- Scorpius - susurré contra sus labios -. Tengo Transformaciones.
A juzgar por sus manos, aún en mi cintura, no pareció escuchar mi escusa. La verdad es que a mí tampoco me importó mucho. Era un caluroso día (todo lo caluroso que podría ser un día en enero), y habíamos huído hacia los jardines del lago, a la sombra de un viejo sauce (no del Sauce Boxeador, ni que estuviéramos locos). Deposité un suave beso en su mejilla.
- Sabes cómo se pone McGonagall si llegamos tarde - argumenté.
- Y tú sabes cómo se pone Slughorn con los Slytherin - bufó -. Dice que las serpientes debemos dar ejemplo. No soporta que los de su casa lleguemos tarde. - Se miró un reloj de pulsera con pinta de costar más que toda mi ropa junta -. Y debería estar en las mazmorras desde hace media hora.
Le di un pequeño golpe en el hombro.
- ¡Scorpius! - le regañé -. ¡No puedes faltar a clase por mí!
- Por ti puedo hacer lo que sea.
- Moñas.
- Te encanta.
Reí. Pensé si los amigos de Scorpius habrían descubierto esa faceta de él. La faceta que no era ni del príncipe frío, ni del sangre limpia despiadado. Me gustaba mucho la faceta que mostraba en ese momento, la de Scorpius, solo Scorpius.
Me levanté de su regazo (ahora te fastidias, Parkinson), y recogí mis libros del césped. Él, reacio a ponerse en pié, arrancaba hierba del suelo y la amontonaba en tres montoncitos distintos.
- Slughorn puede llegar a ser un verdadero pelmazo y lo sabes - se quejó.
- Y yo también como catees Pociones.
Tras un bufido, Scorpius se levantó con desgana, arrastrando con él su mochila negra. Llevaba todos los libros del día siempre, ya que intentaba estar lo menos posible en su Sala Común, entre serpientes e idiotas.
- Sí, mami - se burló. Posiblemente nunca había llamado así a su madre. Le había escuchado dirigirse al señor Malfoy en King Cross, y siempre lo hacía como padre.
Cogió mi mano y empezamos a caminar hacia el castillo. El césped estaba húmedo, y mis zapatos estaban empezando a mojarse. Hogwarts, desde esa perspectiva, parecía como si hubiera sido puesta ahí por un gigante, sin más. Algunas partes habían tenido que ser reconstruida después de la Batalla del 2 de Mayo. El puente de madera, el Gran Comedor, la mayor parte de los exteriores...
Recuerdo a papá, unos meses antes, cuando él y tío Harry habían venido por lo de los dementores, con el semblante oscurecido al pasar por algunos lugares, y al ver a Fred corretear por los pasillos. Tal vez Freddie era demasiado parecido a su padre, que era demasiado parecido a su hermano. Ese dos de mayo había sido demasiado doloroso como para recordar solo la victoria.
Scorpius soltó mi mano cuando entramos al castillo. Suspiré. Deseaba un mundo donde Scorpius y yo pudiéramos ir cogidos de la mano. Entonces me di cuenta de que no me había soltado por que habíamos entrado en la escuela, sino porque un grupito de alumnos se dirigía hacia nosotros a una velocidad alarmante, y no un grupito cualquiera, no. Parkinson y sus secuaces. Al parecer, Scorpius no era el único que se saltaba las clases de Slughorn.
- Mierda - susurró él. Correr habría sido lo más sensato en esos momentos, pero era demasiado tarde, nos habían visto.
- ¿Scorp? - preguntó la capitana de Slytherin con esa asquerosa vocecita que no tenía nada que envidiarle a la de Myrtle la llorona -. ¿Qué haces tú aquí?
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Te Odio, Scorpius Malfoy #Wattys16
Fiksi PenggemarTodos saben que el Hogwarts Express es más grande de lo que parece por fuera, con sus paneles rojo escarlata y su humeante chimenea. Pero no es lo suficientemente grande para contener la ebullición si a una Gryffindor y a un Slytherin no les queda m...