Mártir

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Maldito frío inoportuno
que no se apiada de mi soledad,
soledad oscura,
soledad eterna.
Como este firmamento imponente,
Que me recuerda lo mucho
que te gusta ver el cielo.

Tú estás allá,
dichosa,
enamorada.
Yo estoy acá,
hablándole a la almohada.
Tú estás amada,
tú estás cuidada,
tú eres feliz.
Yo soy el hombre
que no es feliz sin ti.

Tú amas
como nunca has amado,
tú estás satisfecha,
tú eres dichosa a su lado.
Yo soy un pobre mártir,
que ante tu partir,
no tuvo otra opción
más que amar tu recuerdo.

Y es que tu recuerdo
está presente como el mismo aire,
Estás conmigo en todas partes.
Tu cuerpo,
tus labios,
tus ojos enamorados;
que me desnudaban el alma,
que eran mi universo.

Te fuiste,
y te llevaste todo contigo; 
los recuerdos,
los abrazos.
No me dejaste ni un beso.
Esos besos utópicos,
que únicos,
me hacían perder los estribos.

Y es que tus besos
son el placer más inesperado,
el sabor más placentero.
Como tu olor,
que aún se distingue en mis sábanas,
En mis cosas,
en mi piel.
Estás en todas partes,
¿cómo puedo sacarte,
si ya no estás aquí?

Y aquí estoy yo,
en mi oscuridad,
aferrándome a tu recuerdo.
Ahora estás en manos de otro hombre,
que dice amarte más que a nadie.
Yo no concuerdo.

Porque sí,
me di cuenta tarde que yo te amaba.
Que te amaba en exceso,
que te amaba más de lo que pensaba.
Me equivoqué,
dejé que partieras,
y que en mil partieras
este  mísero corazón.
Y destrozado, te lo llevaste
envuelto en tu pelo,
escondido en tus labios,
reflejado en tus ojos.

Me equivoqué,
y me odio por eso,
porque no puedo evitar pensar
en lo feliz que eres,
y en lo infeliz que eras conmigo.
Me carcome el alma
saber que no te aproveché.
Que no aproveché
tu belleza absoluta,
que no aproveché
tu piel.

No sabes
cuánto te extraño,
no sabes cuánto envidio a tu amante;
como lo amas a él,
decías amarme antes.
Más yo no supe lo que tenía,
te fuiste y me dejaste la monotonía.
Ahora no tengo nada;
mientras yo me pierdo,
tú lo amas.
Mientras yo te dibujo,
él te abraza.

No quiero ser parte
de ésta realidad tan amarga,
amarga como el café
que no hace tus manos,
amarga como mi destino vacío,
ya no encuentro consuelo sin ti.

Porque te fuiste,
me dejaste
como se dejan los zapatos viejos.
No pude aprovecharte
y ahora me encuentro aquí,
maldiciendo cada segundo
que pasa sin ti.

No voy a tratar de buscarte,
de recuperarte.
Aunque te amo,
aunque te extraño,
más de lo que soporto,
no te buscaré nunca más.
Yo no merezco
tal perfección,
sólo merezco
la perdición,
merezco verte radiante
con alguien más,
merezco cada noche
abrazar la soledad.

Yo no te esperaré,
pues sé que no regresarás,
yo no pido que me recuerdes,
sólo pido a la vida
que me permita
verte una vez más.

Sol de medianocheDonde viven las historias. Descúbrelo ahora