Capitulo 36: ¿Ya llegamos?

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Grito desesperadamente el nombre de Max pero ni un solo fonema se escucha, mis labios se mueven pero no emiten sonido alguno. La combinación tanto del humo del incendio en el bosque como de la densa capa de humareda de las latas, penetran en mi nariz, en mis pulmones y en la garganta, arrebatándome la voz.

Camino torpemente por los alrededores, tanteando con mis manos el lugar donde me encuentro. Lloraba, como siempre, hipando, haciendo un gran esfuerzo por no hacer sonoros mis sollozos y no llamar la atención del monstruo. Aunque, parecía que para ellos, yo no estaba aquí.

Claro... ¿Cómo me podrían prestar la mínima atención cuando ya habían llegado a su cometido? ¿Para qué les servía yo?

"No está muerto" Vuelvo a decirme.

Me topo con un pino y caigoraspándome la cara contra el rugoso y apedriado suelo. Deseaba tanto quedarme ahí, tirada junto a los hongos y el musgo, y no levantarme jamás. Quería que mi vida terminara en ese preciso momento y fundirme con la tierra para no volver a pensar, no volver a sufrir. El dolor es insoportable... el dolor emocional por haber perdido a Max es el más matador, el dolor en mi cuerpo queda reducido a nada en comparación a ese.

Cierro mis hinchados ojos para escuchar lo que sucede a mi alrededor. No sabía qué había ocurrido, ni quienes sé quiénes habían llegado y por qué se escuchan disparos continuos.

No escucho voces, ni acentos extranjeros, ni motos... Todo el lugar está invadido por el sonido del quemar de los troncos y las plantas. Sentía el calor de la llamarada que se acercaba a donde estaba, mi cuerpo quemaba. Cada vez el fuego consumía más, y más hierba... Mi cara sudaba y gotas de ese sudor amenazan con invadir mis ojos.

Lo razonable era moverme de ese lugar y alejarme del fuego pero no podía. Mi cuerpo no reacciona y estoy extremadamente cansada ¡Mierda! Mi respiración es un desastre, no sé cómo es que sigo viva si casi ya no respiro, siento que con cada inhalación mi pecho se destroza en mil pedazos. Mis brazos son dos masas lánguidas tiradas a los lados de mi cara, inútiles sin energías.

Por más que quisiera mover mi inservible cuerpo y mi alterada mente no me dejaban. Me torturaba con la imagen de Max... Casi muerto siendo arrastrado por saber quienes. Sollozo más fuerte, soltando al fin, un alarido de dolor que se expande como un eco, llegando a cada rincón del bosque.

¿Para qué vivir si él ya no existía? ¿Y si en verdad está muerto?

Quizás... Si hubiera enterrado más mis uñas y lo hubiera sujetado con más fuerza... él estaría conmigo.

Quizás si me hubiera ocultado mejor, Max no hubiera recibido aquella descarga eléctrica y estaría conmigo diciéndome qué hacer, corriendo junto a mí sin soltar mi mano.

Quizás si aquel día no hubiera salido de mi depa y no hubiera sido secuestrada, Max estaría aún junto a mí sonriéndome.

Quizás si no lo hubiera conocido, él estaría vivo...

 Siento la tierra vibrar por debajo de mí y unos pasos se acercan a mi posición.

"Debo huir" Es el primer pensamiento que cruza mi cabeza pero no hago nada al respecto.

¿Ya para qué?

La muerte sería instantánea, rápida y talvez no la sentiría ¿Que mejor cosa que la muerte en esos momentos? ¿Quién me extrañaría? ¿Mi gato muerto? ¿Mi padre drogadicto y alcohólico que me odia? Quizás Kitana llore mi muerte y me extrañe, talvez ella sea la única persona presente en mi velorio a excepción del cura.

¿Y si voy al mismo lugar donde estaba mi madre? La vería de nuevo...

Ese último pensamiento me hace sonreir levemente con mis ojos aún cerrados. Ganaría más con la muerte que con la vida, sí...

Entre besos & disparosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora