Scorpius P.O.V.
- Esos leones no tienen nada que hacer - aseguró Ursula Daniels mientras se ponía las coderas.La verdad es que sí que tenían mucho que hacer. El equipo de Slytherin habíamos ido a ver uno de sus entrenamientos, y su vuelo era estupendo. Se coordinaban a la perfección a la hora de pasar la quaffle, su buscadora era rapidísima y al parecer tenía un detector de snitchs incorporado al cerebro. En cuanto a los golpeadores... daban miedo. Mucho miedo. Sobre todo el pelirrojo, Frederick Weasley II. Era un troglodita con aquel viejo bate. En lo que respecta a la guardiana, obviamente no teníamos nada que hacer, y no es porque Rose Weasley sea mi novia (se me atraganta la palabra, incluso al pensarlo. Es como si mi padre pudiera leerme la mente), sino porque parece que los aros no existen cuando ella está delante. No deja pasar un maldito balón. El año pasado me sorprendí tarareando A Weasley vamos a coronar junto con la grada roja.
- Recuerda nuestro plan, Terry - dijo Parkinson en voz alta. Lo hizo a posta, para que yo me enterase -, las bludgers a por Weasley.
Apreté las manos. Parkinson no le había contado nada a nadie, pero se había asegurado de meterse con Rose cada vez que podía. Le encantaba ver que no podía defenderla sin delatarme.
- ¿A por cuál de ellos? - me burlé para encubrirme -. Pronto el equipo estará enteramente compuesto por pelirrojos.
- Sí, tienes razón, Scorp - concedió -. Pero a ti te van las pelirrojas, ¿no?
A mí me va Rose. Apreté la escoba.
- Y a ti los idiotas, ¿me equivoco?
- Me iban - admitió -. Por eso me gustabas.
Los burros de mis compañeros de equipo empezaron a gritar y a mover los puños en el aire como auténticos borregos. De acuerdo, me había ganado ese asalto. No volvería a pasar.
Terry, uno de los únicos Slytherin soportable, me palmeó el hombro como hacía antes de cada partido. Terry Lucas era un chico alto, espigado, de rizos castaños y mejillas ruborizada. Al igual que yo, estuvo a punto de ir a Gryffindor.
Respiré hondo, y volé hacia el terreno de juego.
Gracias a Merlín, era un día soleado. No me quiero ni acordar del último partido contra Hufflepuff, cuando los granizos destrozaron los cepillos de las escobas. Me posicioné en mi lugar, y miré hacia los aros de Gryffindor. Sonreí. Rose se veía tan concentrada... Me hacía gracia que siempre que jugaba al Quidditch se le ruborizaban las orejas.
Pero esa vez iba a ganar yo. Incluso habíamos apostado.
- Quiero juego limpio - exclamó la señora Hooch. ¿No podía cambiar un poquito el repertorio? No recuerdo un partido sin que la profesora de Vuelo dijese esa misma frase. Las bludgers salieron disparadas del baúl, seguidas por los cuatro golpeadores. La snitch se perdió entre el público, y los dos buscadores empezaron a seguirla con la mirada. Cuando Hooch lanzó la quaffle, James Potter fue el primero en atraparla. Teóricamente no era justo. Ese tío era enorme, por tanto, su brazo también. Como es un chulo de pacotilla y un chupa-balón salió volando hacia nuestros aros. Oh, no Potter, no tan rápido.
Volé hacia él a toda velocidad, interceptando un pase que iba a hacerle a la número 1 de Gryffindor, cuyo nombre nunca recuerdo. Disfruté con su cara de furia. Le cedí la quaffle a Úrsula, que tras fintar a Kate, me la volvió a pasar. No me lo pensé ni un momento y lancé con todas mis fuerzas. Cuando parecía que ya era gol cantado, una figura roja y borrosa interceptó el balón con la punta de los dedos, quedando bocabajo en el aire, solamente sujetada a la escoba por las piernas. La túnica colgaba hacia el suelo (como es gravitatoriamente lógico), y Rose Weasley parecía un murciélago escarlata. Fruncí el ceño, y ella aún colgando me giñó un ojo sin que nadie la viera. Esto no va a quedar así, Weasley.
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Te Odio, Scorpius Malfoy #Wattys16
FanfictionTodos saben que el Hogwarts Express es más grande de lo que parece por fuera, con sus paneles rojo escarlata y su humeante chimenea. Pero no es lo suficientemente grande para contener la ebullición si a una Gryffindor y a un Slytherin no les queda m...