Capitulo 26: El amor se goza en la verdad

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¿Alguna vez han tenido uno de esos sueños que, además de ser ridículos, son divertidos? Esos son mis favoritos.

Soñé que era una ave negra que lanzaba bolas se fuego y que debía cumplir alguna clase de misión y creo recordar ver a Rihanna asomada por ahí. Lo mejor de aquel fantasioso sueño fue la sensación de volar. Era maravilloso, recordaba con total claridad la vista que tenía al volar, los prados verdes que pasaban debajo de mi cuerpo emplumado continuaban en mi memoria. Pero tenía que despertar, de vuelta a la inevitable realidad.

Estoy despierta sí, pero me niego a abrir los ojos. No quiero a enfrentar lo que sea que me esté esperando. ¡Qué irónico! Justo unas horas antes me jactaba de lo valiente que había sido. Ya decidida y con un poco de nervios, comienzo lentamente a explorar mi alrededor. Empiezo con el tacto. Palpar es mi opción más confiable. Mis manos se mueven alrededor, tocando y descifrando. Hago una mueca cuando siento un pinchazo de dolor en mi mano izquierda. Aún con los ojos cerrados, no me preocupé mucho pues aquel dolor se fue tan rápido como vino. Una vez superado aquello, sigo con lo que estaba haciendo.

Sábanas. Hum, entonces estoy sobre una cama. Eso explica el por qué estaba tan cómoda. Automáticamente, mis manos vuelan hacia mi cuerpo. Suspiro de alivio al sentir mi ropa puesta, "Bien, estamos bien" Pensé.

La temperatura era difícil de definir. No sentía calor pero tampoco estaba muriéndome de frío como en aquella vieja fábrica. El ambiente está perfecto.

"Hasta ahora, ninguna novedad" Me dije "Vamos con el oído"

Agudizo el oído, en busca de información. Me concentro unos segundos, logrando escuchar pasos. Algunos son apurados, otros corren y otros se escuchan muy cerca de mi. También hay voces, tanto masculinas como femeninas, que llenan aquella estancia.

¿Dónde estoy? ¿Qué pasó? ¿Lo de mi rescate fue sólo un sueño de mi alocado cerebro? Ojalá no.

Abombé a mi cerebro en busca de respuestas, en busca de recuerdos. La oscuridad de la noche, peleas, el rugir de motores... Hombres con trajes negro. Recordaba a Allison, pero me niego a buscarla en ese momento y opto por seguir "ciega". Creía que si abría los ojos, la realidad me atacaría al igual que un tigre hambriento. Aún no estoy lista. No todavía.

Esperen ¿Me había desmayado?

Por supuesto que estoy desecha por el cansancio y dolor de toda esta amarga experiencia, pero tuvo que haber sido algo realmente impactante como para quitarme el conocimiento. Mi cerebro decide ayudarme y me trae un vago recuerdo mezclado un poco con la oscuridad del desmayo... Esa cara. "¿Cómo te encuentras Luisa?" Esas palabras. Era su voz.

Mis ojos se abren de golpe. Había visto, en su perfección, a Max. Max está aquí y quiero verlo.

Lo primero que veo es la lona superior de una tienda de acampar color ámbar. Temerosa, bajo mis ojos y recorro la enorme estancia lentamente desde mi lado izquierdo. Primero sigo la linea de mi brazo del mismo lado y me detengo en mi mano. Con razón me había dolido, la aguja que reposaba en el dorso de mi delgada mano no era nada amable con mi piel. A mi lado hay una pequeña mesa de metal con una bandeja del mismo material lleno de instrumentos quirúrgicos, jeringuillas y junto a ella, me encuentro con el suero conectado a mi cuerpo, colgando silenciosamente. Noto que estoy recostada en una especie de camilla muy diferente a la que existen en los hospitales. Le resté importancia a eso y continué.

¡Oh vaya! No estoy sola. En esa estancia están Didier que duerme, Arnold; sentado en el borde de su camilla, está siendo atendido por una enfermera. A Andrea no la veo y tampoco a Isabella, pero me tranquilizo enormemente al ver a Allison abrazando al hombre de cabello rubio con corte militar, sentado en su camilla. La calma vino a mi cuerpo. Están a salvo, aquellos hombres no son enemigos, pero...

Entre besos & disparosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora