Capítulo 13 - Mi salvación.

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Pasaron cuatro días, me estaba costando mucho estar sin hacer nada, Malú no estaba en Madrid volvía esta noche creo que me dijo... Me levanté temprano, hice las tareas de la casa y salí a dar un paseo. El día se me estaba haciendo eterno, no estaba teniendo un buen día, cuando no sé que hacer siempre estoy de mal humor...

Tampoco pude hablar mucho con mi amigo Christian, él estaba trabajando y Elena tampoco me había llamado... A eso de las diez de la noche decidí llamarla, sorprendentemente obtuve respuesta.

-Hola Diego! Que tal estás?- sonó de manera animada.

-Bien, pero me aburro muchísimo y tú que tal?- estuvimos hablando un poco de todo hasta que le pregunté:

-Elena y que días tienes libres, es para cogerlos yo también y poder estar juntos.- ella me contestó muy secamente.

-Aún no lo sé, también podrías venir tú...- entre que hoy no estaba teniendo un buen día y que ella me estaba sacando de quicio...

-Elena si dejas de pensar un poquito en ti verás que yo lo dejé todo para irme contigo, porque cedas tú alguna vez no creo que nos pase nada.- me había enfadado... Ella resopló al otro lado de la línea.

-Quizás no ceda porque ahora mis prioridades sean otras, Diego estoy súper enfocada en mi carrera, no quiero interrumpirla por qué tú quieras quedarte a vivir en Madrid.- respiré antes de contestar porque si no cualquier cosa podría salir.

-Elena me estás diciendo que en tu vida ya no hay sitio para nosotros?- mi voz sonó apagada, yo creo que a lo único que le tenía miedo en la vida era a estar sólo... Como en mi pesadilla... Como durante tanto tiempo lo estuve...

-Diego me tengo que ir, cuando sepa de mis días libres te informo. Adiós cuídate.- me di cuenta de que estaba evitando responder la pregunta, pero yo lo tenía bastante claro, lo nuestro había terminado el día que yo dejé de mirar por mí y me fui con ella... Ahora ya seguramente esto no tenía arreglo, en una pareja es importante el equilibrio pero en la nuestra la balanza se fue hacia su lado sin que yo hiciera nada...

-Adiós Elena, cuídate.- le respondí y colgué... Dicen que cuando ya no te importa quien cuelga primero algo anda mal. Ella había sido mi única compañía durante 8 años, no quería darlo todo por perdido pero esto se estaba acabando irremediablemente, me estaba preparando mentalmente para volver a estar sólo... Odiaba sentirme así, sin nadie, así que me fui hacia la cama para terminar con este nefasto día cuanto antes. Me metí debajo de las sábanas, estas eran otras, ya no olían a ella... Las había cambiado para lavarlas y devolvérselas, no encontraba la tranquilidad para dormir, estaba triste, pero estaba más enfadado conmigo mismo por haber dejado que esto me pasara... No sé como pero conseguí dormirme, en medio de la noche me volví a despertar, miré la hora eran las 1:30 de la madrugada, volví a intentar dormirme. Me había conseguido dormir, lo que no había pensado es que volviese a ocurrirme tan pronto... Y tan intenso... Otra vez tenía ocho años y llamaba incansablemente a mis padres, me ardía la garganta... Mientras también intentaba despertar a mi hermano, seguía sin poder moverme... Otra vez no, era revivir la pérdida una y otra vez, en medio de un grito en el que llamaba a mi madre me desperté. Joder tenía que calmarme, no podía parar de jadear y me estaba causando bastante dolor... Cálmate Diego. Me repetía mentalmente, mientras seguía con los ojos cerrados por el dolor traté de coger el móvil, y no sé como ni porque pulsé sobre su nombre... Dejé el móvil en la cama en lo que este llamaba y me levanté, me fui hacia el baño a echarme agua en la cara, necesitaba despejarme, en lo que volvía a la cama, el timbre sonó muy insistentemente, bajé lo más rápido posible, mi mente estaba apagada... Muchas veces cuando tenía la pesadilla mi mente parecía desconectar de mi cuerpo para no sufrir más dolor, pero las imágenes seguían proyectándose... Era insoportable, cuando abrí la puerta, no vi quien era de repente alguien me abrazó muy fuerte no me dio en el costado si no que lo dejó libre de presión, yo me abracé más fuerte si cabe aún, por el olor de su pelo la reconocí... Me seguía abrazando mientras me acariciaba la espalda y me susurraba para reconfortarme.

La luz de su sonrisaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora