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Volvemos a casa en el coche igual que vinimos, riendo, cantando y haciendo infinidad de bromas.

Katie señala una heladería abierta, nos bajamos del coche y pedimos dos helados que vamos comiendo por la avenida marítima mientras damos un paseo.

Al acabar de comer los helados, seguimos caminando hablando, haciendo bromas y comentarios hasta nos quedamos en silencio, pero no es para nada incómodo.

Me agarra de la mano y se apoya en mi brazo mientras paseamos hasta que decidimos que es hora de volver al coche y ponemos rumbo a nuestras casas.

Ya es de noche.

No puedo dejar de sonreír, aunque al pensar que no todo está aclarado siento la necesidad de hablar con Néstor urgentemente.

Perdóname, mejor amigo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora