Capítulo 5

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—¿Qué hago Rose?—dijo Laura mordiéndose las uñas, quitándose el esmalte rosa fosforescente.
—No lo sé. Pero hay que ayudarla. Siento que me estoy entrometiendo en lo que no me importa pero...
—No no no, si no me hubieras dicho no me habría dado cuenta y te lo agradezco así que no te sientas así... ¡Aaaaah! Voy a matarlo, tengo que ir a su casa y lo golpeare y...—dijo Laura enfadada.
—Creo que hay que...
—¡Si! Hay que hacerlo. O ¡ya se! Llamaré a la policía y...
—Hay que planear mejor las cosas.
—Tienes razón—dijo Laura con el teléfono en la mano.
En ese momento empezó a sonar haciéndola saltar de un susto.
—Casi me matas de un susto—dijo contestando.
—Lo siento jajajaja—dijo Jessie.
—¡Adele está en problemas!
—¿Qué? ¿Qué pasó? ¿Dond...?
—Alex, es el maldito de Alex. La golpea Jessie.
—¿Qué ese idiota hace que?—dijo Jessie enfadada.
—Así como lo escuchas...

En la escuela de música de Adele solo estaban Sufian y Jessie. Estaban preparando todo para otro día de clases.
Sufian llevaba unos violines a la sala de instrumentos cuando escuchó que Jessie hablaba por teléfono.
—Tenemos que hacer algo por ella...—dijo Jessie.
—Pero Alex creerá que nos dijo algo y le irá peor. Yo tengo un plan—dijo Laura.
—¿Qué?
—Llevaré un cuchillo—dijo tomando uno que estaba frente a ella en su cocina—. Y se lo encajaré en el corazón. ¡No merece vivir!—Rose se lo quitó de la mano con cuidado antes de que se lastimara o algo.
—Laura por dios hablemos en serio.
—¡Es en serio!
—Adele está en problemas, no hay tiempo para bromas.
—¿Adele está en problemas?—dijo Sufian asustado.
Jessie solo asintió y puso su celular en altavoz. Los tres intentaban encontrar alguna solución.

...

Adele no durmió nada. No dejó de llorar en toda la noche. Alex había logrado su cometido y ella estaba completamente destrozada. Sentía dolor, no sólo físico sino emocional.
Cerraba los ojos y aparecían las imágenes de Alex sobre ella. Las embestidas habían sido tan fuertes y dolorosas que no quería ni moverse porque sabía que el dolor aumentaría. Su ropa estaba en el suelo, al igual que la de Alex. Por más que se había resistido no pudo hacer nada. Sentía su rostro caliente de los golpes, le dolía todo el cuerpo.
Ella estaba tan dolida y Alex durmiendo profundamente al lado de ella, como si no hubiera hecho nada malo.
Con la vista fija en el techo, sintiendo sus lágrimas recorrer su rostro hasta mojar su oreja se puso a pensar. Esa era la gota que había derramado el vaso, tenía que salir de ahí ya.
Alex se despertó después de un gran ronquido. Se sentó y se estiró, rascó su cabeza y volteó a verla. Adele cerró los ojos.
—Buenos días—dijo y se levantó—. Que noche.
Adele sintió rabia hacia él. No dijo nada, solo cerró los ojos.
Alex se metió al baño. De seguro era hora de su dosis, ahora diaria.
Su ropa seguía en el suelo. Adele se sentía desprotegida al estar así. Se levantó "rápidamente" ignorando el dolor en su entrepierna. Buscó su ropa interior. Empezó a vestirse. No encontraba su sostén. Solo recordaba a Alex quitándoselo contra su voluntad y lanzándolo lejos.
Empezó a levantar la ropa de Alex intentando encontrar su brasier. Cuando levantó el pantalón escuchó un ruido que le erizó la piel... Eran las llaves de la casa. Se quedó quieta, con cuidado tomó las llaves y dejó el pantalón de nuevo en el suelo.
De la cajonera sacó lo primero que encontró. Una blusa holgada, unas mallas, un suéter.
Se vistió lo más rápido que pudo. Terminó de ponerse sus tenis en cuanto Alex salió del baño.
—¿Por qué te vestiste? Te veías mejor al natural.
Adele no dijo nada, se volteó para no ver a Alex que seguía desnudo.
Volvió a acostarse y tomó a Adele del brazo.
—Acuéstate.
—Voy con Angelo—dijo Adele tragándose el nudo en la garganta. Estaba sudando y temblando de los nervios. Las llaves estaban en el bolsillo de su suéter. Era su oportunidad para salir de ese infierno. Salir y nunca volver.
—Si, ve antes de que empiece a lloriquear.
Adele se levantó y al pasar por el espejo vio los moretones en el cuello y en el rostro. Llorando tomó su bufanda y salió de la habitación.
En el pasillo soltó la respiración. Metió la mano al bolsillo y sintió el frío metal de las llaves. Caminó rápidamente a la habitación de Angelo.
Dormía profundamente. Tomó rápidamente la pañalera, guardó toda la ropa que pudo, su juguete favorito que era la sonaja y pañales. Sacó una cobija gruesa y lo cargó. Se puso la pañalera en el hombro y cubrió a Angelo con la cobija para que no se resfriara al salir al frío de la ciudad...por fin, después de meses sin salir de la casa.
Solo pasaba por su mente salir, irse, correr, y nunca nunca volver esta vez.
A la casa de su madre no, Alex sabía dónde era, a la casa de Laura... Era lo único que se le ocurría.
Abrió con cuidado la puerta, revisó el pasillo.
—¡Adele! ¿Por qué no está hecho el desayuno?—gritó Alex desde el piso de abajo.
Maldijo en voz baja.
—Ya voy—gritó Adele.
Bajó, dejó la pañalera al lado de la puerta principal. Puso a Angelo en su bambineto y entró a la cocina, con las llaves quemándole la piel. Rogaba por qué Alex no se diera cuenta.
Sin ver a Alex se puso a sacar cosas del refrigerador. Hizo un desayuno rápido e improvisado, sacó un plato, sirvió el desayuno y lo puso en la mesa frente a Alex. Ya estaba vestido.
Alex dijo algo pero Adele no le puso atención, salió de la cocina.
—¡Adele!—se detuvo.
—¿Qué sucede?—dijo Adele reteniendo su enojo, nerviosismo y desesperación.
—Te dije que te sentaras a desayunar. ¿No me escuchas o que?
—Lo siento. No tengo hambre.
—Mira...—caminó hasta ella y le tomó la mano—. Quiero que estemos bien. Sé que ayer no querías pero al final fue magnífico.
Adele estaba sorprendida de las estupidas palabras de Alex.
—Por favor, perdóname por haberte golpeado—Alex empezó a tocar los moretones de su rostro. Adele se volteó por el dolor y porque no quería que la volviera a tocar.
—Adele...
—Ya no Alex—dijo Adele empezando a llorar—. Ya fue suficiente. He aguantado más de lo que debí. Ayer solo... Fue lo último que aguantaré.
—¿De qué hablas? Sé que cometo errores pero...
Alex parecía consciente en ese momento.
—Ya me harté Alex—dijo Adele caminado hasta la sala, sacó a Angelo de su bambineto y lo cubrió de nuevo con la cobija.
—No seas exagerada. No hay por qué hartarse...
—Estos últimos meses han sido una pesadilla para mí. Llenos de dolor y sufrimiento y todo gracias a ti.
—Yo también sufro Adele, cuando no tengo...fuerza de voluntad para dejarlo. Te juro que quiero dejarlo pero no puedo.
—Tal vez antes te creía. Pero ahora no. Ya no puedo más.
—Adele... Por favor perdóname por golpearte ayer...
—No sólo fue ayer—dijo llorando—. Fue ayer y el día anterior y el día anterior. Así todos los días de cada mes que ha pasado. Ayer abusaste de mi Alex, de tu propia esposa. Me tienes encerrada como a un criminal en una prisión, la única diferencia es que yo no he cometido ningún crimen, más que amarte.
—No te tengo encerrada, eres mi esposa y eres mía entiéndelo.
—No soy un objeto, no soy tuya—dijo empezando a caminar hacia la salida.
—Si lo eres. Eres mi esposa. Me amas y...
—No, error. Te amaba Alex. Ya no te amo. Ahora te tengo miedo. Tengo miedo de que le hagas algo a mi hijo, ni siquiera tengo miedo de que me hagas algo a mí porque ya me lo has hecho todo. Lo único que te falta es matarme, pero ya no me importa a veces hasta prefiero eso...
—No vuelvas a decir eso ni de broma—dijo serio—. Y con mi hijo no me meto, además eres tan egoísta como para no permitirme acercarme a él. No me dejas ni verlo.
—Aquí la víctima no eres tú. Somos nosotros, y es hora de que nos dejes libre.
—Nunca, ¡ustedes se quedan aquí!—dijo Alex empezando a enojarse.
Era ahora o nunca.
Adele caminó hacia atrás mientras hablaba hasta que chocó con la puerta principal. Rápidamente sacó las llaves y la introdujo en la cerradura.
—¿De dónde rayos sacaste las llaves?—dijo Alex furioso.
Adele no contestó. Solo abrió el seguro, ese sonido significaba su libertad. Abrió la puerta, el aire frío de diciembre le acarició el rostro. Volteó a ver y Alex se acercaba a ella con rapidez. Salió olvidando la pañalera, lo único importante era escapar. Cerró la puerta y con la manó que no sostenía a Angelo introdujo la llave en la cerradura de nuevo. Temblando por el frío y por los nervios.
Alex golpeaba la puerta desde adentro intentando abrirla.
—¡Adele! ¡Adele maldición vuelve aquí!
Por fin logró cerrar la puerta con llave. Con ambas manos abrazó a Angelo y lo cubrió por completo con la cobija. Empezó a mecerlo porque estaba despertándose.
Dio dos pasos hacia atrás viendo la puerta frente a ella. Se movía por los fuertes golpes de Alex.
Por fin afuera, por fin libre. Tenía que alejarse, correr. Alex podía derrumbar la puerta o usar las llaves de Adele para abrir. Así que dio otros pasos hacia atrás y se volteó para empezar a correr.
—¡Adele!—escuchó el grito de Alex.
De la nada pasó por su mente si sus vecinos oirían todas sus peleas. Dejó ese pensamiento atrás, ahora solo tenía que alejarse.

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