Poquito más feliz

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Capitulo 27: "Poquito más feliz"

La alarma sonaba y sonaba con un chillido interminable. No podía siquiera despegar un ojo, los sentía pesados y pegados, como si les hubieran puesto un candado a cada uno de ellos.

Sin abrir los ojos deduje que eran las seis y media de la mañana, hora exacta en que me despertaba para ir al Instituto. Lo sé, era muy temprano. Pero vamos, no se en qué momento se me escapaban las horas y salía apenas unos diez minutos de anticipación desde mi casa.

Estaba muriendo, literalmente. Ya no había estragos de mi gran siesta y en mi cuerpo sólo habitaban las dos escasas horas que dormi luego de comer. Suelto un gruñido de frustración y me pongo en marcha.

A las siete con cuarenta minutos salgo con Ryan hacia el Instituto. No había rastros de Brian en la casa y supe por mi primo que se había ido casi al salir los rayos de sol por el horizonte. Debía volver a la escuela o si no le darían una paliza.

—No puedo creer que ya esté llegando el otoño —dijo mientras prendia la calefacción en uno.

—No es para tanto, ni siquiera sopla viento —respondí—. Espera que llegue el invierno, ahí si que se pone helado.

Ryan me miró con unos ojos alarmantes y se acomodó bien el cierre de su cortavientos. El no era de Chicago y por lo tanto aún no se acostumbraba a este clima tan congelado.

—No puedo ni imaginarmelo primis.

Cuando llegamos al Instituto una oleada de pensamientos vino a mi como un flashback. Sí, por unas horas había olvidado todo y ahora al ver ese gran edificio blanco, todo había regresado. Suspiro y me bajo del auto sin más remedio que rogar por tener un día normal.

Estaba en eso cuando mi celular vibró en el bolsillo trasero de mi pantalón.

"Ten un buen día ;)"

¿No que no podían usar celulares dentro de la escuela de Marines? Ay Brian, era bueno para meterse en problemas. Como yo.

No le respondí ya que encontré que no era necesario y al fin pude entrar. La gente iba y venía y se escuchaban mil y un comentarios de la gran fiesta que daría Teo en su casa. Por lo visto, era masiva, pero recién hoy me había enterado de ella. Tal vez era por el hecho de que no veía a Teo en días, incluso no había venido a clase hoy.

Cuando llegue al salón de mi primera clase, me sorprendí al encontrar a Sarah en la entrada. Esperándome.

—Hola, ¿pasa algo? —pregunto en seguida.

—No, sólo quería ver como estabas.

—Pues bien —frunzo el ceño—. ¿Te refieres a la foto?

Ella me sonríe de medio lado y me jala del brazo para no obstaculizar la entrada.

—Sí, ehh... Lamento habértelo dicho pero no pude hacer otra cosa —se acomoda un mechón de pelo detrás de la oreja—. ¿Sabes si es reciente?

Levanto los hombros en un gesto indiferente, en realidad no me había parado a pensar en ese detalle.

—¿Cómo? ¿Qué significa eso?

Sarah no tiene idea de lo que pasa en mi relación, no había hallado el momento óptimo para decírselo pero encontré que ese era.

—No estamos muy bien... con Matt —susurro.

—¿Problemas en el paraíso? —dijo una voz a mis espaldas.

Me giro y por reacción instantánea mi cara se transforma en una mueca de asco. Se notaba a leguas que la chica no me caía nada de bien. Aun así la sonrisa perfecta y blanquecina no desapareció de su cara. Samantha era de esas chicas que conquistan sólo con un movimiento de cadera o de cabello, y no era de las que se rebajaban por nadie. Nunca la había visto con alguien que no fuera el capitán de lacrosse o alguno que otro chico popular. Era muy inteligente y muy dentro de mi la odiaba por eso.

Siempre entre DosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora