Capítulo 10. Encuentros

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—Lo que vamos a hacer, es fiarnos de la genialidad de Moro y del error humano. —Dijo Ricardo, tratando de sonar convincente.

—Cata, tú sabes que yo respeto tu oficio, y aunque creo que veremos resultados eventualmente, estamos nadando contra la corriente del tiempo. 

—¡Deja de darle explicaciones! Ella trabaja para nosotros. —Le respondió Rick a Moro, algo molesto.

—Su contrato no incluía meterse en laboratorios de alta seguridad, ni contrabandear tecnología, no aprobada, a un centro de rehabilitación, Rick. —Mientras ellos discutían me di cuenta que el tercer mosquetero no formaba parte de esta importante reunión.

—¿Dónde está Ángel? —Moro miró a Ricardo y Ricardo lo miró de vuelta antes de contestar.

—No esperabais que saliera de la cabaña en un día como hoy. La última vez que anduvo fuera de infiltrado en la recepción de los locos casi no se escapa.

—¿Qué opina él de todo esto? Pensé que quería que yo confirmara la muerte de su papá antes de meterse en el centro. Nunca me habló de certificar la muerte yo misma, fuera del plano... espiritual.

—¡No más mumbo jambo! Moro, muéstrale los dispositivos que usará —Matías estiró su mano sin sostener nada en ella.

—¿Qué debería estar mirando? —Pregunté. Moro se llenó de orgullo.

—No se supone que debas verlo, sólo sentirlo. —Tomó mi mano e hizo como que dejaba caer algo sobre ella. Sentí cómo una pequeña bolita se movía en mi palma estirada.

—¡Qué es este bicho! —Dije asqueada y algo maravillada.

—Ese bicho va a meterse en el sistema de seguridad de Bostroff por quince minutos. Abrirá todas las puertas del centro sin necesidad de password y simulará ante seguridad que no han habido cambios en ninguna conexión del sistema. Prácticamente te hará invisible.

Sonreí sintiéndome invencible. Moro era un genio y yo sería la Kate Beckinsale de su película de acción. Lo que me llevó a la siguiente parte del plan.

—Una vez dentro, cuando traspase el ventanal en el área hospitalaria ¿qué voy a hacer? —Ricardo puso un arma sobre la mesa.

—Estarás a merced del personal que se encuentre en el lugar. No sabemos qué podría pasar cuando descubras el laboratorio, pero imaginamos que no será amigable.

—¿Quieres que entre a un laboratorio disparándole a todo el mundo? ¡Probablemente sean los médicos que nos tratan y los guardias que conozco! No podría hacerlo. —Ricardo hizo una pausa de empatía antes de contestar, lo que me extrañó.

—Si estáis pidiendo mi opinión, te encontrarás con, al menos, un guardia, varios prisioneros y algunos cadáveres. Con suerte Rafael será uno de ellos y esto habrá terminado para mañana. —Moro puso la misma cara que puse yo al escuchar la frialdad con que dijo la última parte.

—¿Cómo voy a salir de ahí? Si lo que necesitan es al padre de... es decir, el cuerpo del padre, ejem, no podré llevarlo en brazos y caminar por la puerta de Bostroff. —Matías buscó entre sus cosas y volvió a estirar su mano sin nada a primera vista. Sin controlar su emoción dijo —¡Esto es genial! ningún detector inteligente puede darse cuenta de su presencia porque está hecho para mimetizarse con la composición de la suciedad ya presente en tus uñas.

—¿Qué? —Contesté aturdida, pero Moro simplemente metió su microscópica invención en la uña de mi dedo, lo que sensorialmente no significó ningún cambio para mí.

Drogas & DemoniosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora