Capítulo 18

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•Narra Adele•

—Adiós chicos, adiós. Que tengan un buen día—les dije sonriendo a todos los que salían por la puerta de la escuela.
Varios me decían adiós con la mano, otros solo corrían hasta sus padres.
—¡Rodney! Quiero que mañana quede perfecto ese lanzamiento de baqueta, ¿entendido?
—Claro maestra ya verá mañana. Ensayaré toda la tarde—dijo Rodney. Uno de los alumnos mayores.
—Perfecto—chocamos los cinco y se fue.
—Adiós a Hanny—le dije poniéndome a su altura.
—Adiós maestra Adele—dijo y le dio un abrazo—. Que tenga un bonito día—dijo sonriéndome.
Ojalá tuviera un bonito día Hanny...
Cuando todos salieron entre por mi bolso a mi oficina.
—¿Lista?—me dijo Jessie desde la puerta.
—Nunca he sido muy lista Jessie—dije con una sonrisa y seguí acomodando mis cosas.
—Lo que me encanta es que nunca pierdes el sentido del humor—dijo entrando y me ayudó a guardar todo y a apagar mi computador—. ¿Ya te llamó Jonathan?
—Ya va para allá. Llamaré a un taxi y voy directo hacia allá.
—Te deseo éxito Delly.
—Gracias—dije poniéndome nerviosa cada vez más.
—Tranquila—dijo tomándome de los hombros—. Todo saldrá bien.
—Eso espero... Eso espero—dije fingiendo tranquilidad.
Me dio un beso en la mejilla a manera de despedida. Tomé mi bolso y me encaminé a la salida.
—Me despides de Soufian por favor, sino llegaré tarde.
—Claro Adele. Adiós—dijo Jessie.

Tomé un taxi directo a las oficinas. Hoy es el día que he estado planeando tanto, que ansío tanto, solo quiero firmar el maldito papel, es lo único que me importa. Me prometí a mí misma no sentir absolutamente nada por Alex, ni pesar, ni añoranza, solo pedirle que firme y en cuanto lo haga salir del lugar y nunca más volverle a dirigir la palabra. Hacer como si...nunca lo hubiera conocido.
Mi teléfono vibró en mi bolso y me hizo darme cuenta de que tengo una lagrima recorriéndome la mejilla y arruinando mi maquillaje.
—Mierda—dije para mis adentros—. Hola—dije mientras me limpiaba la lágrima.
—Cariño ¿cómo vas?—dijo mi madre. En el fondo se escucha la risa de Angelo y eso me hizo sonreír ampliamente.
—Apenas voy hacia las oficinas. ¿Ustedes cómo estan? ¿Cómo está peanut?
—Esta fascinado con él cachorrito. ¿Cómo me dijiste que querías ponerle?
—Louie Armstrong—dije sonriendo.
—Bueno, está encantado con Louie. Ya le di de comer y no deja de decirme mama mama y señalar hacia la puerta jaja.
—Ay mi bebe hermoso. En cuanto termine esto iré para allá y seré feliz.
—Recuerda que esto es solo un bache en el camino Delly. Solo crúzalo rápidamente. Tranquila—cuando me dicen "tranquila" me pongo aún más nerviosa.
—Claro madre, gracias.
—Tengo que colgar porque a estos dos pequeños traviesos ya les está gustando eso de sacar tierra de las macetas del patio. ¡Santo dios Angelo! Sus manos están llenas de tierra, adiós hija.
—Jajajajjaa adiós mamá.
Mi risa se esfumó de inmediato porque en cuanto colgué llegamos al lugar acordado.
La pagué al taxista, subí las escaleras y entré al edificio.
Jonathan me dijo que nuestra oficina sería la primera a la...
Volteé a la derecha y lo vi sentado frente a una puerta. Me vio, sonrío y se puso de pie.
—Que guapa jovencita—dijo dándome dos besos en las mejillas.
—Hice lo que pude—volteé a todos lados. Todos estaban vestidos formalmente. Yo traigo el vestido más "elegante" que pude encontrar en mi armario.
Guardé los lentes de sol y ambos entramos a la oficina.
Una mesa, seis sillas y es todo.
Nos sentamos uno al lado del otro y Jonathan me empezó a explicar el proceso.
—Si él trae a su abogado se deberá sentar al lado de él como nosotros. Les daré el documento, explicaré brevemente las condiciones y después de que lo "lean" porque nadie lo lee, firmarás tú primero y después él.
Yo estaba viendo el documento pero no ponía atención en realidad. Solo pensaba en que mis dos años de matrimonio se estaba yendo a la basura.
¿Cómo fue a convertirse en esa persona mi amado esposo?
—¿Entendido?—dijo Jonathan.
—Claro—mentí. No había escuchado casi nada.
—¿Qué pasa si se niega y tenemos que recurrir a nuestro plan b? No tenemos pruebas.
—Bueno dices que tienes unos cuantos en la espalda ¿no?
—Si...—dije con tristeza.
—Entonces podríamos usar eso y tenemos testigos.
—Esta bien...
No podía dejar de ver el reloj. La una cincuenta, la una cincuenta y cinco, las dos, las dos cinco... Las dos y media.
—¿A qué hora lo citaste?—le dije a Jonathan.
—A las dos—dijo de pie al lado de la puerta—. Le di un margen de una hora. Si no, nosotros iremos por él.
—Me gustaría evitar el paso de regresar a mi antigua casa.
—Tu puedes quedarte aquí y yo iré junto a un agente para que me ayude en caso de que quiera evitarnos.
—¿No crees que eso sea excesivo?
—Igual que lo que te hacía—dijo serio. Y tiene razón.
Solo bajé la mirada y me puse a fingir que leía de nuevo el documento.
"Llega maldita sea"—pensaba una y otra vez.

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