Capitulo 42

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Harlan esperó escondido, con la espalda contra la pared, hasta que apareció el guardia con las llaves.

—Es una trampa —se burló el guardia al ver a sus colegas en el suelo —. Creía que no tendríais suficientes agallas.

Harlan salió de su escondite y lo miró. El carcelero hizo ademán de sacar su ibis, pero, al final, se rindió.

—No irás a ninguna parte si no me das las llaves —dijo Harlan, acercándose a él.

—No me das miedo, no eres capaz de usar eso, Jahari. Eres un cobarde.

Harlan se dio el gustazo de demostrarle lo equivocado que estaba. Después le quitó las llaves del cinturón y corrió al aula.

***

Jes, Ryan, Elsa y Julian habían salido de las celdas de aislamiento y corrían por los pasillos de la planta de abajo. Pasaron por encima de los cuerpos inconscientes de los guardias que estaban tirados al lado del despacho, Elsa se agachó para recoger un par de ibis y le pasó uno a Ryan.

—Espero que Harlan haya encontrado la forma de entrar.

Julian se detuvo un momento y oyó unas pisadas que se acercaban al otro lado de la esquina.

—¡Ahí están! —chilló uno de los guardias, que disparó y estuvo a punto de darle a Elsa.

Harlan vio aparecer al grupo justo cuando abría las puertas del aula. Se apartó para dejarlos entrar.

—Los tenemos justo detrás —dijo

Ryan entre jadeos mientras todos entraban en la clase.

Harlan cerró las puertas y echó la llave.

—Eso no los contendrá demasiado tiempo...

—¿Dónde está el túnel? —preguntó Elsa, mirando a ambos lados—. Podría estar en cualquier parte.

Se puso a gatas y empezó a examinar el suelo.

Julian se acercó al gran escritorio de la parte delantera.

—Creo que sé dónde podría estar. Que alguien me ayude con esto.

Ryan, que era el que estaba más cerca, corrió al otro extremo del escritorio, y entre los dos lo apartaron a un lado.

—Debe de ser esto —dijo Ryan mientras miraba una tapa redonda que habían encontrado en el suelo—. Vamos a sacarla...

En aquel momento, los guardias llegaron a las puertas. Estas temblaron con violencia, amenazando con ceder ante el empuje.

—Primero tenemos que frenarlos — dijo Harlan mientras agarraba el escritorio.

Ryan lo cogió por el otro extremo, y los dos salieron corriendo con él por el aula para colocarlo delante de las puertas.

Julian se arrodilló, metió los dedos en las rendijas del borde de la tapa y la lanzó a un lado. La tapa golpeó el suelo con estrépito, y el eco del ruido se oyó por toda la habitación.

El grupo se asomó al agujero: la escalera descendía unos cuantos metros antes de quedar completamente eclipsada por la oscuridad.

—Yo voy primero —dijo Julian, que se acercó al agujero y metió las piernas hasta apoyarlas en la escalera.

—¡Abrid! —chilló un guardia, golpeando la puerta cerrada—.

¡Sabemos que estáis ahí!

Elsa volvió la vista atrás, inquieta.

—Deprisa, Julian...

En cuanto Julian se perdió de vista, Ryan se agachó y le hizo un gesto a Elsa para que entrara. Ella bajó rápidamente y no tardó en desaparecer. Jes fue la siguiente.

Las puertas temblaban y crujían ante la fuerza de la horda de fuera.

—Vamos, Harlan —dijo Ryan, y miró las puertas, nervioso.

Se puso a tamborilear en los peldaños y se asomó al agujero. Harlan ya casi se había perdido de vista.

Las puertas rugieron de nuevo. El escritorio había retrocedido un poco.

Ryan saltó a la escalera y bajó unos cuantos peldaños. Después levantó los brazos y recolocó la tapa justo cuando las puertas se abrían.

—¡Deprisa! —chilló a los de abajo, y empezó a descender alocadamente.

Apoyó un pie en un peldaño y se resbaló. Notó que el aire pasaba junto a su cuerpo y, unos segundos después, aterrizó en el suelo.

—¿Estás bien? —preguntó Elsa, que estaba un poco más arriba.

—Sí —gruñó Ryan, que se puso en pie, aunque le faltaba el aliento, y empezó a cojear por el túnel—. Tenemos que movernos —añadió—. No están lejos. 

Sin Lugar - Jon RobinsonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora