Capítulo 34 - Tormenta.

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Dormimos muy poco, pero ella se levantó con toda la energía del mudo, lista para comerse Valencia y todo lo que se le pusiera por delante. Preparó sus cosas, y terminó de desayunar rápidamente.

-Oye Malú tengo que decirte algo, anoche en la cena... Carlos se dio cuenta de algo, y me preguntó si andábamos juntos...-me miró sorprendida mientras se acercaba a mí.

-Le dijiste que no, verdad?- desvíe mi mirada de la suya, porque cuando me miraba así me hacía sentirme enjaulado.-Diego, mírame y dime que le dijiste que no.- la miré, se la veía enfadada, pero yo no había tenido la culpa.

-No, no le dije que no, ni tampoco que sí.- me miró confundida.

-Como? Pero por qué no le dijiste que no? Joder Diego para algo que te pido!- su voz transmitía enfado pero no pude hacer otra cosa, era simple, no le había podido decir que no porque él me preguntó si la quería y yo no era capaz de negar eso...

-A ver Malú, hice lo que tú me pediste, pero en ese momento me había pillado desprevenido y no supe que decir, simplemente no dije nada.- intenté que mi tono fuese calmado para así tranquilizarla, pero no funcionó de mucho.

-Es que tú no sabes eso de que quien calla otorga? Y que parte de mantenerlo en secreto no entendiste? Con lo fácil que hubiese sido decir que no, joder tampoco hay que estudiar tanto.- estaba sacando las cosas de quicio, Carlos era su amigo no creo que lo fuese pregonando a los cuatro vientos...

-Malú estás sacando las cosas de quicio, tampoco es para tanto... Es tu amigo, no va a irlo gritando a los cuatro vientos.- mis palabras parecieron ponerla más nerviosa, porque paseaba incansablemente por el salón.

-No estoy sacando nada de quicio, sé de sobra que Carlos no va a decir nada pero las cosas cuando se cuentan se joden... Tú no sabes nada de todo esto...- acabó la frase en un susurro, me intenté acercar a ella, porque ahora se la veía algo afectada. Pero a medio camino, levantó de nuevo la cabeza y me miró con algunas lágrimas asomando por sus preciosos ojos. En ese momento me sentí la peor persona del mundo.-Diego vete, por favor.- me sorprendió su petición, me dejó totalmente helado, pero me negué e intenté hacerla razonar.

-Vamos Malú, no te pongas así... No tenemos la culpa de que Carlos se haya enterado... Nosotros hicimos lo que tú pensaste...- me acerqué mientras la hablaba hasta rodearla con mis brazos y acercarla hacia mí, me extrañó cuando ella no correspondió a mi abrazo... Me separé ligeramente para poder mirarla.

-Diego vete.- volvió a pedirme sin mirarme a la cara, tenía la mirada perdida en algún punto del suelo. Agarré su barbilla con suavidad para que me mirase, pero ella se apartó ligeramente.

-Malú no me hagas esto por favor...- seguía sin mirarme, así que la hice caso y me separé de ella mientras buscaba mis cosas. -Buen viaje Malú.- le deseé antes de salir de su casa.

El día transcurrió bastante pesado, estaba enfadado por lo que había ocurrido esa mañana con Malú... Por la tarde decidí salir a correr, tenía que despejarme y eso me solía ayudar. Pensé y le di vueltas al asunto por activa y por pasiva, decidí que lo mejor sería hablar con ella. Aunque hasta mañana no podría, pero me acordé de que me dijo que regresaba esa noche, en cuanto terminase el concierto. Después de ducharme y cenar decidí salir al portal y esperar a que regresase, de nada me iba servir tumbarme en la cama, no iba a conseguir dormirme... Una, dos, tres, y hasta cuatro horas pasaron antes de escuchar abrirse la puerta principal...

-Que haces aquí?- se sorprendió al verme sentado en la puerta de su casa, a ella se la veía radiante con un pantalón encerado negro, camiseta blanca, chaqueta de cuero negra y unas deportivas con cuñas también negras. Me levanté del suelo y me quité del medio.

-Necesitaba hablar contigo... Por cierto que tal el concierto?- me miró divertida y se puso a abrir la puerta.

-El concierto genial, y tú desde cuando llevas aquí esperando?- me volvió a mirar, yo me encogí de hombros, con un gesto me invitó a pasar dentro. Nos sentamos en su famosos sofá blanco y empezó a hablar ella.

-Diego, me gustaría pedirte disculpas por como me puse esta mañana... Estaba bastante nerviosa por el inicio de gira y encima me cuentas eso... Sé que tú no tuviste la culpa, pero la he pagado contigo, y me siento fatal por ello. Reaccioné de manera desmedida, lo siento de verdad.- me miró intensamente, mostrándome toda la sinceridad que el momento necesitaba.

-No te preocupes por eso... Ya está olvidado, pero me gustaría que pedirte que cuando pienses algo lo digas, quiero decir que no te guardes nada, más o menos como esta mañana... Y yo venía a preguntarte una cosa... A que te referías esta mañana cuando dijiste "tú no sabes nada de todo esto"?- suspiró mientras se quitaba la cazadora.

-Diego no es fácil vivir así... Me refiero a tener a miles de personas pendientes de ti, de cada paso que das o cada cosa que haces, a la prensa inventando cosas nuevas sobre ti, que a veces ni tú mismo sabes... A algunas personas que desean que des un paso en falso para tener algo con lo que inventar...- en parte la entendía, eso tenía que ser agobiante.

-Y nunca te has planteado dejarlo?- se recostó en el sofá y negó con la cabeza mientras una sonrisa se dibujaba en su rostro.

-No, jamás, no podría... No cuando aún amo lo que hago... Lo que acabo de hacer hace un rato en Valencia me da la vida, subirme a un escenario y cantar, ver a miles de personas cantando conmigo, gritando, bailando... Miles de personas que se saben la letra de cada canción por muy nueva o vieja que sea. El cariño y el calor que te dan, y la felicidad que se desprenden durante las dos horas y algo del show... Es una sensación que no podría dejar de vivir. He sacrificado mi vida por ello y seguiré haciéndolo... Porque es lo que me llena y me da la vida. Pero como todo en la vida tiene su parte mala, y es que la prensa puede destruir en un día, lo que llevas tú forjando meses, o años... A eso era a lo que me refería.- me había dejado sin palabras, sólo con escucharla hablar desprendía toda la pasión que tenía hacia su profesión.

-Es que ya te ha pasado alguna vez? Me refiero a lo de que la prensa te ha destrozado algo?- rió mientras se colocaba en el sofá en posición de indio y me miraba.

-Claro que lo han hecho... Pero en verdad no los puedes culpar, yo muchas veces tampoco soporto el acoso intensivo de la prensa. Pero eso también te demuestra que no era verdad todo lo que decían y prometían, que si se acabó fue porque no estaba en el camino que siguiera... Pero mejor hablamos de otras cosas, no me apetece acordarme de eso.- se acercó a mí sonriendo, dejando nuestras caras a escasos centímetros...

Automáticamente mi mano acarició su mejilla, y su boca invadió la mía... Y esta era la mejor manera de solucionar cualquier problema, la de perderse en la boca del otro. Pronto las camisetas volaron a otra parte donde molestasen menos, su lengua jugaba con la mía a su antojo. Descendió por mi cuello dando ligeros mordiscos.

-Esto no es hablar mucho eh...- rió contra mi piel mientras seguía en su tarea de volverme loco...

-Ya, pero esto se nos da mejor.- ahí llevaba toda la razón del mundo, y no pude objetarle nada. Continuamos en nuestra batalla de besos en la que nadie perdía, y los dos ganábamos...

-Vamos arriba...- consiguió decir en una de las pocas treguas que había entre su boca y la mía... Entrelazó sus brazos en mi nuca y tiró de mí hasta ponernos de pie, con empujones me llevó hasta el inicio de las escaleras, donde ágilmente saltó y enredó sus piernas en mi cintura, al hacerlo casi nos caemos, pero a ella le causó gracia porque empezó a reírse mientras subíamos arriba... Dicen que todos tenemos alguna debilidad, como el chocolate, pues yo tenía claro que mi debilidad era ella. No recuerdo como, pero perdidos entre besos y caricias caímos sobre el colchón donde nos perdimos más aún en el otro. El amanecer nos sorprendió aún enredados el uno en el otro, mientras ella me hacia suyo y yo la hacía mía. Y es que cuando crees que no puedes querer más llega ella y con cualquier simple gesto hace que todo cambie y sigas queriéndola más, tanto que puede llegar a doler...

La luz de su sonrisaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora