Capítulo 15. Revelación

193 7 0
                                    


Kate volvió a presentarse a trabajar con cara de cansancio.

—Petra ¿Puedo tener una aspirina? —Dijo a una de las enfermeras que más conocía.

—¿Te sientes bien?

—No, he estado durmiendo mal.

 —¿Desde cuándo?

—Un par de noches.

—¿Desde que estuvimos en Bostroff? —Petra había insistido en acompañarla hasta el centro la noche en que llamaron al hospital.

 —Si. —Dijo Katherine sin mirarla a la cara.

—Kate ¿puedo orar por ti?

 —¿Qué? —Dijo ella sin esperarse la propuesta.

—Yo tampoco pude dormir esa noche y una vez que oré a Dios pude descansar.

 —Petra, yo... 

 —¿No crees en Dios?

La pregunta golpeó a Kate en el estómago como solían hacerlo las pelotas de volleyball en el colegio ¿Creía en Dios?

—¡Doctora Walker! —Gritó un militar que corría para alcanzarla.

 —¿Qué ocurre?

—¡Janice, no respira! —Otro de los militares cargaba a una pequeña a la que Kate Walker había visto en perfectas condiciones el día anterior.

 —Está en paro. —Gritó Petra en cuanto la recibió. Rachel corrió para ayudar a ponerla en una camilla.

 Kate, procedió a las compresiones torácicas e intentó pasarle aire a los pulmones de Janice sin lograr que la pequeña reaccionara. Los segundos eran cruciales para la médico quien continúo con las maniobras de resucitación sin distraerse con nada. Petra preparó todo para comenzar a desfibrilar y Katherine gritó para que los presentes se alejaran del cuerpo, antes de tomar las paletas y realizar la descarga. Esperó, y esperó, sin ningún resultado. Las descargas eléctricas tampoco hicieron la diferencia entre la vida y la muerte. Los minutos pasaron y Rachel decidió intervenir.

—Walker, está muerta.

Kate tenía el cuerpo de la pequeña en la mesa, y su rostro acostumbrado a la risa estaba casi tan lívido como el de la niña que había dejado de vivir abruptamente.

 —Hicimos todo lo que pudimos. —Le dijo un militar a otro, mientras Petra preguntaba por los antecedentes de la menor y la base a la que habría que llamar para contactar a sus padres.

—Deben venir en camino, la base Inglesa no está lejos. —Contestó el asistente del colegio que había venido con los militares.

 —Kate, tú tienes que declararlo y empezar al papeleo. —La rubia tejana nunca había declarado la muerte de un paciente porque ninguno se había muerto en su turno. Nadie que hubiese tratado, ni en su tiempo de estudiante, ni desde que tenía el título había fallecido.

—¿Doctora Walker? ¿Todo bien? —Preguntó una enfermera.

Kate se alejó, sin hablar y entró a la oficina de Álvaro a encerrarse. Cuando estuvo al otro lado de la puerta, lloró sin hacer ruido ¿Qué clase de médico lloraba con la muerte de un paciente? Lloró y lloró hasta que sintió que no podía más de la angustia, su cara estaba manchada con pintas rojas por la fuerza del llanto y sus vías respiratorias cerradas por los fluidos.

 Cuando estuvo al otro lado de la puerta, lloró sin hacer ruido ¿Qué clase de médico lloraba con la muerte de un paciente? Lloró y lloró hasta que sintió que no podía más de la angustia, su cara estaba manchada con pintas rojas por la fuerza del l...

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
Drogas & DemoniosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora