#Capítulo 25

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-No voy a ayudaros si no me decís para qué queréis colaros en el despacho de mi padre-gruñó Lucy cruzada de brazos, sentada en el asiento trasero de un taxi muggle.

Rose giró la cabeza con una expresión que sólo podrían igualar los mejores asesinos en serie. Habían podido salir de La Madriguera sin levantar sospechas, con la excusa de visitar un museo en Londres para un trabajo de Historia de la Magia que tendrían que entregar a final de curso. Lily, James y Alice se habían quedado allí porque a)ninguno estaba en quinto, b)tenían que cubrirles y c) ¿James y Lily en un museo? Va a ser que no. Frank había aceptado ir con ellos, aunque Rose temía que se le escapase algo.

-Vamos, Lucy-rogó Albus-. Somos tus primos.

La pequeña Weasley se cruzó de brazos.

-No.

-Mira, da la casualidad de que pronto es el cumple de Lily-comenzó Rose-. Y puedo convencerla para que invite a Lyss.

Lucy abrió mucho los ojos. Al parecer, tenía una pequeña obsesión con Lyssander Scamander... o con Lorcan, según le pillase el día. Frank se estremeció.

-Esos me dan mal rollo-dijo-. Empiezan a hablarme de cosas raras, unos artoclos, o algo así...

- Tortosoplos- le corrigió Lucy, que se sabía de memoria la charla de los mellizos. Miró a Rose con miedo en los ojos, y después suspiro -. Vale, os ayudaré, pero lo vas a lamentar como me hayas mentido.

-Lo juro por el Quidditch.

Había una razón por la que necesitaban a Lucy para colarse en la casa. Percy había instalado un sistema mágico el cual le avisaba instantáneamente si había personas dentro de la casa, y él, su esposa o alguna de sus hijas no se encontraba en el grupo. Pasado un rato, llegaron a un viejo edificio de viviendas, que había pertenecido a los padres de Audrey. La casualidad es que había más familias de magos viviendo allí, por eso, y con mucho resentimiento, Rose tuvo que hacerle un Obliviate a un mago bastante anciano, con temor a que pudiera contárselo a Percy.

Cuando entraron, al fin, en la casa, Rose y Albus se adentraron directamente en el despacho de Percy, mientras que Lucy corrió a su habitación a reencontrarse con sus libros. Frank se quedó en el salón, ya que no quería formar parte activamente del plan.

-Bueno - suspiró Albus -. ¿Y ahora qué?

-Tío Percy es muy cercano a Kingsley - explicó Rose mientras rebuscaba entre los papeles del escritorio -. Protocolo Contra la Delincuencia Mágica. Es un libro. Sólo lo tienen las personas más influyentes del Ministerios, por si al Ministro le ocurre algo.

- ¿Y crees que tío Percy tendrá uno?

- Supongo.

Tras un rato de búsqueda, Albus encontró un pequeño libro, encuadernado en verde y de letras negras. Lo alzó sobre su cabeza, en señal de triunfo.

-¡Lo tengo!-exclamó. Rose sonrió y se lo arrebató, sentándose en la moqueta. Al se sentó a su lado.

- ¡Aquí esta!-dijo ella, pasando un dedo bajo un párrafo que citaba: "Los acusados, si son más de uno,  permanecerán en sus viviendas hasta el momento del juicio. Tras el mismo, se transportarán a Azkaban de ser condenados culpables".

Debería estar feliz. Habían averiguado dónde estaba Scorpius, pero un terrible miedo se había instalado en ella. Azkaban. Scorpius en Azkaban.

***

-¡James! Esto no es buena idea - gritaba Rose, en el asiento de copiloto de un viejo Citroën, en el que extrañamente cabían seis personas. El abuelo Arthur lo había comprado algunos años atrás, porque según él, le recordaba al color de un coche que había tenido mucho tiempo atrás.

- Es tu novio al que intentamos rescatar - exclamó el mayor de los Potter intentando no estrellarse contra el suelo

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- Es tu novio al que intentamos rescatar - exclamó el mayor de los Potter intentando no estrellarse contra el suelo. Miró por el retrovisor -. Vamos, Longbottom, no potes otra vez.

Lily se dio la vuelta con asco. La cara de Frank se estaba tornando del color de Slytherin otra vez. Ya había usado tres bolsas, y no quedaban más. El más preocupado parecía Albus, que estaba a su lado y temía por la integridad de sus pantalones.

- Lo dije - gruñó Alice, al otro lado de Albus -. No deberíamos haber venido - dijo refiriéndose a su hermano y a ella.

- No me fío de ti - musitó James -. Y como vuelvas a quejarte te tiro del coche en marcha, y no sé si te has dado cuenta, pero estamos a trescientos metros del suelo. - Cuando vio que su hermano iba a salir en defensa de la muchacha añadió-. A ti también, Albus.

- Necesito otra bolsa -rogó Frank.

- ¡No hay más bolsas! - exclamó Rose, con las manos en la cabeza.

- ¡Qué asco!

- ¡No me mires, Frank, por Merlín!

- ¡Voy a vomitar!

- ¡La ventana, Albus, abre la maldita ventana! - gritó James, girándose completamente.

- ¡La carretera, James Sirius!

- ¡Vamos por el aire, no hay carretera!

- Oh, Dios mío, vamos a morir.

Mientras el coche se convertía en una jauría de leones discutiendo, Albus abría cuidadosamente la ventana, prestándole suma atención al nivel de verdor de la cara de Frank. Le dio el tiempo justo a abrirla completamente y apartarse antes de que Frank vomitase otra vez. El coche se quedó en absoluto silencio, y sólo se escucharon los gemidos del chico, con medio cuerpo fuera del Citroën.

- Pobre del muggle al que le caiga encima - murmuró James.

- Mejor fuera que dentro - dijo Lily.

- Y mejor que en mis pantalones - suspiró Albus aliviado.

Rose se escurrió en su asiento.

- Esto no es buena idea...

- Es mía - dijo James -. Así que es una buena idea.

Lily le miró con las cejas alzadas.

- Vale, llegamos a la Mansión Malfoy, ¿y después qué?

- Nos colamos.

- ¡Claro! Nos colamos a una casa con barreras mágicas y protegida por aurores expertos.

- Confiad en mí.

- ¿En ti?

- Tengo un plan.

La sonrisa tenebrosa de James asustó más a Rose que cualquier dementor.

Te Odio, Scorpius Malfoy #Wattys16Donde viven las historias. Descúbrelo ahora