# Capítulo 6

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Había empezado a llover. El quidditch era la cosa más maravillosa que existía en todo el mundo, pero como todas las cosas maravillosas, no se disfrutaban tanto pasadas por agua. Habíamos tenido que ponernos las gafas protectoras, porque la verdad es que no es fácil volar a ciegas. Observé el cielo, negro y encapotado, después escuché a Jordan anunciar el tanteo por el altavoz.

Gryffindor- 030 Slytherin- 010

A ver, ese gol tiene justificación. Me habían superado en cuanto empezó a llover, cuando aún no tenía puestas las gafas.

Viré a la derecha, para mantenerme en el centro de los aros, ya que el viento me arrastraba a la izquierda. Escuché la ovación de Slytherin cuando su guardián paró un lanzamiento de James. Bufé. Josh Black era bueno... pero yo era mejor.

Ahora Mike Young tenía la quaffle, y avanzaba a toda velocidad por el campo, serpenteando (nótese el doble sentido) entre los torreones de la grada de Hufflepuf. Young pasó el quaffle al ser presionado por Kate. La alabé en mi interior por volar tan rápido. Contuve el aliento cuando una bludger rozó el pelo de James, y Fred, unos metros más allá, lo golpeó de nuevo hacia el buscador contrario.

Aún no había ni rastro de la snitch, pero no podía pensar mucho en eso porque Ursula Daniels venía a toda velocidad hacia mí. Pegué el cuerpo a la escoba y extendí el brazo con el que no agarraba mi Nimbus. Ursula lanzó la quaffle con todas sus fuerzas, y ese escalofrío me recorrió de nuevo, como en cada partido de quidditch. Mi cuerpo se movía sin mi permiso, lo que era bastante útil, ya que ni había visto la pelota acercarse.

Sentí la irregular esfera de cuero entre el brazo y el costado, y después los eufóricos gritos de la grada roja, al grito de ¡Weasley, Weasley, Weasley!

Sonreí y alcé el puño hacia la grada, fiel a pesar del chaparrón, que embraveció ante mi gesto. Incluso pillé a la profesora McGonagall, normalmente imparcial, aplaudir disimuladamente. Le lancé al balón a Kaely.

- ¡Sensacional parada de Rose Weasley! - gritó Jordan con entusiasmo -. ¡Vaya, esta familia lleva el quidditch en la sangre!

Sonreí. Mi padre también había sido guardián de Gryffindor.

Entonces lo vi. Una difusa figura verde y alargada, que se movía rauda entre la lluvia. Volaba con tanta velocidad que era difícil distinguir con claridad una densa mata de pelo blanco. Aunque era difícil, yo lo hice, y aguanté la respiración cuando vi que era Scorpius Malfoy.

Nunca había visto volar tan rápido. Con una mano agarraba la quaffle con tanta fuerza que pensé que la rompería en dos, después recordé que yo era la guardiana, y tuve miedo de que me rompiera a mí.

Ni siquiera la vi venir. Cuando me quise dar cuenta, la grada de Slytherin coreaba gol, y Scorpius Malfoy me taladraba con la mirada. Me había marcado gol. A mí. A Rose Weasley. A, según McGonagall, la mejor guardiana de Gryffindor desde Oliver Wood. Miré el quaffle, mientras caía lentamente hacia el campo de espesa hierba.

Scorpius estaba delante mía. No sonreía, no había ninguna razón en él para pensar que acababa de marcar. Sus brazos seguían firmemente en su escoba, y sus labios fruncidos en una mueca de algo parecido a la rabia. No pude seguir mirándole, por lo que descendí rápidamente a por la pelota de cuero. La pelota de cuero que no había podido parar. Fred se acercó a mí y se detuvo a un metro sobre mi cabeza. Su bate descansaba en su mano, aparentemente inofensivo, pero yo había visto cómo había afectado ese bate a una Ravenclaw.

- ¿Estás bien, Rose? - preguntó él, preocupado.

- Fred, me han marcado un gol, solo eso.

- Tienes mala cara - observó él, después, se acercó a mí, descendiendo unos metros -. Si ese Malfoy te molesta puedo encargarme de él con una bludger disparada demasiado fuerte...

Tragué saliva, pensando en una bludger loca dirigiéndose a Scorpius a toda velocidad, chocando con su reluciente Nimbus 3001, Scorpius cayendo, su túnica de Slytherin ondeando al aire. Scorpius Malfoy haciéndose daño... por alguna razón no me gustaba la idea. Tragué saliva y miré a Fred, con una fingida sonrisa.

- No me hace falta una bludger para detener a esa serpiente - alerdeé, intentando que no me temblase la voz. Fred pintó su sonrisa maliciosa y se alzó en el aire, describiendo círculos. Agarré la quaffle, y me prometí que no volvería a pasar por mis aros.

En ese momento, sentí un extraño frío recorrerme el cuerpo, como calándome los huesos. Era un frío que te traspasaba la piel, y no tenía nada que ver con que estuviera empapada.
Me di la vuelta, y vi que los jugadores de ambos equipos se habían quedado igual que yo, congelados, preguntándose por qué sentían aquello. Observé las nubes, a la vez que un rayo partía el cielo en dos. Y entonces recordé donde había tenido ese frío antes, donde había visto el cielo tan oscuro.

Había sido en el Hogwarts Express, en el vagón, con el... No. No, no podía ser. Miré al cielo de nuevo. Maldita sea. Eran decenas de ellos, oscuros, silenciosos y letales. Dementores. Y uno de ellos se acercaba a mí, y no precisamente para invitarme a cenar.
Monté en mi escoba, lanzándole la quaffle sin muchos resultados, ya que lo atravesó sin causarle ningún daño. Volé. Volé lo más rápido que la escoba me permitía, serpenteando entre los aros. Rebusqué en mi túnica hasta que logré sacar varita.

- ¡Incendio! -grité, apuntando hacia detrás. Supe que sería inútil. Solo había un hechizo que pudiera acabar con un dementor. Y al contrario de lo que todos mis compañeros pensaran, yo no sabía conjurarlo.

Escuchaba los gritos de mis compañeros en la distancia, veía resplandores blancos pasar a mis lados. Pero no le vi a él, cuando su escoba impactó con la mía, arrastrándome al interior de uno de los torreones. Creo que debí perder el conocimiento durante unos segundos, porque lo primero que recuerdo después de eso, es encontrarme en un agrietado suelo de madera, con la varita aún en la mano. Me dolía la cadera.

Levanté la cabeza, y me encontré con un 07 de color blanco, bajo unas letras que anunciaban Malfoy.

Estupendo. Mira que hay gente en Hogwarts, pues yo, con mi asombrosa suerte, no puedo toparme con otra persona que con Scorpius Malfoy.

- ¡Pero a ti qué te pasa! - le grité -. ¡Podrías aprender a volar antes de ser cazador!

Observé cómo se levantaba lentamente, con la varita en la mano izquierda.

- De nada - dijo - por salvarte la vida.

Mis orejas enrojecieron, porque yo no podía heredar la altura de mi padre, tenía que heredar sus orejas.

- Estaba bien, gracias.

- No sé tú, Weasley - se burló -, pero yo no creo que el fuego sea una gran arma contra dementores.

- Es fácil decirlo siendo Míster Patronus.

- ¿Míster Patronus?

Giré la cabeza porque sabía que una conversación así con Scorpius Malfoy no llevaba a ninguna parte. Podía ver el destello de los relámpagos entre las lonas que cubrían las torres, al igual que el vuelo de los dementores y... Un momento... Un momento... Maldita sea... Hugo.

Te Odio, Scorpius Malfoy #Wattys16Donde viven las historias. Descúbrelo ahora