2. Key Coleman.

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No puedo articular palabra. Es Key. Key Coleman, mi exnovio, está sentado enfrente de mí, en la cafetería de mi nuevo instituto en Los Ángeles, mirándome. Intento hablar. Mi voz suena como un hilo tembloroso.

—¿Key?

Su boca se abre con sorpresa. Cuantas veces besé yo esa boca...

¿Qué haces pensando en eso? Tienes novio, Dylan, por si no te acuerdas.

Suelto un jadeo. Es él, verdaderamente es él. No puedo creérmelo. Es decir... ¡es demasiada coincidencia! No puedo apartar la mirada de sus ojos ambarinos, ni él de los míos. Cuando se decide a hablar, mis pulmones se vacían de aire.

—¿Dylan? —pregunta, y yo asiento efusivamente. Él se levanta con cuidado y muy despacio de su silla mientras no deja de mirarme, sin dar crédito—. Dios mío, Dylan, ¿verdaderamente eres tú?

Yo también me levanto de mi silla. De todos los sitios en los que Key podría estar, habíamos coincidido donde menos me lo esperaba. No puedo resistirme las ganas que tengo de abrazarlo. Hace que no lo veo casi dos años, sí, pero había sido mi novio durante mucho tiempo y había estado superando que se había ido meses, llorando en mi habitación. Y ahora nos volvíamos a encontrar. Claramente, el destino estaba planeando algo.

—Oh, Dios mío —exclamo, a la vez que salto hacia él y él me recibe con los brazos abiertos. Entierro mi cara en su cuello y aspiro su olor. Huele como siempre... a vainilla y canela—. No sabes cuánto te he echado de menos, Key, no sabes cuánto...

—Shhh —me calla, pasando una de sus grandes manos por mi pelo y revolviéndomelo completamente. No me importa. Le aprieto la espalda con mis manos—. Yo también te he echado de menos, rubia. Más de lo que te imaginas.

Cuando siento que el abrazo está durando más de lo que debería, me separo de él un poco incómoda, pero sonriente. Ya sé que tengo novio y que no debería sentirme bien al abrazarle, pero ha sido como recuperar a un viejo amigo, reconfortante.

—¿Qué estás haciendo aquí? —me pregunta, sin dejar de sonreír. Veo que su mano busca la mía, y entrelazamos nuestros dedos juntos, pero no puedo evitar sentirme culpable por Connor.

—Mi madre se quedó la custodia, y me he tenido que mudar —le explico, mientras no puedo dejar de sonreír. Es que es como ¡increíble! Estoy hablando tranquilamente con Key, como si tuviéramos quince años y estuviéramos saliendo.

—No puedo creérmelo —dice él, negando con la cabeza.

De repente, me doy cuenta de que no estamos solos y que todos los que estaban sentados en la mesa nos miran con los ojos muy abiertos y con la mirada extrañada.

—¿Vosotros os conocéis? —pregunta Elena, mirando alternamente a Key y a mí.

—Más que conocernos —responde Key por mí.

—¿Y eso?

Me pongo colorada enseguida. El tema de los novios y los amores siempre me ha dado vergüenza, y aquí estoy yo, delante de un grupo de personas que acabo de conocer, a punto de explicarles mi historia en común con Key. Alentador, ¿verdad?

—Antes de mudarme aquí, Dylan y yo fuimos novios —explica Key, y pasa un brazo por mis hombros. Este sería un buen momento para comentar que tengo novio, pero prefiero contárselo a solas—. Rompimos cuando me tuve que mudar porque las relaciones a distancia nunca funcionan.

Se me encoge el estómago al oír aquello. Aún no sé si a Connor lo han aceptado en la Universidad de California, y si no lo han aceptado, significa que vamos a tener que aprender a llevar una relación a distancia, porque no pienso romper con él. Key y yo decidimos cortar por eso mismo, porque las relaciones a distancia son difíciles...

Never Forget You © [Evans 2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora