Capitulo 14

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Primero se oyó un ruido de cristales rotos, después los vítores, los abucheos y los gritos. La muchedumbre unida cargó desde el otro lado de la calle.

Simon Winchester se levantó de la mesa del ordenador y se acercó a la ventana. Había al menos cincuenta manifestantes violentos metiéndose entre los coches, casi todos con las caras tapadas con bufandas.

—Dios mío —susurró, y corrió escaleras abajo—. ¡Mamá, aléjate de la ventana!

Su madre, una mujer baja de pelo rizado, tenía en la mano una fotografía de su hija, Elsa.

—¿Mamá? ¿Me has oído?

—Te he oído —respondió, y dejó la fotografía en su sitio del mueble antes de mirar por la ventana, aturdida.

Simon acababa de apartarla de allí cuando estalló la ventana y los cristales volaron por la habitación. Un ladrillo atravesó el hueco y se estrelló contra la pared.

—¿Qué pasa? ¿Qué están haciendo?

—Hay revueltas por todas partes — respondió Simon—. ¿No has visto las noticias?

—No.

El chico corrió al salón y se aseguró de que los dos cerrojos de la puerta principal estuvieran echados. Por la mirilla veía a la gente dirigirse a la calle y dejar atrás su casa.

—Empezaron anoche —le explicó desde allí a su madre—. Había una manifestación en Londres, en el distrito financiero. Espero que papá esté bien...

Se oyó otro estruendo y el estrépito de cristales rotos. Después, el chillido intermitente y agudo de la alarma de un coche.

Simon regresó a la cocina y vio que

su madre se había sentado con la cabeza gacha. Se sentó frente a ella.

—Es la primera vez que he sentido algo desde... desde que Elsa... La primera vez que he sentido algo en estos tres meses, y ha hecho falta que rompieran la ventana de un ladrillazo — dijo la mujer, intentando sonreír entre las lágrimas—. A lo mejor ha sido una suerte que se pierda todo esto. Las cosas no van a mejorar, ¿verdad?

—Hablas de ella como si estuviera muerta —repuso Simon, bajando la mirada.

Su madre se sonó la nariz e hizo una bola con el pañuelo de papel.

—No está muerta —siguió diciendo Simon—. Sé que no está muerta. ¿Tú no lo sientes?

—No, Simon.

—La cantidad de niños que han desaparecido en el último año es... No es normal. Si lo dijiste tú misma...

—Dije muchas cosas. Todos las dijimos —respondió, apartando la vista —. No te creerás todavía esas tonterías conspiratorias, ¿no?

—Deberías mirar en internet, verías que hay un montón de cosas... Hay gente que dice que ha visto a hombres secuestrando niños... Incluso creen que el Gobierno está involucrado.

—Siempre creen que el Gobierno está involucrado. Estoy segura de que bastante tiene con lo que tiene. ¿Para qué iban a llevarse a los hijos de la gente? —preguntó, serenándose de golpe.

Simon guardó silencio un instante.

—¿Has oído eso? —preguntó al fin. —No oigo nada, Simon.

—Exacto. La revuelta... Ha cesado.

Simon se levantó de la silla y se acercó al salón.

—Mira —dijo, escudriñando a través de la mirilla—. La gente se aleja, sin más.

Sin Lugar - Jon RobinsonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora