38.

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Estoy en el andén mirando el billete en mi mano derecha. En la otra tengo la maleta.

Néstor es el único al que le he dicho que me voy y que no sé cuando volveré, si decido volver algún día.

Avisan por megafonía que mi tren saldrá en cinco minutos y nosotros nos despedimos con un abrazo.

No lo merezco.

Un escandaloso motor suena acercándose y miramos hacia la motocicleta que acaba de llegar derrapando. Sabemos de sobra quien es.

Ella se baja a toda velocidad, deja que la moto caiga al suelo sin ponerle la pata de equilibrio y tira el casco al lado.

Corre hacia nosotros con el ceño fruncido y lágrimas a punto de salir de sus tiernos ojos. Tiene una expresión entre molesta y dolida.

Se para a nuestro lado, alterna la mirada entre los dos tomándose su tiempo, levanta la mano y nos da una cachetada a cada uno.

Me lo merezco.

-Si te subes a ese tren, Ian... -Lo señala y traga un nudo. Le cuesta hablar. -Si te subes a ese tren, olvídate de mí para siempre porque te odiaré toda mi vida. -Mira a Néstor. -Tú y yo ya hablaremos de porqué me has ocultado esto. -Se va como vino; subida en la moto y a toda velocidad.

Miro el ticket de mi huida, miro por donde ella se acaba de ir y miro a mi mejor amigo rompiendo el billete en mil pedazos.

-Vamos a casa. -Le digo guardando los trozos en el bolsillo.

-¿No te vas? Katie no lo dice en serio, Ian. -Me consuela.

-No puedo dejar que ella me odie, aunque ya lo hago yo por todos. -Comenzamos a caminar.

-Me tienes que contar qué te tiene deprimido, tú no eres así y si te sirve de consuelo, yo no te odio. -Me da una palmada en la espalda y se adelanta para ir al coche.

-Lo harías si lo supieras. -Murmuró para mí mismo.

Perdóname, mejor amigo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora