Capítulo 8

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Seguí llorando en el auto. En silencio porque no quería despertar a Angelo. Simon fue con Jessie. Los vi desde mi ventanilla. Jessie le decía algo a Simon pero no alcanzaba a ver sus expresiones. Le dio la chequera y vi cómo Simon caminaba hacia el auto, pero Jessie lo seguía. No quería que me viera así. Todos los chicos ya se habían ido, al igual que Hanna. Me partió el alma ver su cara de confusión, estoy segura de que vio mis moretones y no me reconoció, o al menos eso espero, no quiero que guarde esta imagen de mi.
Todos mis pensamientos fueron interrumpidos por el sonido de la puerta abriéndose. Simon subió al auto y al voltear vi a Jessie en mi lado del coche.
—Mi pequeña Delly—dijo cubriéndose la boca. Por pesar y por mi asqueroso olor por culpa de Alex—. Pero ¿cómo dejaste que te hiciera esto?—dijo acariciando mi rostro. No le dije nada pero me había dolido la caricia.
—No podía detenerlo—dije llorando.
—Ya no llores, tienes que ser fuerte. Por lo menos saliste de ahí—y ahí estaba la característica actitud de mi amiga Jessie. Así te hayas caído por accidente y te hayas lastimado para Jessie no es razón suficiente como para llorar. Si tuviera que elegir una frase típica de ella sería "no llores".
—Salí pero parece que entré a otro infierno Jessie—dije llorando, ignorando su "no llores"—. No tengo casa, no tengo ropa, no tengo nada.
—Lo material es una mierda que no importa en lo más mínimo.
—No tengo seguridad porque Alex aparece en todos lados; hoy mismo en la mañana fue a la casa de mi madre. Mi hijo tampoco está seguro.
Jessie lo vio por mi ventanilla.
—Todo se va a arreglar Adele ya veras. Lo primero que debes de hacer, como dijiste, es establecerte en un lugar. Volver a tomar el control de tu vida y luego preocuparte por Alex, por divorciarte y por denunciarlo.
Bajé la mirada.
—¿Qué? Adele... No me digas que no piensas denunciarlo.
—Esque él solo está bajo los efectos de...
—¿De qué?
—De la droga...
—¿Es drogadicto?—dijo Simon.
Yo solo asentí sin ver a ninguno de los dos.
—¿Y crees que por eso el es inocente?
—Pues a veces cuando volvía en sí me pedía perdón...
—Ningún vicio es grande, tu debilidad es el que lo hace crecer. Su debilidad, su gusto hacia ese vicio le permitió que creciera hasta consumirlo. Pero lo malo de esto es que también le gustó consumirte a ti. No sientas pena por él, porque no la merece.
Nunca lo había pensado así. Siempre creí que Alex también era víctima de esas sustancias pero Jessie tiene razón. A veces me golpeaba y ni siquiera estaba drogado. Eso me hace darme cuenta de que nunca lo conocí de verdad.
—Bueno Jessie—dijo Simon devolviéndome a la realidad—. Creo que tenemos que irnos para que Adele alcance a comprar su apartamento hoy mismo.
—Si. Suerte mi Delly. Piensa lo que te dije—me tomó la mano, vio el moretón en la muñeca y me vio a los ojos—. Ese hombre no se merece tu perdón—pude sentir el enojo en sus palabras.
—Gracias por la chequera Jessie.
—Es tuya, no tienes nada que agradecerme. Sufian me pidió que te dijera que te ama.
—Que no venga, no quiero que me vea así.
—Por eso es que le dije que no saliera jaja. Te queremos Adele.
—Y yo a ustedes.

Le indiqué el camino a Simon a la casa de mi madre y me puse a ver las calles a través de la nieve. La nieve siempre me alegraba, pienso que es un fenómeno de la naturaleza tan hermoso, así como la lluvia. Pero tengo tantas cosas en la cabeza que ni siquiera puedo admirar su belleza. Estoy viendo sin ver, solo veo a Alex sangrando del labio, imagino su dolor. Pero estoy segura de que ni siquiera lo sintió por las drogas, además no se compara con el mío, con el que me hizo sentir y el que estoy sintiendo.

—Jessie tiene razón, por una parte y por otra no—dijo Simon al detenerse en una luz roja.
Solo volteé a verlo.
—Tiene razón en lo de que Alex no se merece tu perdón, pero no en lo de que no llores. Si no lloras te hará daño.
—Estoy cansada hasta de soltar lágrimas Simon.
—Si te creo. Pero es lo mejor que puedes hacer para desahogarte.
—Si, admito que cuando termino de llorar me siento un poco mejor, solo un poco.
—Y entonces, ¿por qué te estás aguantando el llanto?
—¿Cómo lo sabes?
—Porque te conozco desde que éramos unos mocosos Adele.
Sonreí con el comentario.
—No quiero que mi madre me vea llorar. Ya vamos a llegar. Es a la vuelta—dije viendo el camino.

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