Era cerca de las tres de la tarde cuando por fin pude salir de la U. Había estado todo el día metida entre libros y proyectos, entre clases y presentaciones, entre la locura y la cordura... Como había dicho antes: la semana negra había llegado y con toda fuerza.
Diana y Gabriela me habían invitado al cine con ellas, pero había rechazado la salida alegando gran cansancio, lo cual era cierto; sentía que quería dormir por dieciséis horas seguidas.
Tomé el bus el cual estaba vacío. Se podía contar con una mano a los pasajeros, de entre ellos uno me llamó la atención. Con un conjunto despreocupado, con jeans rasgados y tennis, con el cabello café claro en forma de remolinos por toda su cabeza, aquel hombre me había llamado la atención. Tenía el vago presentimiento de haberlo visto antes ¿Pero en dónde? ¿En el trabajo o quizás en la universidad? No lo sabía.
Su edad se acercaba a casi los 40 pero se lo veía muy bien conservado y con buen físico.
Alejé la vista de aquel tipo, el hecho de que mi vida ahora sea un desastre no me daba autorización de andar fisgoneando en la vida de otro. Mejor dejar de verlo antes de que aquel hombre se diera cuenta de mi observación.
El viaje fue rápido debido a los pocos pasajeros. Caminé y de lejos vi mi distintiva puerta roja, al entrar fui recibida por un coro de maullidos protagonizados por Nemo. Lo alcé y besé hasta que me lo permitió, mi gato era cariñoso, pero hasta cierto punto, si te pasabas Nemo te daba una caricia con sus garras.
Lo coloqué en el piso y le serví su comida. Mi gato estaba gordo ¡Obeso! Y muy grande, ya casi tenía tres meses conmigo y no era nada igual al gatito abandonado que encontré en una lata vieja y oxidada.
Dejé mi bolso sobre la mesita de la sala y me dirigí a la cocina, tenía hambre y debía cocinar. Abrí la nevera fijándome en el pequeño calendario pegado en la puerta. Apenas había trascurrido dos semanas desde la partida de Max, solo quedaban otras dos para su regreso.
Sinceramente la ausencia de Max se había sentido de una forma no tan fuerte. Había comenzado a acostumbrarme a verlo dos veces a la semana por los viajes de la U a la base, pero como eso acabó ahora no lo veía ni siquiera los fines de semana. Extrañaba verlo y reírme con él, y ahora que tenía un novio no lo vería por mucho tiempo. Mi vida ahora era igualmente solitaria que antes.
Unos golpes a la puerta me sacaron de mis pensamientos. Miré el reloj y éste marcaba las cinco de la tarde ¿Quién podría ser a esta hora? Oh, quizá era la señora Carmen que venía a cobrar la renta, ya era cerca de fin de mes, por lo que sería...
Otros tres fuertes golpes se escucharon.
Nemo se levantó de su siesta en el mueble y miró la puerta igual de intrigado que yo. La señora Carmen tenía setenta años y no podía golpear así de fuerte mi puerta. Dejé de picar los vegetales y caminé en silencio a la puerta, asustada de no saber quién podría ser.
Pegué un salto cuando volvieron a golpear duro, pero esta vez los golpes fueron más duraderos.
- ¡Basta! – Dije realmente nerviosa - ¿Quién es?
No escuché respuesta, solo podía escuchar los golpes que mi puerta recibía. Realmente asustada corrí a mi cuarto, seguida de Nemo y me encerré ahí esperando que terminara aquello tan raro.
¿Qué demonios estaba pasando? ¿Era una broma... o algo así? No veía a Jason haciendo una broma pesada como esta ni a Kitana.
Estaba comenzando a asustarme en verdad. Y si quería entrar... ¡Dios por favor no!
Con la misma rapidez con que comenzó los golpes, así mismo desaparecieron. Pegué mi oreja a la puerta de mi cuarto y esperé a que comenzaran de nuevo con la estúpida broma, pero aquello no se dio. Abrí la puerta lentamente y salí con cortos pasos hasta quedarme de pie en la cocina. Esperé unos minutos más y no volvieron a tocar.
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Entre besos & disparos
RomansaEn algún oculto rincón de Rusia estaba ella, rodeada de otras siete almas que al igual que la protagonista esperaban anhelantes que los encontraran, aunque aquello parecía improbable. Tanto de día como de noche, había oscuridad y el frío los tortura...