Capitulo 47: El hombre vestido de negro

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La semana no inició nada bien. Nada, nada bien.

Max no ha vuelto a llamar y cuando yo lo he intentado, no hubo respuesta. Aquello solo conseguía preocuparme más, como una alarma constante que suena y suena en mi mente con la cara de Max. Además de eso, hace dos noches un visitante poco deseado por las mujeres había venido por mí, despertándome a las cuatro de la mañana enredada entre mis sábanas blancas que habían quedado como la bandera de japón. 

Tal y como había dicho Karina en la central, mi periodo debí regresar. 

Así que aquí estoy en mi trabajo, con un cerebro inundado en hormonas que le dicena mi cuerpo distintas cosas como: "¡Toma, siente ira! Oh mira no hay harina ¡llora! ¡Chocolate trágatelo!"

Ah sí... y tengo gripe.

Dejo los platos en el lavadero no sin antes mirar la hora. Quiero irme del trabajo, no me siento nada bien y los cólicos parecen multiplicarse.

- ¿Qué te pasa? - Pregunta Jason entrando al lavadero del café - Luces como si estuvieras poseída.

- Puede que si - Suspiro y lo lamento al segundo porque mi nariz se tapó.

- Anda a atender las mesas, yo me ocupo de la comida.

Traducción: No botes tus gérmenes en la comida.

Tomo un paño, junto al frasco de detergente y salgo del lavadero pisando fuerte, de repente enojada sin motivo. En esos días no podía confiar en mis emociones alteradas, podría ver las noticias y llorar de la nada o ver Titanic y enojarme con el iceberg. Todo por las estúpidas hormonas.

Era las cinco de la tarde, el café no estaba con muchos clientes como solía estar y doña Clara se había ido hace mucho diciendo que estaba cansada. El día se muestra oscuro y una fuerte lluvia cae a montones obligando a las personas, que regresan de su trabajo, a correr con periódicos sobre sus cabezas.

Comencé a limpiar las mesas desocupadas refunfuñando para mis adentros. Un hombre regordete con cabeza de bolicha me hace una pregunta pero no sé que cara ve pues olvida lo que quería y vuelve a su dona.

Bien pensado cabeza de boliche.

Las tres mesas quedan limpias pero el reloj no parece avanzar. ¡Apenas han pasado cinco minutos desde la última vez que había visto la hora! ¡Dios!

- ¿Jason?

- ¿Si? - Grita desde el lavadero.

Camino hacia él, arrastrando mis pesados pies.

- Doña Clara se ha ido...  ¿No podemos cerrar más temprano? No hay muchos clientes.

- No. Soy el responsable.

- Se supone que soy yo la responsable siempre.

- Si, pero no sé que te pasa hoy. Llevas el diablo dentro.

- Te diré lo que me pasa - Jason gira un poco su torso para mirarme - Tengo el mal femenino... - Digo mientras Jason se hace una idea de a lo que me refería  - Aquel con el que Eva fue castigada cuando fue expulsada del paraíso...

- ¡Ya, ya no me digas! - Jason se tapa los oidos con sus manos llenas de espuma del jabón de los platos - Ya entendí...

No pude evitar reirme de su reacción. Hombres...

- Ya que estas con... Con... - Pensó la forma correcta de decirlo mientras yo me reía - ... Con eso. - Dice finalmente - Puedes irte temprano, puedo solo no hay muchos clientes de todos modos.

Su propuesta es tentadora pero no la aceptaría, quizás en otros tiempos donde no tenía un trauma con las calles desoladas, quizás en ese entonces hubiera dicho si. Pero ahora no puedo andar sola por las calles y mucho menos cuando ya es tarde, así que lo que más quiero es que Jason me acompañe hasta tomar el bus.

Entre besos & disparosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora