El lindo distintivo rosa crudo en mi cuello no era el único protocolo que debíamos acatar dentro del barco. Luego de zarpar Verónica, la mujer que leyó la lista en el puerto, nos presentó a los integrantes de su equipo o de la "Familia Bostroff", como ella los llamaba.
Nos dieron uniformes (gorras, bufandas, guantes, botas y parcas en distintas tonalidades desde el gris al marengo) con un logo que contenía una B mayúscula y una serpiente enroscada en la línea vertical de la B. Nos entregaron itinerarios para el viaje y al parecer tendríamos que participar de distintas actividades de aclimatación, en todo el sentido de la palabra, porque helaba de una manera terrible.
Además de las terapias grupales y las visitas individuales con los del staff, teníamos que escribir una bitácora del navegante para conectarnos con nuestro "ser interior". Esto del barco no era más que una rehabilitación de buen gusto, no parecía tan estricto ni dramático como en otros lugares en los que yo había estado, así es que creí que su estrategia era más que nada psicoanalizarnos y enviar un reporte a nuestros padres.Lo que más me gustaba del ambiente en el barco era lo cosmopolita, el momento más revelador era la hora de la comida. Nos dejaban en paz para escoger nuestros menús y la variedad de platillos coincidía con la variedad de culturas presentes. Todos éramos libres para movernos alrededor durante el almuerzo y yo ocupaba el tiempo en que todos comían para observar a chicos de distintas etnias y países. Este famoso centro especial de verano debía ser bastante exclusivo, otra excentricidad que mi papa debería pagar utilizando su frase de siempre; "¿Y si los hijos de los hoteleros no son extravagantes, entonces quiénes?
—Seinfield, acércate a la mesa cinco. —Me dijo la señora de la comida.
Le puse una cara malhumorada porque creía que el momento de la comida era tiempo libre, pero como ella tenía pinta de carcelera me senté en donde dijo y comencé a observar lo que puso en mi plato.
—¿Pero qué pasó Lola? Pensé que al menos uno de nosotros se salvaría.
Diego se sentó junto a mí dispuesto a consumir una sopa de aspecto extraño que traía en su bandeja.—Necesitaba un tiempo en alta mar.
—¿No estás aquí obligada? —Preguntó él, sorprendido.
—Por supuesto que no, a mi nadie me obliga a hacer algo que no quiero. —Le sonreí, y él meneó la cabeza con incredulidad.
—Eres una temeraria. —El chico no comía aun, se había entretenido con algo debajo de la mesa.
—¿En dónde compraste esos zapatos? —Preguntó repentinamente mirando mis pies.
—En Italia. —Contesté agradada con su tono de aprobación. Él sin ningún pudor ni aviso previo, tomó mi pierna y la levantó hasta la altura de la mesa. Me dieron tantas cosquillas que reí con ganas. De no haber sido gimnasta en mi niñez creo que algo se me hubiese roto.
—¡Preciosas! ¿habían en números más grandes? Debes darme todas las indicaciones. Cuando salga de este infierno iré de compras a Milán.
—Podríamos ir juntos. —Contesté. —Milan es mi segundo hogar, tendríamos entrada liberada en los mejores lugares.
—Diego, la chica usa vestido, se más amable. —Ambos oímos una voz hablar desde las alturas, no era Dios, pero parecía. Levantamos la cabeza y detrás de nosotros se encontraba Alek sosteniendo su bandeja con la misma extraña sopa en ella.
—Por amable quiere decir respetuoso, el español no es su fuerte. Pero mejor para nosotros, si quieres decirme algo sin que él se entere puedesdecirlorapidito. —Dijo Diego burlándose de su hermano quien se sentó junto a mí. Él definitivamente había entendido la última parte.
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Drogas & Demonios
Mystery / ThrillerCatalina D'aggostino, odiosa adolescente de la elite Chilena, clasista y obsesionada con su peso, huye de su realidad acomodada y vida de excesos luego de enterarse de un asqueroso secreto en su familia. En un viaje al fin del mundo Catalina de...