Capítulo 40 - Desencuentro.

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Al abrir la puerta me quedé de piedra, parpadeé repetidamente, no me creía que fuera ella, que estuviera ahí, y una sonrisa apareció automáticamente en mí, tanto por dentro como por fuera... Pero su cara, su cara me dejaba entender que algo no iba bien.

-Malú ¿ha pasado algo?- no me respondió, se movía nerviosamente, sus pies no tenían la intención de parar, y me alarmó verla así. Apartó con una mano algunos mechones de su pelo que se colocaron delante de sus ojos y resopló, en ese momento supe que estaba apunto de romperse, pero no tenía ni idea de que podía pasarle, debía ser algo importante para que estuviera en mi puerta a esas horas.

-Diego, perdona que venga a molestarte a estas horas, pero, necesito un favor...- sus palabras salían rápidas y a trompicones, se mordía el interior del labio nerviosamente.

-Malú tranquilízate y dime que es lo que necesitas.- la agarré por los hombros para parar su incesable movimiento, al hacerlo volví a sentir el calor de su piel debajo de mis manos, y me di cuenta de que la echaba muchísimo de menos.

-Necesito tu coche.- asentí y busqué las llaves que estaban en el mueble de la entrada, sabía qué pasaba algo más pero no me lo quería decir.

-Pero Malú, que pasa?- trató de sonreír pero no lo consiguió, sus ojos se llenaron de lágrimas y pude ver como luchaba por no derramar ninguna. Mis brazos quemaban por abrazarla, no podia verla así, era superior a mi, entonces un sollozo salió de su garganta, y numerosas lágrimas comenzaron a recorrer el camino de su cara, no lo pude evitar y la abracé contra mi... Sentir de nuevo el calor de su cuerpo entre mis brazos, su olor llenando mis pulmones, eso era lo único que yo quería.-Ey! Malú tranquila... Sabes que puedes confiar en mi.- acaricié su espalda delicadamente, rodeó con sus brazos mi cuerpo y rompió a llorar, no sabía que pasaba pero verla así me estaba matando.

-Es Danka, no sé que le pasa...- su voz sonó amortiguada por mi cuerpo pero seguía llorando. Al cabo de un rato se separó de mi, y en ese mismo instante mis brazos volvieron a ansiar su contacto. Tenía la cara bañana de en lágrimas, y en sus ojos se veía un poco de miedo. No podía dejar que condujera en esa situación.

-Malú dame cinco minutos, te acompaño.- no dejé que dijera nada, me di la vuelta y subí corriendo a cambiarme de ropa. Cuando volví a abajo ella ya no estaba, cogí las llaves y el móvil y fui hasta su casa, había dejado la puerta abierta, entré y la vi arrodillada frente a Danka, que estaba tumbada en el suelo, era raro ver a Danka tan parada, siempre que había estado con ella habíamos estado jugando y era una perra de lo más activa y juguetona.

-Nunca la había visto así, nunca para quieta, y mira hoy...- su voz sonó rota, me agaché a su altura y acaricié a Danka, la miré, lágrimas silenciosas seguían cayendo por su rostro.

-Venga vámonos!- me levanté del suelo y ella me imitó, la que no parecía querer moverse era Danka, vi a Malú agacharse para cogerla en brazos, pero me adelanté, Danka era demasiado grande.

-Déjame a mí.- cogí a Danka en brazos y fuimos hasta mi coche.

-Malú abre el coche por favor.- me miró con el ceño fruncido, claro las llaves las tenía yo... Intenté sacarlas del bolsillo de mi pantalón, pero fui incapaz y tampoco quería causarle daño a Danka. Malú al verme vino hacia mí.

-¿Dónde?- negué con la cabeza, pero su mirada no me dio otra opción.

-Izquierdo...- metió la mano en el bolsillo y cogió las llaves... Me removí ligeramente, incluso a través de la tela del pantalón su contacto era eléctrico.

Después de ponerle el arnés de seguridad a Danka, Malú se sentó atrás con ella.

Salimos dirección a la clínica veterinaria de unos amigos de Malú, ella me fue indicando el camino hábilmente mientras no perdía atención de su perrita. En un semáforo mi mirada se encontró con la suya en el espejo retrovisor, sonreí para tranquilizarla, y ella articuló un mudo "gracias"...

La luz de su sonrisaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora