24.

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Voy a entrar a casa, saco la llave de mi bolsillo y la meto en la cerradura de la puerta.

No abro.

Oigo ruidos dentro, pero no son ruidos buenos, son murmullos en un tono alto y son indescifrables, así que entro despacio.

Las voces vienen de la habitación de Néstor y Katie sale cerrando con un portazo.

Se restriega las manos en la cara y suspira. Sabe que estoy ahí y aguanta las ganas de llorar.

Me mira e intenta sonreír.

–¿Has oído algo? –Pregunta acercándose a mí que sigo en la puerta.

–Acabo de llegar. –Asiente, besa mi mejilla y se va sollozando.

No lo hagas.

Ian, no.

Detente.

No la sigas.

Pero es muy tarde porque ya estoy corriendo detrás de ella.

Perdóname, mejor amigo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora