Capítulo 6. Servicio Comunitario

522 12 11
                                    



A la mañana siguiente, tipo siete de la madrugada, mi citófono —que tenía más aplicaciones que un Smartphone— empezó a gritarme.

 —Señorita Catalina Seinfield se requiere su asistencia obligatoria en la oficina trescientos nueve, a las ocho am. Se exige puntualidad. Reunión no sujeta a recalendarización. —Me tomó treinta minutos despertar y treinta en ducharme. No había manera alguna en que llegase a la hora pero igualmente corrí en búsqueda de la oficina trescientos nueve.

—Llegar hasta aquí fue imposible, todas las puertas son iguales. —Dije en cuanto entré.

 —Catalina, encantada de conocerte personalmente. —La mujer bien vestida y maquillada se levantó de la silla y también Alek que ya se encontraba ahí. Estreché la mano de ella y besé en la mejilla al ruso. Hanna continuó hablando.

—Supongo que no leyó con atención el informativo de instalaciones, en el apartado tres del manual.

 No contesté pero le mostré una sonrisa condescendiente.

—Bueno, hay gente que tiene más problemas que otras reteniendo información. Se preguntarán por qué los hemos citado. —Alek no contestó, yo asentí aún ofendida por su comentario sobre la atención.

—Vamos a discutir sobre lo ocurrido en el viaje. La Srta. Garrido los derivó a detención por un desafortunado incidente ¿no es así? —Ella miró a Alek, así que yo no contesté nada.

—Mi hermano es bastante problemático, lo ha sido desde... Algún tiempo. Pero Catalina no tiene nada que ver, sólo estuvo en mal momento en mal lugar.

—¿Estás de acuerdo con lo que Alek dice, Catalina?

—No, Hanna. —Ella no se molestó porque la tuteaba.

—¿Cómo pasaron las cosas entonces?

—Así, como Alek dice... Diego y yo somos algo problemáticos.

—¿Ambos son igual de responsables por...?

—¡Diego y yo no tenemos la culpa de que una mujer enferma, a bordo de ese barco, no tolere la buena música!

—No era eso lo que iba a decir, si me dejaras terminar. —Dijo Hanna calmada aún cuando yo había levantado la voz. Miré displicentemente hacia la ventana.

—Te preguntaba ¿Diego y tú son igual de responsables frente a la administración del colegio por faltar al código de ética y conducta que se les entregó junto al manual?

—No, no lo son. —Contestó Alek que había estado en silencio durante la escena. La Señorita Abbott no hizo caso del comentario de mi acompañante y siguió dirigiendo su mirada hacia la mía. La sesión psicológica sorpresa me tenía agotada.

—Podremos conversar más sobre este maravilloso tema en terapia así es que ¿Podría usted adelantarnos el ejemplar castigo que Bostroff nos tiene preparado para poder volver a la cama? —Pregunté con otra falsa sonrisa.

—Catalina, tu desayuno está esperando en el hall de la recepción, debes sentarte a comer antes de salir.

—¿Salir? ¿A dónde? —Pregunté.

—Debes cumplir ciertas horas comunitarias en Villa las Estrellas, ya sea ayudando en el Hospital, en la escuela, en los laboratorios o en donde sea que te asignen. —Nada contesté, ni en mis más oscuras fantasías me había visto vestida de mucama en un lugar como este.

—En cuanto a ti, Alek, te agradezco hayas venido voluntariamente para escuchar sobre la sanción de tu hermano, es muy dulce de tu parte.

—¿No hay forma que pueda cumplir ese servicio comunitario por él Srta. Abbott?—Deseé con tantas ganas que Alek pretendiese participar de esto para estar más tiempo conmigo, que en ningún momento pensé en lo abrumado que debía estar por Diego.

Drogas & DemoniosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora