Algo íntimo

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Capítulo 32: "Algo íntimo"

-¡¿Suspendida?! -exclamó mi madre yendo y viniendo por la sala de estar de mi casa.

-No es para tanto...

-¿Cómo? ¿Escuché bien? -gritó mi madre acercándose a mí.

Como si así me intimidara, parecía un pequeño chihuahua. ¿Así me veré yo también? El pensamiento me hizo fruncir el ceño y no tomar en cuenta a mi madre que seguía con su sermón de la buena conducta.

-Tanto que te hemos enseñado tu padre y yo... ¿Para esto? Para que juegues con nuestra confianza...

-Cariño, basta -la interrumpe papá.

Oh-oh. Díganme que él no ha hecho eso.

-¿Me acabas de interrumpir? -gruñó mi madre.

Mi papá rodeó la mesa tratando de alejarse de ella mientras se rascaba la nuca nervioso.

-No, no, cariño, sólo quería decir que no es para tanto.

-¿Tú también con eso? O sea que la apoyas en sus maldades -dijo mi madre poniendo los brazos en jarras.

-Alto, alto. Yo no he dicho eso - suspira mi padre-. Sólo digo que es adolescente y perdona, pero a todo el mundo lo han suspendido alguna vez.

-Ella no es todo el mundo -gruñe mi madre.

-¿Puedo ir arriba? -medio grito interrumpiéndolos.

Mi padre me da una pequeña sonrisa, de la cual mi madre no se percata y me da permiso. Subo rápidamente las escaleras y me desplomo en mi cama. Uff... eso ha sido intenso.

Mi mamá puede ser muy dramática cuando se lo propone, y sobre todo si se trata de mí, "su princesita regalona". Pero detesto cuando se pone en esa pose.

-¿Fue muy malo?

Pego un salto y me incorporo como un rayo en mi cama, tanto así que me mareo. West está aquí, su vestimenta consiste solamente en negro y presumo que por eso no lo vi. Parece un jodido espía y está medianamente oculto en el rincón de mi cuarto.

-¿Qué haces aquí? ¿Cómo entraste? -pregunto de un tirón.

-Existe una ventana -dice tomando asiento en un pequeño sillón que queda de cara a mí.

-Lo sé, pero no está ahí para que llegues y te metas por ella. Esto es propiedad privada.

-Te has vuelto más amargada en ese tiempo -dice con una sonrisa burlona-. Y te han crecido los pechos.

Mi boca se abre en una pequeña "o" y cierro mi sudadera hasta arriba, cubriendo todo mi escote.

-Tienes que irte, si mis papás vienen te matan... además yo no te quiero aquí.

Camino hacia la puerta y la cierro, no quiero que nadie se entere de que él está aquí. Luego hago lo contrario con la ventana, indicándole que tiene que irse. Más él se mantiene estático, examinando todos mis movimientos como un depredador, tan así que siento mis vellos erizarse.

-Vete -pronuncio lento.

-Tenemos que hablar.

-No -lo corto-. No hay nada pendiente entre nosotros así que por favor vete. Te lo digo amablemente.

-¿No me dirás lo guapo que estoy?

Pues sí, el bastardo había cambiado para bien. Ya no lucía con esa ropa grande y holgada, había crecido y sus facciones se habían endurecido haciéndolo ver como alguien mayor. Su cabello estaba muy corto a los lados y más largo por el frente, y su sonrisa... bueno eso no había cambiado. El sabor amargo se acumula en mi boca y me doy una cachetada mentalmente al darme cuenta que lo he estado haciendo.

Siempre entre DosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora