Desesperación.

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Al abrir los ojos una luz muy brillante me cegó. Tenía la certeza de que estaba atada contra algo debido al frío contacto del metal, tenía unas "esposas" que evitaban que pudiera ejercer cualquier movimiento de manos o muñeca. Cuando mi vista se va acostumbrando a los pequeños destellos me enfoco más en dónde demonios estoy. Parece una de las típicas salas de prisioneros sólo que aquí no hay nada con lo que puedas recostarte o descansar, sólo columnas, paredes y techo. ¿Qué ha pasado? ¿Por qué estoy aquí? En un instante, como un flechazo, las imágenes fluyeron por mi cabeza. La única razón por la que estoy aquí, mi hermana. Observo cada esquina y cada pared de la habitación en su busca pero no consigo ver nada.

-Hijos de... ¡Traedme a mi hermana!

Trato de moverme pero un dolor profundo me recorre toda la columna. Pero qué...

-¿Tata? ¿Eres tú?

Como loca giro tan rápido la cabeza, que casi se me podía haber roto el cuello, de donde provenía la voz. Al principio llego a pensar que fue imaginación mía, después de todo era de esperar que me estuviese imaginado cosas, pero empiezo a vislumbrar una figura, muy tenue y apenas reconocible, en la esquina de la sala junto a una columna la opresión que tenía en el pecho se calmó. Un rayo de luz iluminó el hermoso rostro de Senia, sano y salvo.

Como si fuera un acto reflejo mis piernas se levantan pero un dolor agudo me hace caer por el martilleo que sentía por la espalda. Mi hermana casi empieza a llorar hasta que yo hablo.

-Senia, estoy aquí -aunque estuviera sufriendo, sonreí -No me pasa nada, ¿ves?

-¡Tata, tengo mucho miedo, por favor sácame de aquí!

-Tranquila mi cielo, enseguida saldremos de aquí.

A pesar de la tortura que me produce cada movimiento voy levantándome poco a poco hasta quedarme de pie y estar más o menos estable. Camino hacia Senia y me paro a su lado. Está temblando y sus pequeños ojos marcan la existencia de tormento.

El amor del odioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora