- ¿No vendrás a trabajar?
- No, lo siento mucho Doña Clara – Me aclaré la garganta y empeoré la voz – Amanecí muy enferma, no puedo levantarme.
Mi jefa suspira al otro lado de la línea, pero al final acepta y me desea una pronta mejoría.
- Gracias, recuperaré las horas.
- El sábado espero que puedas venir.
No lo creo pero de todas formas le digo que sí. Cuelgo y me enrollo en las sábanas, soltando quejidos de dolor. He amanecido con el cuerpo tan adolorido que ni siquiera me he cambiado de ropa, todo mínimo movimiento me duele y he tenido que faltar al trabajo porque solo imaginarme subiendo y bajando de los buses ya me causa dolor.
Le escribo a Kitana preguntándole cómo está, pero no recibo contestación alguna. Recién son las ocho de la mañana por lo que ha de seguir dormida. Entierro la cara en la almohada y fantaseo con un día de vagancia, en el que paso acostada en la cama rodeada de comida... Sin hacer nada.
No sé en qué momento me quedé dormida pero al abrir los ojos ya son más de las diez de la mañana. Puesto a que no saldré de casa para nada, decido levantarme muy despacito y adelantar trabajos. Hacer deberes requiere de trabajo mental, y no físico lo cual me cae perfecto.
Me senté frente a la laptop con una jarra de café y mi pijama de Scooby Doo y comencé a teclear.
El viernes trascurrió demasiado rápido y cuando mi estómago rugió de hambre ya eran cerca de las ocho de la noche. Cerré la laptop y caminé a la cocina a preparar algo rápido, mientras tanto puse mi celular a alto volumen con la música que me gustaba.
Mi departamento estaba muy silencioso ¡Y claro solo yo estaba aquí! Por lo que comencé a sentirme rara, así que puse música para que me hiciera compañía. Necesitaba una mascota, un perro un gato ¡Un gusanito! Algo que estuviera aquí conmigo.
Decidí irme temprano a la cama así que llevé mi adolorido cuerpo a mi habitación. Revisé mi celular y Kitana ya había contestado.
*Necesito una silla de ruedas ¿Tienes una que me prestes?*
*Lo siento, la estoy usando L* Respondí.
*He pasado la tarde haciendo la muñeca vudú de la Teniente Córdoba, quieres desquitarte? Ven a mi casa*
Voy a contestar pero el sueño me gana...
***
Ya había amanecido y el cielo se teñía de una mezcla amarillo-naranja. Como siempre me levanté con la mayor pereza del mundo y me preparé para salir. Cerré el zipper de mi abrigo y caminé despacio a la estación del bus, mis músculos estaban resentidos conmigo así que debía tratarlos bien. Hoy me tocaba trabajar, doble jornada, es decir hasta tarde y cerrar el café, ojalá Jason también se quedara, me agradaba ese muchacho.
Miraba a través de la ventana del bus mientras cantaba. Estaba perdida con mis audífonos a todo volumen.
Al llegar al local Jason me recibió con una enorme sonrisa mientras barría la acera. Le correspondí a su gesto entrando lo más rápido que pude para ponerme el uniforme.
- Ayer pasé todo el día aburrido - Comentó Jason.
- Tu payaso personal, o sea yo, no pudo venir. Lo siento.
Hablamos acerca del infierno que pasé en manos de las tres Tenientes. Jason se reía en cada palabra que decía lo que me hizo darle un golpe en su cabeza pero terminó doliéndome más a mí que a él ¡Ni siquiera podía alzar el brazo, me dolía tanto!
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Entre besos & disparos
RomanceEn algún oculto rincón de Rusia estaba ella, rodeada de otras siete almas que al igual que la protagonista esperaban anhelantes que los encontraran, aunque aquello parecía improbable. Tanto de día como de noche, había oscuridad y el frío los tortura...