Capitulo 5: Dulce venganza

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Generalmente el pasar de los días era rápido para mí. Había ocasiones en las que me sorprendía del día que era o incluso vivía perdida en las fechas. Pero eso no se dio en los últimos días.

Parecía que cada segundo de mi día duraba el triple, las clases pasaban dolorosamente lentas y ni qué hablar de las horas de trabajo. No me consideraba impaciente pero ¡Quería que el reloj se diera prisa! ¡Quería que los días pasaran con la rapidez a la que estaba acostumbrada y así finalmente llegara el martes!

Luego de una dolorosa espera, por fin estaba donde quería.

Eran las 8:10 am y los cuarenta alumnos estábamos de pie cerca de la pista de aterrizaje de la base esperando a nuestros tutores. Kitana estaba a mi lado, retocándose el cabello el cual lo tenía peinado.

- No entiendo por qué te peinas y te maquillas sabiendo que hoy nos harán sudar.

- Primero muerta que fea, querida.

Su comentario me hace reír. Kitana y yo compartimos muchos gustos y puntos de vistas pero somos tan distintas con respecto al aspecto personal. Kitana se preocupa por su aspecto, yo no tanto, a Kitana le encanta el maquillaje, a mí no me vuelve exactamente loca. Sí, me maquillo pero cuando la ocasión lo amerita.

Desvío mi mirada a mi atuendo: un jean, una blusa de tirantes y los mismos zapatos deportivos que traje el jueves pasado. Miro a Kitana quien usa un jean color crema con una blusa delicada blanca y sandalias descubiertas.

Al hacer tal comparación concluyo que debí poner un poco de esfuerzo en mi atuendo. Y en mi subconsciente sé que lo hubiera hecho solo para estar bonita para Max.

Discretamente sacudo la cabeza alejando los tontos pensamientos.

Luego de unos minutos los dos tutores aparecen en la pista. Van vestidos igual: pantalones de ejercicio de camuflaje con una camiseta negra de cuello redondo y enormes botas el mismo color. Nos dividimos y me despido de Kitana con un lloriqueo de burla por lo que nos esperaba.

- Bienvenidos de vuelta – Saludó – Hoy vamos a recorrer el edificio que está allá.

Llevó un brazo hacia atrás señalando una enorme construcción cerca de la pista. Lideró la marcha pero antes de eso me localizó y me llamó con un gesto de su mano. Ante aquello mi corazón aumentó el ritmo haciendo que la sangre llegara a mis mejillas, me llevé las manos a la cara y masajeé intentando quitar el tonto rubor.

Legué a su lado sintiendo en mi espalda las miradas de algunos.

- ¿Cuál es tu puesto? – preguntó.

Okey... ni un amable buenos días. Lo miré confundida sin saber a qué se refería.

- ¿Mi pu-puesto?

Su boca formó una fina línea y su mirada me clavó en el suelo.

- ¿Dónde te dije que debías estar siempre?

- Oh ah... - Trago saliva y bajo la mirada completamente nerviosa – Al frente del grupo.

- Correcto.

Se aleja y camina hacia el edificio. No me había dado cuenta que estaba al final. José se acerca por mi espalda y camina a mi lado.

- ¿Qué tiene contigo? Se lo veía enojado.

- No lo sé. Aun no entiendo qué pasó.

¿Esto estaba esperando todos estos días? ¿Qué me hablara así?

Ingresamos a aquel enorme edificio. Es similar a un coliseo, hay una gran pista de cemento en el centro y altas gradas que se elevan a todos lados. El techo es extremadamente alto y todo el lugar está iluminado por luces blancas. En cierta parte del coliseo hay barras metálicas instaladas para hacer flexiones.

Entre besos & disparosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora