Intenciones y suposiciones

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Capítulo 26: "Intenciones y suposiciones"

—¿Que no te quiero? —chillo y lo sigo.

Se ha parado rápidamente y dirige sus pasos hacia el interior del Instituto. No sé si está enojado o qué le pasa, sólo sé que quiere alejarse de mí lo más rápido que pueda.

—Detente, por favor. Debemos hablar —susurro.

Sus pasos se detienen a la mitad del pasillo pero no voltea a verme.
—Ya está todo dicho —dice y se va más rápido de lo que me permite alcanzarlo.

Tal vez debería dejarlo así. Pero sé que este sentimiento helado que me cala los huesos no desaparecerá hasta que hayamos hablado correctamente de todo. Me siento fatal y por una parte sé que es culpa mía.

«¡No!» Me retracto, es culpa suya por ser tan egoísta y no preocuparse de mí. Nunca pensé que mi primera vez sería así, tan... extraña; siempre idealicé lo que pasaría de una forma perfecta y ahora todo se ha ido por un precipicio. Nada salió como quería.

—Hey, ¿has escuchado algo de lo que te dije? —me pregunta Ryan a mi lado.

He estado tan sumida en mis pensamientos que no sabía que había seguido caminando y que a mis pasos, se había unido mi primo Ryan. Debí haber estado completamente en mi misma.

—Mhm. Lo siento, de verdad —murmuro.

—¿Te pasa algo? —pregunta mientras meto mis libros a mi casillero.

—No, no lo creo —digo.

—¿No lo crees? ¿Qué significa eso? ¿Siquiera pones atención a lo que dices? —inquiere en un tono algo elevado.

Frunzo el ceño y me cruzo de brazos. Hoy no es mi día y justo por eso no estoy de ánimos para entablar una conversación con nadie. Sólo quiero ir a mi cuarto y hacerme bolita hasta que todo esto pase y si es posible, desaparezca.

—No me pasa nada ¿bien?

—Sólo preguntaba —murmura con voz queda y se va.

Suspiro y golpeo mi frente contra el locker, sé que sólo estaba preocupado por mí ya que debo tener un aspecto del asco en este momento, pero ¡vamos! No puedo controlar mi humor en momentos así.

—Espera, ¡Ryan! —grito luego de unos minutos cuando lo veo pasear por el aparcamiento.

—Ah, ¿se te pasó Andrés? —pregunta deteniéndose frente a su Toyota Corolla.

—¿Andrés?

—Sí, el que llega una vez al mes —responde con una risita.

Mis mejillas comienzan a enrojecerse y mi boca se abre en una pequeña mueca mientras él se dobla de la risa.

—¡No estoy en mi período! —chillo y al instante me arrepiento al confirmar que el estacionamiento no se halla vacío.
Guardo la poca dignidad que me queda y con la cabeza gacha me adentro en su auto.

—Ah no, yo no quiero amargadas en mi auto —dice aún sin entrar.

—¡Vamos! Llévame a casa o le diré a mamá.

Un reto de ceños fruncidos y miradas amenazadoras ocurre durante un minuto. Pero, al final, cede y con un suspiro nos vamos a casa.

***

Al llegar, mi madre se encuentra haciendo una de sus tantas tartas para la pastelería. Su delantal rosado con florecillas rojas parece no haber visto una lavadora desde hace años. Su pelo enmarañado y recogido en un flojo tomate me recuerda a mí cuando el estrés comienza a superarme.

Siempre entre DosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora