Capítulo 33

1.3K 79 19
                                        

•Narra Adele•

Le agradecí a Laura por haber cuidado a Angelo y lo que me dijo solo me hizo llorar más. ¿Alguna día dejaré de llorar?
—Gracias Laura, muchísimas gracias por cuidarlo—dije viendo como Angelo se ponía su mochila en los hombros mientras hablaba con Simon con la cara llena de alegría y emoción.
—De nada Adele, fue un placer para mí. Pude experimentar la sensación de ser madre por unos días—volteé a verla, ella estaba viendo a Angelo con una sonrisa y lágrimas en los ojos.
No supe qué decir, solo la abracé. Quería derrumbarme y llorar con ella como dos locas desquiciadas pero no iba a hacer eso frente a Angelo.
Ambas respiramos hondo y nos limpiamos las lágrimas.
—¿Listo?—dije cuando Angelo se acercaba a mi seguido por Simon.
—Si—dijo sonriente. Se me partió el alma cuando estiró sus brazos para que lo cargara y sentí una impotencia enorme al no poder hacerlo.
—No puedo peanut...—dije triste.
Simon lo cargó y me sonrió.
—Vamos a comer algo—dijo viéndome a los ojos.
—Vamos—dije recordando mi falta de alimento.

Nos despedimos de Laura y de Daniel y nos fuimos.
En el auto Angelo no dejaba de contarnos que había hecho mientras no estábamos. Su felicidad se me contagiaba. No podía dejar de sonreír mientras lo escuchaba.
Simon tomó mi mano, volteé a ver nuestras manos y me percaté de que traía puesto el brazalete azul. Besó mi mano y me sonrió.
—Y fuimos a los columpios mami, pero no pude balancearme...
—Owww peanut. Tenemos que ir otro día. Pero un día en el que no este lloviendo—y en el que no me sienta como una vil cucaracha.
—Si por favor.

Llegamos a una cafetería. Simon pidió la comida mientras yo iba al baño. Cuando volví Angelo estaba en una silla para bebés. Simon y él estaban jugando a la lucha de pulgares. Simon dejaba que Angelo ganara. No sé cómo sobreviví tantos días sin ver su hermosa sonrisa.
Mientras esperábamos la comida yo estaba inmersa en mis pensamientos. Simon hablaba por celular con mi abogado para que nos ayudara con el caso de Alex.
—Mami...—dijo Angelo regresándome a la realidad.
—¿Si?
—¿Qué te pasó?—dijo tocando mi rostro de nuevo.
Ya se había tardado en preguntar. Gracias a dios tengo una respuesta.
—¿Recuerdas el tren?—dije sin verlo a los ojos. No sería capaz de mentirle viendo sus preciosos ojos azules.
—Si...
—Hubo un accidente.
—¿En serio?—dijo sorprendido.
—Si. Gracias a dios que tú no ibas.
—¿Te duele?
—Solo un poco.
—Lo siento—dijo bajando la mirada. Su cabello ha crecido bastante así que su flequillo cubrió sus ojitos.
—¿Por qué lo sientes?—dije levantando su rostro. Simon en ese momento terminó la llamada y enfocó su atención a nuestra conversación.
—Porque no te cuidé. Mi papi dijo que cuidara a mamá.. Y no lo hice.
—Ven aquí...—dije conmovida hasta las lágrimas (de nuevo por enésima vez). Simon se quedó pasmado con el comentario.
Bajé a Angelo de su silla y lo senté en mis piernas. Se recostó en mi pecho, ignoré el dolor porque tenerlo tan cerca de mi valía la pena.
—No tienes que pedir disculpas Angelo mi vida—quité el cabello de su frente—. No es tu culpa...
—Fue el tonto tren—dijo con vocecita de enojado.
—Jajajajaja exacto. Fue el tren—le di un beso en la frente y lo puse de nuevo en su silla cuando llegó la mesera con la comida.
Palidecí cuando vi que Simon había pedido un omelette. El olor, el recuerdo de los desayunos de Alex, el mareo me hizo tener que levantarme e ir al baño.
—¿Estás bien?—dijo Simon preocupado cuando volví a la mesa.
—Si, es solo que... Me dieron nauseas. Estoy un poco mareada—dije clavando la vista en mi plato.
—Ha de ser por la falta de alimento.
—Si eso creo...—tomé el primer bocado de mi comida que gracias a dios no era huevo, y me supo a gloria. No me había dado cuenta de que tenía tanta hambre hasta que empecé a comer.

Al terminar nos fuimos al departamento. Angelo corrió hasta Louie y lo abrazó. Louie empezó a lamerlo también bastante contento.
—¿Puede mojarse la venda?—me dijo Simon.
—Dijo que la quitara y me la volviera a poner al terminar.
—¿Puedes sola?
—Si Simon, puedo hacerlo, gracias.
—Esta bien. Cuidaré a estos dos pequeños mientras tanto—dijo sentándose en el sofá.
—Gracias.

Save me Donde viven las historias. Descúbrelo ahora