36.

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La veo acercarse por el final de la calle y sonrío.

Camina sola con los auriculares puestos, las manos en los bolsillos del pantalón vaquero y va mirando cielo.

Baja la mirada dando una larga calada al cigarro que se consume entre sus labios, pero de un momento a otro sus ojos se cruzan con los míos.
No tiene las gafas de sol puestas a pesar de que hoy sería un buen día para llevarlas.

Tiene los ojos hinchados y rojos, al igual que su nariz y sus labios.

Es como si hubiera estado llorado hasta hace poco, pues hasta sus mejillas brillan de los rastros que dejaron anteriores lágrimas.

Me hace pensar que no se puso las gafas de sol a propósito para que la viera de ese modo.

Ella, lentamente, aparta la mirada hacia el otro lado del parque y sigue su camino.

No se detiene en mi tienda.

Eso duele como solo ella sabe dolerme.

Perdóname, mejor amigo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora