Perdóname, mejor amigo.

6.

Voy entrando a casa, ella sale.

Su pintalabios está corrido o le falta en partes de su tierna boca. Se arregla la camisa hacia abajo y el pelo alborotado con una mano.

Un nudo se instala en mi garganta, mi estómago se cierra y mi corazón bombea lento, con dolor.

Lo oculto.

Le hago una típica broma sobre las cosas sexuales que seguramente ha hecho con su novio antes de que yo llegase.

Sé que ha pasado de verdad.

Se ríe y sigue mi broma con las mejillas sonrosadas mientras se va para entrar en la casa del frente, la suya.

Ella se va, yo entro en casa, me encierro en el baño y me doy el lujo de llorar mientras me doy una ducha.

Solo así, mi mejor amigo no se daría cuenta de mis ojos rojos y mi corazón roto.

Nunca lo hace.

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Lloro.