OCHO MESES ANTES
—Estás preciosa, cariño —dijo la madre de Jes cuando ella bajó trotando las escaleras.
La chica llevaba puesto un vestido de manga larga que le llegaba por debajo de la rodilla.
Su padre la examinó por encima de sus gafas de cerca.
—Me alegra ver que te vistes como Dios manda. ¿Dónde decías que ibas? —A casa de Catherine. Vamos a estudiar y a ver una película — respondió Jes. Después esbozó una dulce sonrisa y le dio un beso a cada uno—. Volveré mañana.
—No te quedes hasta tarde, Jes —le dijo su padre mientras enderezaba el periódico—. Dentro de poco tienes exámenes. Sé que te crees que vas a aprobarlo todo, pero...
—Venga, deja que tenga una noche de tregua —lo interrumpió su madre—. No sabes la suerte que tenemos con ella. Las hijas de Helen salen de copas todos los fines de semana.
El padre de Jes la examinó atentamente, como si la declarara culpable por asociación. Al final dejó escapar un suspiro de cansancio y regresó a su periódico.
Jes se despidió con un gesto de la mano y salió de casa. En el césped la esperaba la bolsa de plástico que previamente había lanzado por la ventana del dormitorio. Se la metió bajo el brazo y salió corriendo por el sendero.
Más tarde, a eso de la medianoche, el bajo de los altavoces hacía vibrar el pecho de la chica. Costaba respirar aquel aire, y las ventanas estaban cubiertas de vaho por culpa de la acumulación de cuerpos. Jes apuró la botella y rodeó con los brazos a Catherine y a Vicki para arrastrarlas hasta el salón abarrotado.
—¿Sabéis lo que necesitamos? — gritó para hacerse oír por encima de la percusión—. ¡Unas vacaciones! Las tres solas. Nos iremos después de los exámenes. ¡Venga!
—Como si tus padres fueran a dejarte ir —dijo Vicki.
—Les diré que me quedo en casa de Cath —respondió Jes entre risas—. Hasta ahora ha funcionado, ¿no?
Se volvió y se encontró rodeada por un grupo desconocido de chicos embadurnados de gomina y aftershave. Sin dejar de bailar, Jes se echó la melena hacia atrás y sonrió al grupo. Uno de los chicos la observaba.
Después sonrió y se acercó más a ella.
—No está interesada —dijo
Catherine interponiéndose entre ellos—. Venga, salgamos de aquí.
Cuando consiguieron apartar a Jes del salón abarrotado y meterla en el vestíbulo, Catherine la guio hasta las escaleras enmoquetadas.
—¿Estás bien, Jes? No tienes buen aspecto.
—Me duele la cabeza —respondió ella mientras se masajeaba las sienes.
Dejó la botella vacía en el suelo.
—Y a mí. Siéntate aquí, iré a por agua para las dos.
Catherine rodeó a un grupo de chicos y entró en la cocina.
«Necesito aire», pensó Jes, algo mareada de repente. Salió dando tumbos por la puerta principal y se apartó de los ojos el cabello apelmazado. Mientras se alejaba de la casa, la música le resonaba en los oídos: un ruido sordo, difuso y silbante.
Llevaba unos minutos sentada en un muro, al final de la calle, tapándose los ojos con la palma de las manos, cuando un coche se detuvo junto a ella. Bajaron una ventanilla.
—¿Jes Heather?
—¿Cómo...? ¿Cómo sabe mi nombre? —preguntó, desconcertada, mientras se apartaba el pelo de la cara.
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Sin Lugar - Jon Robinson
Ciencia FicciónEn SIN LUGAR, liberarse es el fin y el principio de una aventura sin tregua. En medio de un bosque denso, se esconde SIN LUGAR, una prisión apartada donde han encerrado a cien adolescentes de todo el país. Todos ellos son criminales, aunque ninguno...