Capítulo 8 - Desayuno.

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Entramos en su casa, la distribución era muy similar a la mía (de lo poco que había visto), la seguí hasta la cocina.

-¿Café?-me preguntó mientras alcanzaba del mueble un par de tazas, yo solo asentí-¿solo o con leche?- me volvió a preguntar.

-Con leche mejor-asintió y se dispuso a preparar los dos cafés.

-¿Que tal has pasado la noche?- seguía de espaldas a mí, sonreí mientras la veía moverse graciosa por la cocina.

-Bien, he dormido de un tirón.- le respondí, se giró para verme y me sonrió.

-¿Te ha dolido mucho?- preguntó señalando con la cabeza mi costado mientras se apoyaba en la encimera.

-Sólo cuando me he despertado, pero me he vuelto a tomar las pastillas y parece ser que se me ha pasado un poco- me miró y puso cara de preocupación, yo rápidamente le sonreí pero ella no me devolvió la sonrisa cosa, que por lo poco que la conocía, era muy extraño en ella.

-Malú no tienes por qué preocuparte, es normal que al principio duela, pero se pasará tranquila.-dije intentando tranquilizarla, ella me miró seria.

-Ya pero si estás así es por mi culpa...-parecía disgustada, no me gustaba verla así, ella no había tenido la culpa, la culpa había sido del idiota ese...

-Malú no quiero que te eches las culpas, tú no fuiste la que me empujaste, al revés tú me avisaste de que el tipo tenía una navaja, en verdad podría haber sido peor... Hubiera sido peor si te hace algo a ti... Le habrían hecho daño a mi nueva vecina, y no habría quien me invitase a desayunar en pijama, eso sí que hubiese sido malo.- le dije, lo último consiguió sacarle una sonrisa, ¡menos mal! Le quedaba mejor la sonrisa.

-Entonces, te has despertado temprano por el dolor? O por qué tenías hambre?- ahora que lo decía yo no comía desde ayer en el avión... Me había tomado el café y eso pero de comer desde entonces, me sorprendí yo mismo, yo era de buen comer la verdad.

-Ha sido por el dolor la verdad.- me miró y sonrió.

-¿Tostadas?- preguntó, yo asentí y me acerqué a ayudarla.

-Venga siéntate anda, que ya no tardo.- me dijo yo iba a replicar pero me miró y por su mirada supe que daba igual lo que intentará decirle.

Me fui hacia la mesa que había en la cocina y me senté, en verdad no tardó, al momento ya había puesto las tostadas y el café sobre la mesa. Se sentó en la silla de enfrente y mientras se ponía azúcar en el café me miró sonriente.

-Y bueno a que se dedica mi nuevo vecino?- dijo mientras sonreía, ya volvía la sonrisa a su rostro.

-Soy arquitecto, ahora estoy viviendo en México, pero no creo que tarde mucho en venirme a vivir aquí de nuevo.- me miró curiosa mientras untaba sus tostadas.

-¿Y parece que te fuiste? Digo si ahora quieres volver, no te irías muy convencido.- era verdad no me había ido muy convencido me había ido para acompañar a Elena, para hacerla feliz... Pero eso a ella le importaba bien poco...

-Ehh... Bueno me fui para acompañar a mi novia, pero no me siento a gusto allí la verdad, es muy bonito y todo eso...  Pero no estoy como "en casa" es la sensación no sé... Es la sensación que tengo de que mi lugar no está ahí... Y aparte Elena ha cambiado mucho desde que nos fuimos...- dije desilusionado, no quería contarle mis problemas, no me gustaba me parecía como de dar pena, pero ella me había preguntado y me parecía de mala educación no contestar.

-Mmm... Vaya lo siento...-dijo incomoda, me encogí lentamente de hombros mientras la miraba comprensivo.

-No te preocupes, lo tengo asumido ya... Cuando vaya para allá, se lo pienso decir, creo que ya somos mayorcitos para andar con tonterías. Bueno, en realidad me quiero venir aquí a vivir porque ahora mismo la empresa para que trabajo está haciendo construcciones benéficas, también están involucrados con los animales y es algo que me fascina y no me gustaría perderme, el proyecto que he venido a presentar ha sido un proyecto para una nueva residencia canina donde se acogerán animales abandonados.- sonreí me gustaba explicar lo que hacía, y más cuando era algo con fines solidarios. A ella se le iluminó el rostro, parece que no le importaba que le hablara de mi trabajo, al revés me había escuchado muy atentamente...

-¿Una residencia canina?-me preguntó ilusionada, yo sonreí y asentí, su rostro en ese momento era como un rayo de luz, estaba como iluminado, irradiaba felicidad, no entendía por qué se había puesto tan feliz oyéndome hablar del trabajo, casi todo el mundo lo tomaba como aburrido...

-Me encantan los animales, me alegro que estés trabajando en una residencia canina. Hay muchos animales que necesitan protección, y es magnífico que se hagan cosas de esas.- me dijo sonriendo, se veía que le gustaban los animales, se le iluminaba la cara con solo hablar de ellos.

-Yo antes tenía un perrito, pero se volvió viejito...- dije con voz de niño usando las palabras que me dijeron cuando se murió Sancho, mi perro...

-Oins, que penita... ¿Cuantos años tenías tú?-me preguntó con una mirada tierna, le sonreí mientras hacía memoria.

-Tenía 7 añitos... Sancho era de mi hermano...,que era mayor que yo, por lo tanto el perro cuando yo nací ya estaba viejito.- Todavía me producía tristeza hablar de mi familia, nunca conseguía hablar mucho de ellos...

-Yo tengo tres perros aquí...-dijo cambiando de tema, había cambiado de tema sutilmente, se había dado cuenta de que no era capaz de hablar de mi familia... Le agradecí con la mirada, ella me entendió y me guiñó un ojo, no pude evitar sonreír.

-¿Quieres ver a Danka?- se levantó, hacía tiempo que habíamos terminado de desayunar pero habíamos seguido hablando, la acompañé hasta lo que era su salón, era bonito y sencillo, sofás blancos una lámpara de pie de fondo, una mesa pequeña mesa delante de los sillones, luego otra mesa también en tonos claros acompañada por sillas a juego que formaban el comedor... Era un ambiente muy acogedor.

-Dankaa!- al momento apareció una perra por la puerta, que fue corriendo hacia Malú, ella se agachó y le hizo mimos, yo sonreía mientras la veía batallando con su perra.

-Saluda a Diego vamos- le dijo Malú, la perra como si supiera quien era se lanzó hacia mí... Hay una regla general de que cuando tienes alguna herida o golpe todo choque, golpe o corte van al mismo lado, es como la ley de Newton... Y así fue directo al costado, para no oponerle resistencia me deje caer sobre el sillón, y acaricie a Danka mientras con la otra mano me agarraba al costado. Malú se dio cuenta y moviendo a Danka cariñosamente del collar la llevo hasta la puerta, le dijo a comer, y la dejó irse.

Se acercó a mí y me miró preocupada, le sonreí y me levanté para que no se preocupase...

-Me dejas verlo- se refería a mi golpe, su expresión era seria.

-De verdad no te preocupes, no es necesario...-me miró, supe que no iba a desistir... Así que me levanté la camiseta del pijama como pude y ella se asomó, no me gustaba la cara que estaba poniendo, traté de bajar la camiseta, pero no me dejó me agarró la mano y sentí como una pequeña descarga eléctrica, fue algo extraño pero parece que ella también lo sintió porque me soltó rápidamente la mano, pero siguió asomada viendo el enorme hematoma de color gris oscuro que se había formado...

-Malú de verdad ya no me duele, sólo si lo toco.-dije para que no se preocupase, era mentira, pero no quería que viviese pendiente de ello... Ella se reincorporó y me miró, yo me bajé la camiseta.

-Está bastante feo, te has puesto la crema?-negué con la cabeza, la verdad no me había acordado... O la había olvidado a propósito...

-Ahora cuando me duche y me peine me la pondré.- le dije recordándole mi pelo, ella volvió a reírse de mi pelo y poniéndose de puntillas me pasó la mano por el pelo.

-Déjalo así, estás muy gracioso.- me dijo divertida, le saqué la lengua y la seguí hasta la cocina de nuevo, la intente ayudar a recoger las cosas del desayuno, pero no me dejó hacer nada...

-Jefa me voy para mi casa.- ella me miró divertida mientras guardaba las últimas cosas en la nevera y cerraba con un golpe de caderas, no pude evitar sonreír.

-Vale, avísame cuando termines de ducharte... Y NO me llames así!- me reí ante su grito en el no, no entendía porque quería que la llamase cuando terminará de ducharme, pero puesto que no me costaba nada no me negué. Y volví a mi casa.

La luz de su sonrisaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora