Capitulo 45

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Los chicos avanzaron arrastrando los pies en silencio unos veinte minutos, algunos cojeando, y, cuando estuvieron seguros de que no los seguían, se acurrucaron bajo la copa de un abeto.

—Bueno, ¿qué vamos a hacer? — preguntó Harlan, mirándolos uno a uno —. Deberíamos acordar algún plan de acción.

Elsa fue la primera en responder.

—Pienso averiguar dónde estamos.

Después, me voy a casa.

Julian parecía preocupado.

—¿A casa? No sé si eso es una buena idea.

—No puedes evitar que vaya a ver a su familia —repuso Ryan—. Si quiere ir, tiene...

—Solo conseguirá que le hagan daño. Y seguramente también a su familia. Pensadlo, si el responsable de esto nos hizo desaparecer tan fácilmente, lo mismo podría hacerles a ellos. Y lo primero que harán es ir a buscarnos a nuestras casas...

—Tiene razón —dijo Harlan—. Sé que te mueres de ganas de verlos, Elsa, pero no querrás ponerlos en peligro, ¿verdad?

Elsa lo reconoció a regañadientes.

—Llegaré al fondo de todo esto — dijo Ryan—. Necesito saber quién nos metió allí... y por qué.

Julian se sacó del bolsillo el móvil robado.

—A lo mejor puedo ayudarte con eso.

—¿Un móvil? ¿De dónde lo has sacado? —preguntó Ryan.

—Es de la profesora. Pero lo que de verdad importa es que nos va a conducir hasta el responsable.

Encendió la pantalla y se quedó consternado al ver que la batería parpadeaba.

—Si solo hay batería para una llamada, tenemos que llamar a las autoridades —le dijo Harlan—. A la policía, al Gobierno... Hay que contarle a todo el mundo lo que ha pasado.

—Tampoco vamos a llamar a las autoridades —repuso Ryan—. Ni siquiera sabemos dónde estamos. Y, sea lo que sea esto... Sea quien sea el que nos metió ahí, estoy seguro de una cosa: este asunto es mucho más grave de lo que pensamos. No podemos confiar en nadie. ¿Has encontrado algo en ese móvil? —preguntó, volviéndose hacia Julian.

—Hay un mensaje de texto de alguien llamado Felix preguntando si hay noticias de Hart. Lo enviaron a las seis de la mañana. Voy a llamar a ese número.

El móvil pitó, y la luz de la batería parpadeó de nuevo.

—Será mejor que te des prisa —dijo Ryan—. Ese teléfono no va a durar ni un minuto más...

Julian pulsó el botón de llamada y puso el altavoz para que el resto del grupo lo oyera. Esperaron en silencio mientras daba la señal. La luz de la batería parpadeó de nuevo.

«Venga —pensó Ryan—. Coge el puñetero teléfono, seas quien seas...».

—¿Susannah? —preguntó una voz—.

¿Qué pasa?

Julian acercó el móvil a Jes.

«Finge ser ella», le pidió moviendo los labios.

—¿Hola? —improvisó Jes, vacilante. Bajó el móvil, tapó el micrófono, miró a Julian y le preguntó —: ¿Qué le digo?

—Tú síguele el juego —respondió él con un susurro.

—¿Qué está pasando ahí? — preguntó la voz, impaciente—. ¿Sigues en Escocia?

—Escocia —murmuró Ryan, mirando a su alrededor—. ¿Estamos en Escocia?

—Chist —lo silenció Elsa, dándole un codazo en las costillas.

—Sí —respondió Jes, haciendo lo que podía por imitar la voz de la profesora—. Sigo... Sigo aquí. ¿Dónde estás tú?

—Ya sabes que sigo en Londres, no puedo hacer nada hasta...

El móvil pitó de nuevo, y la pantalla se oscureció ante la pérdida de batería.

—Se suponía que tenías que venir hasta aquí para hablar sobre nuestro problema —siguió diciendo Felix—.

¿Ha pasado algo?

—No, nada, todo va bien. Es que... me ha surgido un asunto y voy con retraso —dijo Jes—. Nada más.

—¿Susannah? ¿Seguro que va todo bien? —preguntó Felix. De repente, hizo una pausa, como si lo entendiera todo—. No eres Susannah, ¿verdad?

Jes cortó la llamada y, un segundo después, la pantalla se oscureció del todo. Julian cogió el teléfono y lo dejó caer en la nieve.

—Felix... —meditó Harlan, con los brazos cruzados—. No sé por qué, pero ese nombre me resulta familiar.

—Supongo que el siguiente paso es ir a Londres a buscarlo e intentar sonsacarle alguna respuesta —dijo Ryan —. No tenemos ninguna pista más, ¿no?

—En realidad, sí la tenemos — respondió Elsa—. El Compromiso.

—¿El qué?

—El Compromiso. Creo que puede tener algo que ver con la razón por la que estamos aquí.

—¿Y cómo lo sabes?

—Fue el día después de que te trajera hasta aquí —contestó Elsa, volviéndose hacia Ryan—. Encontré algo en la sala de interrogatorios: un documento. A la profesora, Susannah, debió de caérsele con todo el lío que montaste al intentar escapar.

—¿Y?

—No he podido recordarlo desde entonces —dijo ella, apartando la vista.

—Por eso te dispararon los guardias —dijo Jes—. ¿Crees que explicaba por qué estamos aquí?

—Eso creo, y estoy segura de que el Compromiso, sea lo que sea, tiene que ver con ello.

Julian volvió la vista atrás, hacia el punto donde habían abandonado el camión.

—Aunque me encantaría quedarme aquí intercambiando historias, tenemos que seguir avanzando. El accidente no los engañará mucho tiempo.

El grupo corrió por el bosque, volviendo la vista atrás de vez en cuando. Ryan se metió un poco de nieve en la bota para entumecer el tobillo y aliviar el dolor. Después de descender por la pendiente de una orilla, llegaron a un arroyo helado de unos dos metros de ancho que se adentraba entre los árboles.

Elsa se acercó al borde y probó a pisarlo.

—Parece seguro —comentó.

—Puede que para ti —respondió Julian—. Aunque solo hay un modo de averiguarlo —añadió, y la empujó hacia el hielo.

Elsa se tambaleó y extendió los brazos.

—¿Veis? —dijo.

—No estoy muy convencido. Yo me seguiría moviendo, si fuera tú.

Cuando Elsa acabó de cruzarlo, Julian se agachó y recogió una rama. Cruzó el arroyo arrastrando los pies y tanteando con la rama el hielo antes de pisarlo.

Saltó a la otra orilla y cayó de rodillas.

Harlan se colocó al borde de la hierba y pisó el arroyo con mucho cuidado.

—Puedes hacerlo, Harlan —lo urgió Elsa—. No es muy grande...

Entonces oyeron un ruido a lo lejos que les hizo levantar la mirada.

—Son ellos, ya vienen —dijo Ryan entre dientes, mirando por encima de la orilla con la mano a modo de visera—. Tenemos que darnos prisa.

Harlan se volvió y dio otro paso en el hielo. El pie le resbaló y, con una mueca, el chico se arrastró hasta llegar a la otra orilla y agarrarse a la maleza. Acababa de salir del arroyo cuando se oyó un crujido y el agua succionó varias capas de hielo.

—Encontraremos otro paso —dijo Ryan, y tiró de Jes hacia él—. Vamos, ya os alcanzaremos.

La pareja corrió río abajo. Elsa ayudó a Harlan a ponerse en pie y se volvió para buscar a Julian, pero el chico se había marchado sin ellos. 

Sin Lugar - Jon RobinsonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora