Capítulo 31. Liberación

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Escuchaba voces, como si tuviera a una persona hablándome en el oído izquierdo y otra en el oído derecho; "Debiste matarte", "No hay salida", "Es muy tarde". Katherine estaba a mi lado, tomaba mi pulso, secaba mi frente y trataba de calmarme.

- Catalina ¿Dime qué está pasando? -Dijo Kate.

- Los habitantes quieren que haga el ritual.

- ¿Cuál ritual?

- Ese en el que me sacrifican.

- ¿Los habitantes son estos demonios?

- Si.

- Escúchame... Ellos no son amigos, ellos no son habitantes, son demonios que el diablo usa para atormentarte. Si completas el ritual estarás muerta.

- ¡Entonces ayúdame! -Dije asustada. -¿Cómo hago que paren?

- Ellos temen a Dios, al Dios que yo sirvo, por eso me detestan. Les recuerdo quien está en control ¿Quieres cortar con todo esto y venir a Dios para que te salve?

Yo tenía tanto miedo que las palabras de Katherine ofreciendo una alternativa eran música para mis oídos.

-¡Tienes que decidirlo tú misma! -Dijo ella. -¡Cristo venció a estas criaturas! ¡No tienen control cuando creemos en Él!

La ventana comenzó a moverse y Ricardo caminó hasta ella.

-Ora por mí. -Dije sintiéndome cansada.

-Ora conmigo. -Contestó Katherine tomándome de las manos, mientras Rick se unía a nosotros.

Yo les escuchaba muy lejos, sentía que ella me sostenía, pero durante la oración algo ocurrió. Por primera vez consideré que Dios realmente existía. Si todas estas cosas que veía no eran de este mundo físico ¿Cómo podía continuar negándome a la realidad de un Dios con control sobre todo?


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-Esto no es lo que esperaba. -Dijo la pequeña Kate. Viéndose cansada, se amarró el pelo en su característica tomate, y miró a Ricardo esperando su opinión.

-Tampoco esperaba el desmayo ¿Podemos hacerlo de todas formas? ¿El exorcismo? ¿Debe estar consciente? -Contestó Rick, refiriéndose a la inconsciencia momentánea de Catalina.

-Yo creo que sí, pero quizás la oración que hicimos fue suficiente. -Contestó Kate, sin experiencia alguna. Si bien su papá había liberado a unas pocas personas que llegaron endemoniadas a su iglesia, ella jamás había mostrado interés en eso.

-¿Son enviados por Dios? -Preguntó Catalina acomodándose en la cama.

Ambos la miraron, al mismo tiempo, y Kate había comenzado a abrir la boca cuando la voz de Ricardo la detuvo.

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