente mal señorita?

-Me duele la cabeza. -Él decidió apagarla de una vez, cosa que agradecí.

-Ya llegamos. Linda casa tiene, buen barrio este. -Sin ganas de conversar respondí.

-¿Cuánto le debo?

-No, nada. El señor Villanueva me paga todos los viajes desde su casa a esta hora, no se preocupe usted.

-Le da las gracias al señor Villanueva de mi parte entonces. -Dije con el tono de voz más irónico posible.

¡Un tipazo debió ser el revolcón de anoche! de mis mejores desconocidos esa semana, si hubiese sabido su nombre le habría dejado una nota de despedida.

El sarcasmo de mis pensamientos mañaneros no era una buena compañía en la extensa caminata a mi hogar. Esa mañana en especial, nuestro patio delantero parecía extravagante y extenso. Mi madre había diseñado la casa de ensueño, al más puro estilo victoriano, pero mi padre, el hombre práctico siempre amenazaba con contratar un carrito de golf para pasear por el ante jardín en señal de su descontento. Así que, caminé con resaca, atravesé el pasto mojado y esquivé las singulares estatuas.

Ya dentro de la casa, decidí desviarme a la cocina en busca de algo para beber porque mi sedienta garganta no me permitiría dormir ni aunque lo intentase. Abrí el refrigerador y por primera vez reparé en la fecha de aquel día; dos de Enero de dos mil veinte, el calendario que la Lali puso en la pared no mentía, era el inicio oficial de las vacaciones, al menos para mí y mi mejor amiga.

¡Ella iba a matarme!, siempre nos reuníamos en la pista de su papá y, a pesar de viajar en un avión privado, la hora de partida era tradicionalmente sagrada -siete am en punto- por lo que mi tendencia a llegar tarde la volvería loca otro año más. Miré el reloj, tenía minutos para ducharme, tomar mi ropa y salir. Suponiendo que mi auto estaba afuera, porque sólo lograría llegar en mi auto y conduciendo a mi manera.

Subí las escaleras rápidamente en búsqueda de alguien a quien gritarle, a la Lali o alguna de las nanas que debía haber tenido mi equipaje listo, sin embargo unos sonidos sugerentes llamaron mi atención en el pasillo. Provenían de un dormitorio que comúnmente estaba vacío, así que mi curiosidad fue imposible de controlar. El espectáculo que me encontré, no era en absoluto parecido a lo que tenía en mente; Mi papá encamado con una mocosa. Por un segundo bajé la vista asqueada, pero las ganas de identificar a la extraña eran más fuertes. En otras circunstancias hubiese armado un griterío y alguien hubiese terminado con un florero en la cabeza, pero la verdad era mucho más sobrecogedora de lo que podría haber soportado.

Drogas & DemoniosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora