Capítulo 3 - Coincidencias.

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Desperté, estaba tumbado en una cama de hospital, pero, ¿que cojones hacía yo en una cama de hospital? Me intenté levantar y os prometo que vi las estrellas, el firmamento y toda la puta galaxia junta. Ya me acordaba, el golpe del tipo ese... Suspiré mientras me volvía a acomodar en la cama.

-Creo que es mejor que no te muevas, por lo menos hasta que el médico te lo diga.- me dijo mientras entraba por la puerta y veía la expresión de mi cara... Era ella, la chica la cual me ayudó pero que aún no conocía su nombre, su cara en cambio me sonaba bastante pero no sabía de qué la verdad, va a llevar razón Christian cuando dice que soy un despistado que me doy de frente con el rey y ni cuenta me doy... No sabía ni qué hora era...

-Perdona, pero que hora es ?- pregunté, la chica sonriendo se sentó en una silla que había en la habitación.

-Son las 23:30 de la noche.- me asombró que no se hubiese ido puesto que no me conocía de nada y era bastante tarde para estar fuera de casa.

-Gracias, muchas gracias de verdad por haberme traído hasta acá, creo que no hubiese podido llegar. Por cierto mi nombre es Diego, ¿tú cómo te llamas?- pregunté con curiosidad, no sabía de qué pero su cara se me hacía familiar y su voz también. Ella me miró como si me hubiese salido un tercer ojo, cosa que no entendí, pero volvió a sonreír, mientras se ponía de pie y se acercaba a los pies de mi cama.

-La que debería dar las gracias aquí sería yo, no sé qué hubiese pasado si no me hubieses escondido, muchas gracias por hacer de escudo frente al tío ese, y no tienes que agradecerme nada, eso- dijo señalando mi costado- te ha pasado por mi culpa, ¿como no te iba a ayudar?- le sonreí, era muy agradable y sincera, prosiguió ella- y mi nombre es Malú.
La miré con los ojos abiertos como platos. ¡Claro! De eso me sonaba su cara!!

-Hostias! Ya sabía yo que te había visto antes, aunque fuese en la tele. Malú delante mía y yo con estás pintas...- bromeé sobre el camisón que me habían colocado, ella ante mi reacción comenzó a reírse, me contagió la risa pero cuando fui a coger aire para reponerme, otra vez visite la vía láctea sin moverme de la camilla. Ella al ver mi gesto de dolor se acercó rápidamente a mi.

-¿Qué te pasa? Joder lo siento, claro no puedes reírte...- hablaba muy rápido mientras se disculpaba entre medias y me miraba con culpa.

-No te preocupes que ni yo sabía que ahora no me puedo reír...- volvió la sonrisa a su rostro, yo también le sonreí eso sí que podía.
-¿Por cierto que es lo que tengo?- me miró y sonriente me explicó.

-Tienes un fuerte golpe en dos costillas, por muy poco y gracias a dios no te llegó a perforar el pulmón y tienes una fractura en una de las dos costillas.- una forma diferente de explicarlo, sin ninguna palabra rara de por medio... Los médicos deberían aprender de ella pensé...

-¿Y lo más seguro es que no me pueda mover no?- le pregunté, me miró con su sonrisa mientras asentía con la cabeza, le tenía que pedir el truco para estar sonriendo siempre.

-Ha dicho el médico que te puedes ir a casa pero que sería recomendable que hicieses el menor esfuerzo posible.- esto en este momento era una mierda, tenía una mudanza por delante y el piso estaba en un 5º sin ascensor, la suerte me sonreía últimamente.

-Muy oportuno, pero creo que me las apañaré.- le dije, no quería que pensara que intentaba sacar provecho por la situación, ella me miró y sonrió.

-El médico va a venir a revisarte por última vez y te da el alta, te espero y entre José y yo te ayudamos.- José ¿que José? Pensé. Si mal no recuerdo ella iba sola en el momento en el que se cruzó conmigo. En ese momento entró el doctor por la puerta.

La luz de su sonrisaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora