Controlando a Hulk

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Capítulo 19: "Controlando a Hulk"

¿Qué es lo que siento? Pisadas. Plat-plat-plat. Siento como éstas se acercan a mí a gran velocidad. Sudor, nunca he sido buena para correr ni menos tengo la suficiente agilidad. Mi corazón, martillos en mi cabeza y sobre todo en mis pies que laten con cada pisada sobre el cemento.

Miro hacia atrás y veo a Max devolviéndose al auto. He ganado, o tal vez no. Las ruedas del auto chirrian y se dirigen hacia mí. Puedo arrancar de una persona pero jamás de un auto.

Dirijo mi vista hacia adelante y veo a Sarah cruzando la autopista, se esconderá en el callejón que está en el otro lado. Bien pensado. Tomo aire y corro hacia allí como alma que lleva el diablo. Siento como el auto pasa por mi lado y una mano roza mi brazo. Libertad.

Cuando llego al otro lado tengo que detenerme un momento si no quiero desmayarme, ha sido un gran esfuerzo físico para mí y veo que a mi amiga le pasa lo mismo. A ambas nos arden los pies y parecemos perros con la lengua colgando fuera.

—Eso ha estado cerca—dice ella secándose unas gotas de sudor de la frente.

—Aún no me la creo—digo con cansancio sentándome en el borde de la acera.

Hemos corrido un largo tramo y justo ahora se está haciendo notar en nuestros cuerpos.

—Es un idiota—gruñe Sarah—. De verdad está loco... ¡de remate! ¿Cómo se le ocurre? ¿Secuestrarnos? ¿Quién demonios se cree ese tipo?

—Ni idea—río mientras Sarah me mira como si hubiera perdido la cabeza.

Sé que la situación no es para la risa pero estuvimos tan pero tan cerca que me da una satisfacción grande el habernos salvado. Y todo eso me hace reír, tal vez para liberar endorfinas o algo así. Además me hace olvidarme del ardor en mis plantas de los pies.

—Estuvimos así—dice haciendo una pequeña distancia entre sus dedo pulgar e índice y luego uniéndose a mis risas.

—Ay—exclamo cuando he parado de reír—ahora sí que no puedo caminar ni un centímetro más.

Ella desamarra sus zapatos que tienen un leve tacón y deja lucir sus pies rojos.

—Creo que yo tampoco—se soba sus pies lentamente y luego me mira con cara decepcionada—ahora sí que tenemos que llamarlos amiga, no nos podemos quedar aquí y ni menos me obligarás a caminar.

—¿Qué? —medio grito—prometimos no llamar a nuestros novios. No sabes cómo se burlarán de nosotras.

Ella se aparta un mechón de pelo de la cara y bufa.

—Anda ya, después de lo que ha pasado llegarán en un minuto.

Me lo pienso un poco y tiro mi orgullo lejos. Es verdad. Tenemos que recurrir a ellos aunque no lo queramos, ya se hizo mucho más tarde y se nos acerca un regaño grande.

Asiento y saco mi teléfono. Busco en la agenda de contactos el número de Matt y le marco, a los cinco tonos me contesta.

¿Aló? —su voz está rasposa, debió haber estado durmiendo.

—Hey... —comienzo—perdona si te he despertado pero... estamos algo en aprietos.

—¿Algo? —exclama el ya despierto—¿Qué ha pasado?

—Ven a la Avenida que está al lado de Jettix y te lo explico.

Más te vale... —murmura—. Estaré ahí en tres minutos.

Siempre entre DosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora