Capítulo 9

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•Narra Adele•

—Esa cuna es perfecta—dije señalando una cuna blanca—. También necesito una silla y una carreola.
Angelo se volvió a quedar dormido en mis brazos. El taxi nos está esperando afuera de la tienda. Ya fuimos al centro comercial donde compre ropa nueva para mí y ahora mi madre y yo estamos escogiendo todas las cosas para Angelo. Ropa, muebles, juguetes.
—Que lindo Simon que te regaló el tapete jaja—dijo mi madre.
—Lo sé—dije sonriendo al recordar el beso en la mejilla.
—Se ha portado muy bien contigo. Tal y como cuando eran pequeños.
—Si, es el mismo de antes. Aun después de tanto tiempo separados...
—Te sigue queriendo.

Volteé a ver a mi madre y estaba sonriéndome con las cejas levantadas.
Siempre amé a Simon, pero no en el sentido de ser una pareja. Era mi mejor amigo, es mi mejor amigo y nunca me imaginé siendo su novia. Él me contaba de las chicas que le gustaban y yo de los chicos que me gustaban. Nos contábamos todo. Pero con ese beso, por más insignificante que fuera, sentí algo en mi interior que no sé cómo explicar. No pude evitar sonrojarme. Me ha ayudado bastante estos últimos días y mi interior es un completo desastre. Tal vez solo es algo... No sé cómo explicarlo, pasajero. Es aprecio por todo lo que hace por mí que espero algún día poder pagarle. Además estoy bastante destrozada por el momento. Mi matrimonio se fue a la basura, mi esposo está completamente perdido y yo estoy hecha un desastre físico y emocional. Ya no sé ni lo que siento.
—¿Qué?—le dije a mi madre sonriendo.
—Nada, nada.
—¿Qué fue esa cara?
—Vi el pequeño beso—dijo viéndome de nuevo.
—¿Y?—dije haciéndome la desentendida.
—No no, nada.
—Deja de darle vueltas y dime de una vez que...
—¿Qué Simon está enamorado de ti?
¡Wow alto! Yo creí que diría que se notó que me sonrojé y que me preguntaría si siento algo por él.
—¡¿Qué?! ¡No! solo me ayuda porque somos amigos. Fue un beso en la mejilla para levantarme el ánimo. Acababa de escuchar a mi alumna favorita decirme que no quería que me pasara nada porque vio como mi marido estaba a punto de golpearme—dije ahora enfadada.
—Lo siento Adele pero se ve que Simon te quiere bastante—dijo tomando un paquete de pañales.
—No creo que Simon se quiera involucrar con este desastre de persona al que llamas hija. Una fracasada que "cuida" sola a su bebé sin tener alguna idea de lo que está haciendo, débil; cuyo esposo drogadicto la destrozó físicamente porque no tenía las agallas o inteligencia necesaria para alejarse de él—dije casi gritando con ganas de llorar pero de enojo. Y también de tristeza porque al escucharme decir mi realidad sentí horrible. Gracias a dios que la tienda estaba casi sola.
Mi mamá ya no dijo nada, al igual que yo. Seguí escogiendo los muebles mientras ella tomaba conjuntos de ropa. Todo el camino fue un silencio incómodo.
Llegando al apartamento le pagué al taxista y le di una propina extra por ayudarnos a bajar todo. Los muebles grandes como la cuna y eso me los mandaran mañana.
Mi madre me ayudó a guardar todas las cosas en el refrigerador y la alacena mientras yo alimentaba a Angelo. Podía verla desde el comedor. Me arrepentí de haberle gritado, de haberme enfadado con ella por nada. Empecé a golpear con delicadeza la espalda de Angelo para que sacara el gas.
Un pequeño eructo de Angelo hizo que mi madre volteara sonriendo a verlo. Yo también sonreí.
—Mamá—dije con delicadeza.
—¿Si?—dijo seria.
—Lo siento—dije mordiendo mi labio para no llorar.
—Hija te comprendo, sé que estás destrozada pero hay que ser positivas ¿si? No me molesté porque me gritaras; me molesté por las cosas que dijiste de ti misma. Tú no eres nada de eso. Tienes que respetarte, darte cuenta de lo valiosa y fuerte que eres.
—Lo sé mamá. Es solo que...—dije levantando la vista para evitar que las lágrimas corrieran por mis mejillas—. Me veo al espejo y veo a una chica débil, indefensa, que busca salir del mar para no ahogarse pero parece que se hunde más. Mi aspecto físico lo refleja todo.
—Yo solo veo a una luchadora, a una chica que logró escapar para tener una vida. Vivir, no sobrevivir. ¿Me entiendes?
Asentí. Mi madre salió de la cocina y me abrazó. Eso era lo que necesitaba, un abrazo de mi madre.
Se fue después de hacerme una deliciosa cena. Extrañaba tanto la comida de mi madre, además moría de hambre.
Lavé los platos mientras ella cuidaba de Angelo.
Ahora que se fue le daré un baño a Angelo al igual que yo.
Llené su tinita nueva, le quité la ropa sucia y lo metí al agua caliente. Ya tiene seis meses, no es tan difícil bañarlo como antes pero aún así es complicado.

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