1. Él.

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Mi pesadilla comienza en el momento en el que el horrible pitido del despertador casi se carga mi tímpano. Gruño contra la almohada. Aquella noche, solamente había podido conciliar el sueño un par de horas antes de que aquel horrible artefacto me despertara. No había podido dormir. Mi cabeza está punto de explotar. Nuevo país, nueva ciudad, nuevo instituto, nuevos amigos... nueva vida.

Mi nueva vida iba a comenzar aquel fatídico diecisiete de setiembre, y no podía tener menos ganas de levantarme de la cama para ir al instituto, que, por cierto, también era nuevo. Y donde no conocía absolutamente a nadie. Suena alentador, ¿verdad?

Como puedo, salgo de la cama. Prefería levantarme por mi cuenta, qué con la ayuda de mi madre, que, por cierto, los últimos días de vacaciones que había tenido, se los había pasado intentando hacer buenas migas conmigo y animándome para que saliera a conocer a gente. ¿Cómo quería que me llevara bien con ella si me había alejado de mi novio, de mis amigos, de mi familia, de mi hogar? Esta mujer era incomprensible. Me doy una ducha rápida y me visto muy de desgana: me embuto en unos leggings negros y una sudadera gris, y me pongo un gorro porque no estoy de ánimo para peinarme.

La única ventaja de vivir con mi madre es que tengo dinero, y cuando digo dinero, digo DINERO. Mucho dinero. Mi nueva casa consiste en una mansión de cuatro pisos que contaba con un ascensor. Nada de lo que presumir, ¿eh? La mierda es que no tengo nadie con quién compartirla, así que me paso el día encerrada en mi habitación, con la puerta cerrada a cal y canto, y hablando con mis amigos de Hailford por teléfono.

Bajo a la cocina, que está en la planta baja, desde la primera planta, donde se encuentra mi cuarto, que, por cierto, es más grande que mi antigua casa entera. Allí, agarro una manzana y le doy un par de mordiscos para después guardármela en la mochila. Bebo a toda prisa un zumo de naranja, porque tengo que llegar pronto al instituto para poder recoger mi horario y el número de mi taquilla. No me topo con nadie, tan solo con el chef, que se encuentra en la cocina haciendo el desayuno. Salgo de casa con prisas, porque no quería perder el autobús.

Cuando estoy cruzando la carretera para ir a la parada del autobús, una moto negra sale del garaje de enfrente de mi casa, y pasa a toda velocidad por delante de mí. Tengo que dar un salto hacia atrás rápidamente, o sino la moto me hubiera pasado por encima.

—¡Eh, mira por dónde vas! —le grito al motorista, que ya está a punto de doblar la esquina de una de las calles más ajetreadas de Los Ángeles. Me cruzo de brazos y bufo. Mi día no empieza con muy bien pie.

Cuando el autobús anuncia la parada de mi nuevo instituto, bajo de él, como otros tantos jóvenes que no paran de reír entre ellos, comentando la vuelta a clases y como les había ido el verano.

¿El verano? El mejor de toda mi vida. ¿La vuelta a clases? Terrible, gracias, ni siquiera había llegado al instituto y casi me atropellan. Gracias por preguntar.

Por supuesto, nadie se fija en mí. Los Ángeles es una ciudad grande y cada persona tiene su grupo de amigos, pero hay muchos alumnos nuevos, así que paso más o menos desapercibida, sin contar un par de miradas extrañadas. Camino hasta la entrada del instituto y subo las escaleras que llevan a la enorme puerta, atiborrada de adolescentes impacientes. Encima de la puerta hay una inscripción con el nombre del instituto: South East High School.

Entro al instituto un poco asustada, porque no sé qué me puedo encontrar. Antes de irme de Hailford, mi padre me advirtió que Los Ángeles no era para nada lo mismo que Hailford, así que trato de no llamar la atención. Lo último que quiero es que me hagan alguna broma de mal gusto en mi horrible primer día de curso. Camino un poco perdida hasta secretaría, pero al final la encuentro gracias a un mapa gigante del instituto que hay colgado según entras. Miro a mi alrededor mientras espero a que el chico que está delante de mí termine de hablar con la secretaria. Todo es muy grande, blanco y elegante. Cuando el chico se va, me adelanto un paso y una mujer llena de rizos rubios, de ojos azules y penetrantes y con unas gafas de mariposa rosas puestas sobre la punta de su nariz me mira y me sonríe.

Never Forget You © [Evans 2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora