Extra 1. Que oportuno, Freddie [Pt. 1]

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Cuatro meses después.

—¡Connor!

El pelinegro de veintitrés años salió disparado de la cocina al escuchar el grito agonizante de su esposa. Dejó el sándwich que Dylan le había pedido hacía unos pocos minutos y no se molestó en limpiarse las manos con un paño de cocina. Abrió la puerta del salón de golpe, mostrando a una enorme Dylan recostada en el sofá, con un libro sobre su hinchado vientre, y una expresión de dolor bailando en su rostro.

Connor no dudó en acercarse a ella con rapidez. Se arrodilló a su lado y acarició el rostro de Dylan con sus dedos suavemente, apartando algunos mechones de su cabello rubio de su cara. Connor se alarmó cuando Dylan apretó los párpados con fuerza y se llevó la mano al vientre, inclinándose con dificultad.

—Estoy aquí, nena. ¿Qué ocurre? ¿Estás bien? ¿Está bien el bebé? —preguntó Connor, mirando a Dylan con preocupación. Esta alzó sus ojos hacia los iris verdes de Connor, mientras respiraba agitadamente.

—Connor... creo que acabo de romper aguas.

La cara de Connor fue todo un poema. Se quedó sin respiración y su corazón se paró por un momento. Su piel se tornó blanca como el papel. Tembloroso, agarró la mano de Dylan y la colocó sobre el vientre de esta. El bebé se había adelantado tres semanas. Dylan había estado insoportable esta semana, pidiendo cosas sin parar, contestando borde sin tener razón, llorando por cosas que no tenían sentido, enfadándose monumentalmente por asuntos minúsculos, pero ambos habían pensado que era cuestión de el último mes de embarazo. Pero no era así. Era porque —y ahora lo sabían—, el pequeño Freddie se había decidido adelantar tres semanas y estaba a nada de estar entre los brazos de sus padres.

Había llegado la hora.

—¿E-estás segura? —balbuceó Connor, sin apartar los ojos de Dylan. Ella frunció el ceño y se levantó del sofá a duras penas, con la ayuda de Connor. Esa barriga era lo más incómodo que había llevado en toda su vida—. No sales de cuentas hasta dentro de tres semanas, podría ser una pérdida de orina, o... ¿estás segura?

—Claro que estoy segura, idiota. Creo que cuando un tsunami de líquido te está recorriendo las piernas, lo notas, ¿sabes?

Connor ni siquiera se inmutó ante las formas de Dylan. Llevaba así de irascible desde hacía un mes y por lo que habían leído en libros e internet, no era extraño, puesto que las hormonas de Dylan estaban completamente alborotadas. Vamos, como si estuvieran montando una fiesta.

Se levantó del sofá y comenzó a caminar en círculos por el salón, alarmado. ¿Cómo podía haberse adelantado tanto? ¿No tenía que nacer a mediados de septiembre? ¿Qué iba a hacer ahora?

—Dios mío... ¡Dios mío! —exclamó Connor, llevándose las manos a la cabeza. Se obligó a tranquilizarse. Todo iría bien, solo tenían que mantener la calma. El chico tomó aire por la boca varias veces antes de volver a hablar. Miró a Dylan, quién lo observaba con las cejas alzadas y una pequeña sonrisa—. Venga, nena. Tenemos que ir al hospital. ¿Tienes las llaves? Yo iré a por la ropa del bebé y... —Connor paró en seco cuando la mano de Dylan agarró su brazo. Se dio la vuelta para ver a su esposa, mirándole, divertida, con un brillo juguetón en sus ojos—. ¿Qué? ¿Qué pasa? ¡Tenemos que darnos prisa! ¡Vamos a tener un bebé!

—Connor, espera —le instó Dylan, asintiendo para darle a entender que estaba bien. Él frunció el ceño. ¿No le estaba doliendo como mil demonios? ¿Qué hacía sonriendo? —. Era una broma.

El aire salió de golpe de los pulmones de Connor, y después, pudo respirar tranquilo. Se dejó caer en el sofá, dándose cuenta de que una capa de sudor estaba cubriendo su frente. Estupendo, no era él el que iba a tener que parir, pero ya estaba sudando. Dylan se sentó a su lado cuidadosamente, mordiéndose el labio para evitar las carcajadas.

Never Forget You © [Evans 2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora