Capitulo 13

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Mientras todos marchaban con el semblante abatido hacia el aula, Jes, que estaba en los últimos puestos de la fila, localizó a Adler y al otro guardia por el rabillo del ojo. Entre los dos estaba Elsa, a la que arrastraban de los brazos y las piernas.

—Así que la encontraste en la despensa —oyó decir al carcelero—. ¿Qué crees que hacía allí?

—Nada —gruñó Adler mientras comprobaba que el documento enrollado seguía en su bolsillo trasero.

—No estaría buscando esa rejilla de ventilación, ¿no, jefe?

—A lo mejor —mintió Adler—. Vamos a darnos prisa, que hay que dejarla en su celda. Tengo cosas que hacer.

El otro guardia asintió con la cabeza, aceleró un poco, y el trío no tardó en desaparecer tras una esquina.

«Una rejilla de ventilación en la despensa», pensó Jes.

—Adentro —dijo una voz detrás de ella.

Un carcelero la empujó con ganas, y Jes entró dando tumbos en el aula.

—Han pillado a Elsa —murmuró Jes a Ryan al sentarse a uno de los pupitres situados en el fondo de la habitación.

—Qué pena. Espero que no la metan en aislamiento.

Jes apoyó el codo en la mesa y se tapó la boca con la mano.

—Acabo de oír a los guardias decir algo interesante. Después te lo cuento.

—¿Que le vas a contar el qué?

Jes no se había dado cuenta de que Alyn estaba sentado justo detrás de ellos. Volvió la vista atrás para mirarlo.

—No te preocupes —le dijo—, a ti no te interesaría. Ya no...

Alyn se cruzó de brazos.

—Si estáis planeando algo...

Jes se volvió hacia el frente del aula justo cuando entraba la profesora.

—Déjalo estar, Alyn.

—De todos modos, ¿qué es esto? — susurró Ryan.

—Por tu bien, sígueles el rollo —le susurró Jes—. En serio.

Ryan repitió a regañadientes la confesión cuando se les pidió hacerlo y, como los demás, se quedó mirando cómo bajaban la pantalla del proyector.

***

Cuando llevaban unos cinco minutos de película, Jes vio el fotograma: una imagen que aparecía tan solo durante una fracción de segundo y en la que se veía a un policía con la porra levantada frente a un grupo de alborotadores que salían de detrás de una barricada. Desconcertada por haber encontrado aquella imagen en una película sobre el desarrollo moral, Jes se enderezó en su silla.

«Es un viejo rollo para proyector», meditó, intentando racionalizarlo mientras echaba un vistazo a su alrededor, por si alguien más se había dado cuenta.

Sin embargo, menos de un minuto después apareció otra imagen fugaz en la que se veía una escena similar con un coche ardiendo rodeado de una muchedumbre enfurecida.

—¿Has visto eso? —susurró a Ryan.

La tenue luz hacía que le brillaran los ojos, todavía pegados a la pantalla.

—¿El qué?

—Esas imágenes, es como si las hubiesen empalmado en la cinta o algo parecido. Es la primera vez que me doy cuenta...

—No he visto nada —respondió él, bostezando.

—¡Silencio por ahí atrás!

Jes se apartó el pelo de los ojos y se hundió de nuevo en la silla. No vio ninguna otra imagen hasta el final de la película y, para cuando hubo terminado, casi se había olvidado de ellas.

***

A la mañana siguiente, Jes se asomó a la celda de Elsa cuando se llevaban a los presos a desayunar. La chica estaba tirada de cualquier manera en su colchón, como una marioneta rota. Gruñó, intentando moverse, pero le suponía un esfuerzo considerable.

—Fue muy valiente por tu parte intentar escapar —le dijo Jes, apoyada en los barrotes—. Estoy impresionada.

—No intentaba escapar...

—No es lo que pensaron los guardias.

Elsa consiguió sentarse, aunque no sin esfuerzo. Todavía estaba recuperándose del disparo del ibis y notaba la mente aturdida, pero recordaba lo suficiente de lo sucedido para saber que no había intentado escapar. «¿Por qué me dispararon con el ibis?».

—No es la primera vez que se equivocan, ¿no? —preguntó.

—No, es verdad. Ni será la última —respondió Jes, obligándose a sonreír mientras entraba en la celda.

—¿Crees que nuestros padres nos estarán buscando? Es decir, imaginaba que, a estas alturas, alguien tendría que habernos encontrado...

—Nos buscan, estoy convencida.

—¿Pero?

—Pero, por lo que sabemos, nos buscan donde no es.

—Si se trata de una especie de conspiración, Simon lo sabrá —dijo Elsa, bajando la mirada—. Él cree en esas cosas.

—¿Simon es tu hermano?

—Sí, tiene dieciocho años.

—¿Lo echas de menos?

A Elsa se le empañaron los ojos.

Asintió con aire ausente y dijo:

—Aunque jamás se lo confesaría.

Se puso en pie con las pocas fuerzas que tenía y, al pasar junto a Jes, acercó la cabeza a ella para añadir:

—No intentaba escapar, lo juro, pero tengo la extraña sensación de haber descubierto algo. Algo importante. Ojalá pudiera recordarlo...

Antes de que Jes pudiera responder, Elsa se adentró entre la multitud y no tardó en perderse en el batiburrillo de uniformes grises.

Sin Lugar - Jon RobinsonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora