Epílogo

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Bebo un sorbo de la botella de cerveza que sostengo en mi mano y como reacción hago una mueca ante el amargo sabor.

¡Uhg! ¡¿Cómo pueden beber eso y disfrutarlo?!

Miro asqueada la botella, llena todavía, y la deja sobre la mesa de billar del bar. Esto era lo primero que no me había gustado del bar donde Andrea nos había citado, lo demás estaba bien y me sorpendió que me gustara aquel ambiente.

El bar "Bar-baro" (Que nombre más divertido) está refundido entre altos edificios del norte de la ciudad. Es una especie de sótano, muy grande y limpio, iluminado por luces opacas que sirven para iluminar el camino justo para que no tropezaras en la oscuridad y te partieras el cuello. Habían mesas de billar ¿Qué bar no tiene una? También un larga barra curva donde se venden diversas bebidas y también las amargas cervezas, en la que he desperdiciado inútilmente $1.50 de mi bolsillo.

Mesas altas, redondas y sin sillas están ubicadas por todo el lugar, ocupadas por parejas pegajosas intercambiando saliva o por motociclistas viejos que aparentan ser rudos... Y luego estoy yo: una universitaria que no podía beber una cerveza.

Es domingo por la noche y el bar "Bar-baro" está lleno, casi no se puede poner otro pie en el lugar. La música de fondo no se escucha por el bullicio que las personas generan.

- ¡Luisa!

Andrea viene sonriendo a mí. Viste un jean ajustado, zapatillas y camiseta, como yo. Es bueno saber que no soy la única que luce como niño en el bar.

- Hola Andrea. - Respondo dándole un fuerte abrazo.

- ¡Que lindo verte! - Se separa y me sostiene por mis hombros - ¡¿Cómo has estado?! - Pregunta sobre la bulla del lugar.

Le doy un resumen de lo que me había ocurrido desde que había regresado.

Andrea sonreía y asentía a todo lo que decía. Se la ve feliz, normal, como una adolescente que asiste por primera vez a un bar. Andrea es de esas chicas que contagian su buen ánimo, con estar cinco segundos con ella ya sentía emoción por la reunión en el bar, el cual se había llevado a cabo después de todo.

Hace dos semanas exactamente, había recibido una llamada de Andrea. Había regresado junto con los demás en un mismo avión, excepto Didier, él había tomado otro avión con un destino diferente. No sabíamos si lo veríamos en el bar esa noche.

- ¿Has venido sola?

Caminamos hacia la primera mesa vacía que vemos, ganándola a una pareja de novios que nos dirigen una mirada enojada. Andrea bebe un sorbo largo de su cerveza, diciendo un "Ah" al final.

- No, no he venido sola. - Le acerco mi botella de cerveza - He venido con Max.

- ¿En serio? ¿Dónde está?

Mira a los lados, buscándolo. Al encontrarlo, lo señalo. Max está en el otro extremo del bar, lanzando dardos a un blanco con muchos circulos, colgado en la pared. A su alrededor se han congregado varias personas, sorprendidas al ver que es el décimo dardo que da en el centro del blanco.

Fanfarrón, le gusta alardear.

Había alcanzado a convencer a Max de que me acompañara al bar, acumulando méritos. Sabía que estaba aburrido, ése no era un lugar para el serio y muy responsable agente Lombardo pero él lo soportaba por mi, así que, lo había mandado a lanzar dardos para que se entretuviera. La tarea que le mandé funcionó y no se separaba del tiro al blanco.

- ¿Cómo estas Andrea?

- Nunca he estado mejor - Responde con una radiante sonrisa - ¿Puedes creer que la agencia me da dinero cada mes? ¡Eso está más que increíble! ¡Así cualquiera se deja secuestrar!

Entre besos & disparosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora