Al día siguiente, los presos regresaban de la cafetería después de la comida cuando un Ryan empequeñecido se dirigía a su celda.
En un par de días parecía haber envejecido considerablemente: tenía bolsas bajo sus ojos de color azul, y la piel estaba tan gris como su uniforme. Se sentó en el borde del colchón y esperó a que los guardias le quitaran las esposas.
—Será mejor que no intentes nada —dijo en voz baja el más alto de los carceleros mientras se daba una palmadita en el ibis que llevaba enganchado al cinturón.
—Te hicieron confesar, ¿verdad? — preguntó Alyn en cuanto se fueron los guardias.
Ryan levantó la cabeza para mirarlo, pero era como si mirara a través de él.
—Dijeron que me dejarían allí hasta que lo hiciera. No tenía elección.
—Así es como se aseguran nuestra obediencia. Nos hacen creer que estamos rotos, que tienen que arreglarnos. Es parte de su juego.
—No pienso quedarme aquí —dijo Ryan—. Saldré aunque me cueste la vida. Alguien nos encontrará... Enviarán partidas de búsqueda a por nosotros. No pueden ocultarnos aquí para siempre, no pueden. Habrá gente buscándonos.
—No si los que están detrás de esto no quieren que nos encuentren.
Ryan se puso de pie y empezó a dar vueltas por la celda.
—Podría matarlos. A todos... —Eso no resolvería nada.
—Puede, pero me haría sentir mejor.
Alyn quería sonreír, pero no logró reunir las fuerzas suficientes. Se volvió y vio que Jes los observaba a los dos.
—¿Puedes culparlo por ello? — preguntó al entrar.
—Esta es Jes —dijo Alyn—. Somos... amigos.
Ryan la examinó unos segundos y notó que la rabia se apaciguaba.
—Hola.
—Jes es nuestra teórica de la conspiración —explicó Alyn—. Tiene una imaginación increíble. Hemos oído de todo, desde que es una especie de experimento a que se trata de un reality show morboso.
—Jes sigue en la habitación —dijo ella—. De todos modos, no veo que se te ocurran ideas mejores. ¿Cómo van las cosas por ahí fuera? Da la sensación como si todo fuera a irse al garete de un momento a otro...
—Dicen que las cosas están
cambiando. Otro tema es que te lo creas o no.
—¿Había alguna noticia sobre nosotros? Quiero decir, ¿nos está buscando alguien?
Ryan se concentró para intentar recordar si había visto su imagen en algún periódico.
—No lo sé —respondió al final.
No era la respuesta que Jes quería escuchar.
—¿No te acuerdas? ¿Han raptado a cien personas y me estás diciendo que ni siquiera estás seguro de que la gente sepa que hemos desaparecido?
—Desaparecen muchos adolescentes
—la interrumpió Alyn—. En fin, ¿cuántas caras recuerdas tú? Como mucho, la gente pensará que nos hemos escapado de casa.
—Mis amigos, no —dijo Jes—.
Saben que nunca haría algo así.
—Y los míos, pero nadie va a escucharlos a ellos... —repuso Alyn.
ESTÁS LEYENDO
Sin Lugar - Jon Robinson
Ciencia FicciónEn SIN LUGAR, liberarse es el fin y el principio de una aventura sin tregua. En medio de un bosque denso, se esconde SIN LUGAR, una prisión apartada donde han encerrado a cien adolescentes de todo el país. Todos ellos son criminales, aunque ninguno...